Un nuevo comentario sobre Hispania: la leyenda

Tras el esperpento histórico en el que se ha convertido esa serie de Antena 3 llamada Hispania, y de la que comentaré los fallos garrafales del tercer episodio, sugeriré una alternativa en forma de novela. Se trata-aquellos que hayan echado un vistazo al listado de novelas de esta página ya la conocerá– de Viriato. Iberia contra Roma, del escritor portugués Joao Aguiar.
Como es de comprender, se trata de un relato novelesco, en donde el autor ha reconstruido la vida de Viriato con altas dosis de imaginación, pero respetando en la medida de lo posible la historia real, cuidando los detalles mucho más que en esta serie televisiva. Y no es para menos, en cuanto que el propio autor, según dice el mismo al final de la novela, realizo una amplia investigación. Leyó las investigaciones, y todo lo documentado al respecto, de alguno de los principales historiadores, e incluso llega a dar esa bibliografía, así como una explicación sobre lo que es ficción y lo que es realidad en su obra.
De esta forma, dentro de la ficción, logra recrear un contexto real, en el territorio verdadero en donde se movió Viriato, de ahí que utilice los topónimos reales descubiertos, e incluso realice la reconstrucción de algunos lugares, teniendo en cuenta los datos aportados por los yacimientos arqueológicos. Y ello da una amplia riqueza a la obra, puesto que los cambios de escenario, devuelven al lector a la Península del S. II a.C.

Y de hecho, teniendo una novela como la de Joao Aguiar, creo que no habría sido muy difícil adaptarla en serie televisiva. Aunque, al fin y al cabo, lo que le ha importado a Antena 3 ha sido la audiencia y no el rigor histórico, con el cual la serie habría tenido el mismo éxito de audiencia, y habría sido aplaudido por los entendidos en esta actividad que es la Historia.

Y hablando ahora sí, de la irrisoria documentación de los guionistas de la serie, sorprende que Viriato se ha convertido en un Robin Hood que roba a los romanos para dárselo a los «hispanos». Cierto es que Viriato -con un ejército de verdad- se dedicó más a la lucha de guerrilla que a la lucha en campo abierto, pero lo de la serie es ridículo. Un Robin Hood, digo un Viriato, que acompañado de tres compañeros atacan los carromatos romanos. Romanos, que por otra parte, para cuya alimentación roban cuatro gallinas, unas cuantas verduras, un cuenco de leche y unas cabras -supuestamente, estos, los alimentos para que el poblacho ese pase un invierno entero-.
A todo ello se le suma un pretor -sheriff de Nottingham-, preocupado por un asaltante de caminos, al que llama «gran rebelde» y «gran líder». Cuatro hombres no pueden poner en jaque a un pretor que tiene bajo su mando a legiones, y mucho menos que sea un gran rebelde. Además, la rebelión real de Viriato, cuyo principal triunfo fue el de aunar a varias ciudades, comenzó en el año 147 a.C., mucho después de que Galba hubiera abandonado la provincia. Hasta este momento, este esperpento televisivo, tan solo ha recreado la traición y la aniquilación que llevó a cabo Galba tras prometer tierras.
Pero si hay algo que me ha llamado la atención en este último capítulo, es el papel de mujer «maltratada» que se le da a Claudia, la esposa de este Galba televisivo. Ello me lleva a comentar brevemente la situación de una mujer de la nobilitas romana. Para un pater familias, una hija valía para ser casada, normalmente para sellar alianzas políticas. Cuando estas se rompían, se podía producir un divorcio, y entonces la mujer retornaba a la casa del padre, a la espera de buscarle un nuevo marido si así lo requería una nueva alianza. Mientras tanto, una mujer casada quedaba bajo la autoridad del marido, o lo que es lo mismo, un pater familias que tenía derecho de vida y muerte bajo todos los miembros de su familia, puesto que todos los miembros de ésta quedan sub manu. Es decir, Galba puede matar a su mujer, y nadie le podría reprochar absolutamente nada. Esa es la cruda realidad de la sociedad romana -les podemos reprochar lo que queramos, pero así fue-.
Y continuando con la mujer de Galba, cuando ésta escribe una carta a su padre, dice que su marido fuerza a toda esclava que se le cruza. A una esclava no se la puede forzar en una mentalidad romana. Una esclava o un esclavo, son objetos parlantes, y con ellos se puede hacer aquello que desee su amo. Incluso si una mujer se acostaba con un esclavo, esto no suponía adulterio, a no ser que lo hiciera con un ciudadano romano o un hombre libre.
Otra cosa que me ha llamado la atención es el nombre del padre de Claudia, según la serie llamado Flavio Tulio Maro, personaje totalmente inventado. Pero analicemos la cuestión a fondo. El nombre de un romano se compone de tres partes fundamentales: praenomen, nomen y cognomen. En este caso Flavio es nomen y Tulio también. ¿Por qué tiene dos?. Un nuevo error garrafal. Y no acaba aquí la cosa. Como en Roma -y en el resto de sociedades de la Antigüedad- la mujer solo valía poco más que para lo antes mencionado, ni siquiera se les ponían un nombre específico. Llevaban tan solo el nomen familiar en femenino. Quiero decir, a modo de ejemplo, que todas las mujeres de la familia de los Claudios se llamaban Claudias. ¡Vaya!, ¿entonces como que la mujer de Galba se llama Claudia, si su padre no es un Claudio?. Creo que estamos ante otro error. Y lo peor de todo, es que la señora esposa del pretor menciona hasta la saciedad que es una patricia. Desde luego no lo será por los orígenes de ese ficticio padre, el cual si lo sería si le hubieran puesto, al menos, el nomen de Claudio.
También me pareció ridículo ese sueño en que al traidor le dan «cuatro monedas» en un saco, y según comentan son 300 denarios. Digo yo que 300 denarios ocuparán 300 monedas.
Me hizo también gracia que los romanos consideren un elemento de barbarie las cerámicas. Que sepa yo la cerámica ha sido de gran importancia hasta casi el siglo XX de nuestra Era. Aunque claro, en esta serie los romanos aparecen con estupendos barriles. No tengo ni idea en qué momento el barril fue usado, pero recuerdo algo como que César conoció las barricas de madera en la Galia. Sea o no sea así, lo cierto es que los romanos usaron las ánforas como forma de transporte de una amplia cantidad de productos, entre ellos el vino. Aunque en la serie, incluso las copas en las que beben los romanos son de metal. Podrían los directores haberse acercado a alguno de los museos para observar las riquísimas piezas de cerámica utilizada por los romanos, desde las destinadas para el almacenaje, la cocina, y las finas piezas de vajilla, algunas de ellas de gran fama como la campaniense, que era la utilizada por los romanos en el periodo de la rebelión de Viriato.
Por otra parte, la mujer de Galba cuando se da ese baño de leche -y anteriormente de vino-, le pregunta al oficial de su marