Aragón Antiguo. Estado de la cuestión 2010

Resumen del curso «Aragón Antiguo. Estado de la cuestión 2010» llevado a cabo por la Institución Fernando el Católico y el Museo de Zaragoza, y dirigido por Miguel Beltrán LLoris. Zaragoza, del 2 al 25 de noviembre de 2010

El curso «Aragón antiguo. Estado de la cuestión 2010» ha mostrado, en muchos aspectos, el panorama de la investigación arqueológica en la Comunidad Autónoma en el momento presente, a partir de la selección ocho de los yacimientos –o zonas arqueológicas–entre los muchos que existen en Aragón, que en los últimos años han producido una importante cantidad de información, permitiendo la reconstrucción de la Historia –tanto en la Prehistoria como en el periodo de la Antigüedad- y resolviendo dudas de gran interés. Todos los yacimientos, por tanto, son en la actualidad objeto de investigación, y lo seguirían siendo –o eso se espera– durante los siguientes años.

Son ocho yacimientos de distinta tipología –desde pinturas rupestres, zonas de hábitat, ciudades, villas y necrópolis-, y de distinta época –desde el paleolítico a la Tardoantigüedad-: El Parque del Río Vero, La Cueva de Chaves, La necrópolis de Arcóbriga, El cabezo de Alcalá de Azaila, el Cabezo Palao, La ciudad romana de la Caridad, Loma del Regadió, y Los Bañales.

Aunque cada uno con sus diferencias y problemáticas, lo que sí que podemos apreciar a mi juicio son algunos paralelismo, no tanto en su contexto material, sino en la forma de afrontar las excavaciones y la investigación. Aspectos que has sido transmitidos por todos los responsables de las investigaciones de los yacimientos.

En un primer lugar, se podría señalar que muchos de los yacimientos son conocidos al menos desde principios del siglo XX o incluso finales del siglo XIX. Y en su mayoría ya fueron excavados, en aquel momento, con una arqueología que estaba en sus inicios y cuyas preguntas –la información que se podía sacar de los yacimientos– eran menos que las que los modernos arqueólogos se realizan. Pero no hay que reprochar nada a aquellos pioneros de la Arqueología en sus actuaciones –sin sus aportaciones difícilmente se podría haber avanzado en la mejora del método arqueológico–, aunque siempre existe esa tendencia a lamentar que hoy en día se podría haber sacado mucha mayor información a los restos.

Por otra parte, aquellas primeras excavaciones partieron en muchas ocasiones de particulares, que las financiaron con sus propios patrimonios, sin que existiera una documentación de la excavación apropiada, y publicada, que permitiera reconstruir la forma en que ésta se realizo, y como iban apareciendo los restos arqueológicos, que permitiría contestar a muchas de las preguntas que la Arqueología se realiza hoy en día. Ello ha hecho que se deba partir de la búsqueda de esa documentación, fragmentada y revuelta en muchas ocasiones, que seguía en mano de los familiares de aquellos primeros arqueólogos –cabe destacar a Cabré–.

Otras veces las piezas arqueológicas descubiertas se encuentran a día de hoy en paradero desconocido. Sin una normativa que regulara la forma en que debían ser tratadas, éstas pasaron a manos de coleccionistas, o de los propios arqueólogos que financiaban las excavaciones, o simplemente eran depositado en los museos –normalmente el Arqueológico Nacional–, sin ser clasificadas, dispersándose los materiales, y desapareciendo hasta nuestros días en muchos casos. Muchas veces, los únicos indicios de su existencia es mediante fotos realizadas en la época de su descubrimiento, pero sin una documentación que informe sobre su lugar de aparición en los yacimientos y sus contextos, difícilmente se puede realizar algo más que no sean meras tipologías. Por tanto, los nuevos investigadores han tenido que realizar una labor de archivo, casi detectivesca, para agrupar toda la información de las primeras actuaciones sobre los yacimientos.

Frente a esos inicios de la arqueología, en la actualidad se realizan unas excavaciones mucho más sistemática y que tiene en cuenta muchos más aspectos. Y también se presta atención a la conservación de los yacimientos arqueológicos. Todos los conferenciantes hicieron hincapié a la conservación de sus respectivos yacimientos, con técnicas que permitan mantenerlos sin que exista una destrucción, y mucho menos una modificación del yacimiento como se solía hacer antaño.

Y junto con esa conservación, la línea que se sigue, de igual modo, es la de mostrarlo a la sociedad, o lo que es lo mismo, su puesta en valor. Ello conlleva toda una serie de actuaciones que permita a la sociedad entender los restos arqueológicos, ya sea mediante exposiciones, construcción de áreas de recreación, musealización de los yacimientos –actuaciones éstas para las que se requiere un presupuesto amplio– o ya sea mediante jornadas de puertas abiertas en los diversos yacimientos, algo muy típico en los últimos años, y que permite a los habitantes de los municipios, en los que se encuentran esos yacimientos, conocer la riqueza de su patrimonio y los trabajos de los arqueólogos, a veces desconocidos, y en ocasiones menospreciados.

Así, las tareas de investigación, conservación y divulgación se integran, muchas veces, en amplios planes a largo plazo, y que pautan la actividad sobre el yacimiento.

Una de las visiones más completas, tanto a nivel de investigación como conservación y puesta en valor, es el Parque del Río Vero que vas más allá propiamente de lo arqueológico. Es uno de los ejemplos de los cincos parques culturales existentes en Aragón, así como de los muchos que hay en España. Figura, ésta del parque, que está siendo valorada y fomentada en los últimos años, y cuyos antecedentes no se remontan más allá a 1980, cuando se crea esta figura que tiene como principal objetivo la difusión cultural, y que tendrá más importancia a partir de la ley aragonesa de 1997 de Parques Culturales.

Así, el Parque Cultural abarca una amplia zona, en donde se intenta involucrar en la conservación de todo el patrimonio –sea del tipo que sea– a todas las autoridades que tienen jurisdicción sobre el territorio donde se ubica. Para ello existe una institucionalización, destacando el Patronato en donde hay representación desde los ayuntamientos al Gobierno de Aragón, y el Consejo rector formado por tres miembros del Gobierno de Aragón, y tres miembros locales, así como un gerente –este último en la actualidad es Nieves Juste Arruga–. Este consejo tiene la función de realizar una planificación integra de las actuaciones que se van a realizar en el parque.

Estos parques a veces tienen una amplia zona como es el caso del Rio Vero, creado en el 2001, en donde están implicados nueve municipios. Se caracteriza el parque por tener un valor ecológico y con fauna de gran importancia como el quebrantahuesos y el buitre, y ,por tanto, como especies de protección la zona queda revestida de mayor importancia. Pero sobre todo, el arte rupestre sería en este caso lo más señalable del parque, cuya peculiaridad lo hace único y ha contribuido a comprender muchos de los aspectos de este a un nivel que supera lo local, viniendo, incluso, a modificar muchas de las teorías que desde hacía tiempo se daban por ciertas.

Estas pinturas rupestres eran conocidas, muchas de ellas, desde 1966, y en la década de los 80 re realizo la prospección del todo el rio, excavándose incluso algunos abrigos. A partir del 2000 las taras se han encaminado a conservarlo y documentarlo.

Una de las zonas más importante del parque es quizás la cueva del Trucho, la única cueva con pinturas paleolíticas de Aragón con más de 140 figuras. Pero sobre todo es de destacar que en la zona del parque hay un cúmulo de pinturas de todas las épocas y estilos. Existe arte levantino, con un arte naturalista y diferente al anterior de la mencionada cueva, que se realiza al aire y en abrigos. También hay una etapa siguiente con arte esquemático, de igual modo en abrigos, un arte propio de las sociedades productoras.

Pero no solo las pinturas han gozado de una investigación, sino también se ha estudiado la vegetación, la fauna y el clima, y se han realizado excavaciones que han mostrado un hábitat del paleolítico medio del hombre de Nearthental, y ocupaciones del paleolítico superior que fueron los que realizaron las pinturas. El poblamiento continúa hasta época ibérica y romana con pequeñas zonas agrícolas, aunque se han llevado a cabo solo prospecciones. De igual modo la investigación se ha centrado en la época medieval, así se ha llevado a cabo actuaciones arqueologías en la zona urbana de Barbastro, excavándose la catedral y los baños islámicos.

Junto con todo, la presentación al público de todo el parque es una de las principales ocupaciones. Para ello hay una zona de interpretación, se pueden visitar cinco abrigos mediante un guía, y se realizan talleres y diversos eventos. Ello fomenta, además, la economía de los municipios.

En la actualidad se está llevando a cabo el plan del parque para proponer las líneas de investigación y la protección del mismo.

Pasando a tratar la Cueva de Chaves –excavada, entre otros, por Vicente Baldellou–, quizás sea ésta una de las más conocidas –situada en la Sierra de Guara, Huesca–, no tanto por su interés para la investigación, que también, sino por haber sido destruida hace unos años por su propietario. Hasta aquel momento era uno de los tres yacimientos de este género más importantes de la Península Ibérica, e incluso de Europa en muchos aspectos. Chaves había aportado unos importantes materiales, donde destacan cerámicas impresas en crudo, así como piedras pulimentadas características de este momento: el neolítico. Destacaban también las hachas votivas, multitud de microlitos, así como puntas de flecha. Entre la multitud de utensilios han aparecido punzones, cucharas en hueso, y elementos de adornos. Colmillos de animales, conchas marinas, considerandose algún tipo de relaciones comerciales. Muchas son piezas únicas en el mundo. También se han encontrado restos de animales, muchos de edad avanzada lo que indica que había un uso de alimentos secundarios como la leche.

Una de las líneas de la excavación fue la de descubrir la distribución de los espacios dentro de la cueva, en donde se encontraba un poblado, y en donde existen, cerca de ella, pinturas rupestres, lo que la revestía de una protección mayor que no fue respetada. Además, pese a que se intentará la recuperación de los restos, en las escombreras donde se depositaron las toneladas de tierra extraída, lo que ya no se podrá realizar es esa investigación de los espacios, uno de los aspectos más interesantes.

Pero lo más importante de todo ello es que Chaves ha venido a confirmar varias teorías. Parece que fue un grupo de gente que llegó allí, cruzando los Pirineos, con su cultura. Es decir, la cultura de chaves no se formo allí. Fue, por tanto, la fase pionera del neolítico, y con el crecimiento demográfico hizo que el núcleo original, el de Chaves, se partiera, y se establecieron nuevos núcleos entorno a 30-40 km de la cueva, y así se ha observado en el resto de yacimientos que rodean a la cueva a esa distancia, los cuales tienen una cultura material idéntica pero distando 500-600 años de Chaves. La cueva fue abandonada quizás por un desprendimiento.

La necrópolis Arcóbriga –a cargo de Alberto Lorrio y María Dolores Sánchez de Prado–, cambiando de época –datada entre el 300 y 100 a.C. – y tipo de yacimiento, es una de las necrópolis más importantes celtiberas, con piezas poco habituales en este tipo de lugares. Se localiza en el Alto Jalón, muy cerca del Cerro Villar –en la provincia de Zaragoza, en el término municipal de Ariza– en donde se situaría la ciudad celtibera. Muchas de las piezas son fruto de clandestinos de finales de los años 80, otro de los problemas que varios de los especialistas, en sus respectivas conferencia, hicieron referencia.

Como se decía al principio de este trabajo, Arcóbriga es un claro ejemplo de yacimiento excavado a principios del siglo XX, concretamente por el Marqués de Cerralbo, y que incluyó en su obra «Páginas de la Historia Patria». Estuvieron ligados a Cerralbo, además, Schulten y Cabré, siendo este último quien quedaría a cargo del Museo Cerralbo. En aquel entonces la tendencia era la realización de tipologías, y ante la abundancia de piezas, así se hizo. Los datos que aportó son interesantes, dando la disposición de las tumbas, diciendo que había tapaderas y que no se habían encontrado restos óseas. Entre las numerosas piezas, unas que Cerralbo consideró una especie de peinetas, y quizás no iba tan desencaminado. Sin embargo los ajuares no fueron publicados, más allá de uno por Cabré. Ello hizo que las piezas se mezclaran y se juntaran de unos y otros ajuares –a veces de diferentes yacimientos–, con la imposibilidad de conocer el contenido real de cada una de las tumbas.

El trabajo de los actuales arqueólogos no se ha realizado tanto en la necrópolis, sino más bien en la recopilación de los materiales, y la documentación inédita de los primeros excavadores, los cuales se encontraban en colecciones particulares. A ello se le suma los datos de la propia necrópolis que no estaba del todo agotada. Ello permitió recomponer, en gran medida, los ajuares, cuyas piezas, muchas ellas, solo se conocen por medio de fotografía.

Una de las piezas más importantes son las espadas de tipo laten, siendo uno de las colecciones más importantes que se tienen en la actualidad. Se han encontrado, también, escudos, reconstruidos a partir de los umbos, aunque estos solo se han trabajado por medio de fotos. Se han hallado piezas interpretadas como estandartes, así como aquellas peinetas que mencionaba Cerralbo, que rara vez aparecen asociadas a las armas, y que sería algún tipo de tocado de mujer. Así como abundantes fíbulas y sus correspondientes tipologías.

De época parecida, pero tratándose de una ciudad íbera, se encuentra el Cabezo de Alcala de Azaila –en la provincia de Teruel– a cargo de Miguel Beltrán, Hugo Chauton y José Ignacio Lorenzo. Se trata de un yacimiento excavado por la misma época que el anterior, y que su gran importancia le hace aparecer en todos los manuales que tratan sobre el mundo íbero.

Fue excavado prácticamente en su totalidad tras ser descubierto en 1864. Ha aportado multitud de cerámicas y casi 800 monedas. Pertenece a la cultura ibérica en su periodo tardío, con conocimiento del hierro, la moneda, la escritura, el torno, y una organización social jerarquizada. Aunque lo que se puede ver en la actualidad es la última fase, con la presencia romana.

Muchas de las piezas encontradas en las primeras excavaciones, las realizadas por Pablo Gil y Gil, han desaparecido. La excavación fue continuada por Juan Cabré, pero no se publicaron los diarios de excavación, más allá de una descripción de las cerámicas. Aunque sí que Cabré dejó un plano del momento de gran interés, puesto que durante la guerra civil se planto allí una trinchera que destruyo parcialmente el yacimiento, y que tras ella, realizó Cabré una restauración, en muchos caso abusiva, pero que ha permitido su conservación hasta el momento. Junto a la ciudad, también se excavo la necrópolis, unas 100 sepulturas de las que solo se publicaron seis.

Antonio Beltrán, entre otros, publicó una primera recopilación de datos, y en 1995 se empezó a agrupar la documentación inédita de Cabré, lo que permitió dar luz sobre el yacimiento. Y recientemente nuevos documentos de Cabré, con fotografías de la excavación han aparecido. Al mismo tiempo, entre 2004 y 2008, se inició la conservación del yacimiento, así como la posibilidad de ser visitado. También se ha comenzado a investigar las estructuras, entre las que destaca un templo en donde apareció un busto cuya interpretación ha sido desde Augusto a un héroe local. Y de igual forma la poliorcética de la ciudad, con la aparición de lo que podían ser supuestas torres

Con toda la información se ha podido determinar que hubo tres horizontes, un bronce final a un Hierro II, un poblado ibérico y un poblado ibérico con influencia romana.

Sin embargo, las preguntas son muchas, y cabe destacar si la ciudad desapareció durante la época de Sertorio, o en época de Cesar como consecuencia de las guerras civiles. Según Miguel Beltrán, la ausencia de monedas posteriores a Sertorio indica que fue destruida en época de éste. E incluso el yacimiento tienes las huellas de su asedio, con barricadas en las calles, y lo que parece ser restos de una rampa de asedio. Así como un amplio mobiliario in situ, que hace indicar que la población no tuvo tiempo como para llevarlo consigo. De igual modo, otro de los interrogantes es el nombre de Azaila en la Antigüedad.

Igual de interesante es otro yacimiento que se está descubriendo en la actualidad, el Cabezo Palao, el cual está dirigido por un arqueólogo y un especialista en religiones como es Francisco Marco, y que permite una interpretación del mundo religioso más acorde, realizándose esta interpretación directamente en el yacimiento.

Las últimas investigaciones se han realizado entre el 2004 y el 2010, aunque era conocido desde 1929-1930 cuando se realizó la primera campaña. Se encuentra en una cima amesetada cerca del rio Guadalupe. Tiene una superficie de 4 hectáreas, pero no ha sido excavado más del 5%, dividiéndose en cuatro partes. Con una época de la edad del Hierro, otra ibérica y una tercera republicana, fue ocupado durante más de mil años de forma ininterrumpida. Y en la actualidad se está siguiendo la posibilidad de un poblamiento altomedieval.

Por otra parte, como viene siendo habitual, al mismo tiempo que se va realizando la excavacion se procede a la consolidación del yacimiento.

Entre las piezas más importantes se encuentra unas treinta de estelas y esculturas de caballo. Destaca la llamada Estela del Palao, en la cual está representada un jinete, con un enemigo rodeado de buitres –es decir, un enemigo abatido–, apareciendo también un perro y una mano que simboliza el trofeo. Hay por tanto un sistema marcial de valores. Otras estelas, por su parte, representan lanzas. Parece que estas estelas son un marcador identitario de las poblaciones. Otras piezas simbólicas son las serpientes de bronce, un relieve con un falo, un toro de terracota y una figurilla femenina.

Destaca, así mismo, enterramientos de época tardoantigua, con monedas de época de Cosntantino, cuando la ciudad había sido abandonada, pero que quizás es utilizado para estos enterramientos como una reafirmación del paganismo frente al avance del cristianismo.

Para Francisco Marco es una ciudad atípica y se diferencia de otras ciudades como Contrebia Velaisca o Azaila, por presentar una estructura urbana helenística y mediterránea, pero sin edificios como termas o templos, pero si que existe un taller de escultura muy importante con representación de caballos y que define a esta ciudad entre las otras de la zona. Destaca, del mismo modo, los rituales de fundación con animales enterrados, sobre todo de perros, cuidadosamente depositados.

Se ha hallado un capital con estilo del Segundo triunvirato, y por tanto la existencia de un templo en la acrópolis –en la zona más alta de la ciudad– donde también hay lucernas, de gran interés, con cabeza de toro, entre los siglos I y II d.C. que aparecen también en Egipto y el Ática. También una Lucerna tardorrepublicana que representa a un gladiador arrodillado.

Entre los últimos hallazgos se encuentra un anillo áureo, y monedas de Osicerda, y posiblemente su nombre antiguo sea éste, aunque no todos los investigadores dan por buena la hipótesis. Parece que la ciudad apoyó al ejército cesariano, lo que supondría una elevación de su estatus.

La ciudad romana de la Caridad –en Caminreal, Teruel-, por su parte, se ha excavado desde hace más de veinte años –en la actualidad a cargo de Beatriz Ezquerra–, aunque del siglo XVIII hay una referencia a que se usaba como cantera –algo típico, a lo largo de la historia, la reutilización de materiales–. Es una ciudad romana que emerge a partir del año 133 a.C., y tan solo existe una fase de ocupación. Es decir fue construida ex-novo. Tiene un urbanismo ortogonal, con unos 1800 habitantes más o menos. Las calzadas no tenían pavimentos, pero existían canales de agua para su recogida. Las insulae, de tamaño parecido, parece corresponder al típico reparto censitario, y entre las más estudias se encuentra la primera, con una casa de planta rectangular, que sufrió ampliaciones y remodelaciones, al estilo romano y helenístico. Uno de los pavimentos, concretamente de esta casa, tiene una inscripción en paleohispánico –un indicio de la procedencia de la población–, la cual ha sido encontrada en otros lugares. Ello ha hecho pensar que esta casa sería una especie de centro de operaciones de una agrupación profesional como defiende Francisco Beltrán. Destaca también, que en algunas casas han aparecido pequeños restos pictóricos.

En cuanto a las insulae, parece que no todas estaban edificadas, como se ha demostrado el hallazgo de una parcela sin indicios de estructuras. La ciudad contaba con una línea de murallas y un foso, así como torres rectangulares.

El yacimiento ha aportado multitud de objetos, que son los que han permitido datar la ciudad entre el S. II y I a.C. Multitud de elementos de hierro relacionados con la agricultura, la talla de la piedra, la minería y la ganadería. Han parecido ruedas de carro que es algo excepcional. También llaves y todo tipo de mobiliario. Lo que no suele aparecer son objetos de tipo personal, quizás porque estos fueron llevados por sus habitantes en el momento de su abandono.

De la misma manera, el armamento encontrando también es interesante, entre los que cabe destacar un escorpión que ha permitido saber cómo eran en realidad estos. Y lo que es más interesante, la única tésera en un registro arqueológico –el resto son producto de clandestino o directamente de falsificaciones–, que indica el carácter indígena de la mayor parte de la población.

Cambiando de tema, las villae, muy estudiadas sus parte más nobles, no lo han sido tanto en su parte productiva o menos noble. Ello, ahora, está siendo subsanado, y de nuevo hay un ejemplo en Aragón: la villa romana de la Loma del Regadío –Urrea de Gaén, Teruel–, cuyos trabajos están encaminados –bajo la dirección de Carloina Villargordo y Sara Azuara–, no solo al estudio de la villa en su parte residencial, sino en la productiva –y de hecho la mayoría de las villas tenían esta segunda función–. Lo que sería la pars urbs se encontraba en la zona más alta, mientras que la parte productiva se encontraba en la parte inferior. Aunque el terreno ha sido muy modificado y por tanto la parte urbana no se encuentra en su totalidad, y edificaciones posteriores, que han sido demolidas en la actualidad, aunque utilizaron como ocurre muchas veces los propios materiales de la antigua villa.

El yacimiento fue descubierto en 1954, y ya entonces fue catalogado como villa a partir del descubrimiento de un mosaico. En 1959, el Museo de Teruel realiza la primera excavación que se centro en el mosaico ya descubierto, pero no será hasta 1997 cuando se retornan los trabajos, con excavaciones periódicas, con un total de trece hasta la fecha.

La ocupación más antigua data del S. I de nuestra Era, la cual ya sería una villa. Pese a que poco se conoce de esta primera ocupación, puesto que no quedan restos prácticamente, al haber sido las primeras estructuras desmontadas para la reestructuración de la villa. Por tanto, lo que se conserva hoy en día pertenece al S. III y principios del S. V, aunque los materiales para su datación son mínimos.

De lo descubierto hasta ahora, al menos 1400 metros cuadrados estaban edificados, en donde se distinguen una parte residencial y otra rústica o productiva. La primera está estructura alrededor de un peristylium, con mosaicos con escenas mitológicas que suelen ser habituales en el Bajo Imperio. Pero más importante han sido los datos que han aportado su parte productiva. Con un lugar para el almacenamiento de la producción y el lugar en donde esta se llevaba a cabo, principalmente la producción de vino y quizás de aceite. En lugar donde estos eran prensados, el Torcularium, es una de las partes en donde actualmente se está realizando la excavación, en donde se han descubierto las huellas de las prensas de tornillo. Y desde luego, esta era la parte de la villa, cercana a la residencial, que permitía ver la riqueza del dominus.

En una primera impresión se puede afirmar que es una de las villas productivas más importantes de Hispania, y del Bajo Imperio es el único centro encontrado, aunque ello es debido a que el resto de villas conocidas no se ha investigado esta parte productiva, lo que da una impresión equivocada.

Finalmente, aunque no puede asistir a la conferencia, se encuentra la ciudad romana de Los Bañales –en la Comarca de las Cinco Villas-, en donde existe un Plan de investigación –bajo la dirección de Javier Andreu Pintado-, que permite una mejor estructuración de los trabajos y establecer las pausas, dejando de lado la improvisación que muchas veces se realiza en los yacimientos.

En conclusión, el curso, a partir de estos yacimientos, ha permitido ver cómo está la investigación arqueológica en Aragón, y la importante labor de los arqueólogos e investigadores, cuya misión ahora es también la de conservar y abrir al público estos yacimientos. Al mismo tiempo se ha podido observar la evolución del método arqueológico desde aquellas primeras excavaciones que se realizaron a principios del siglo XX.

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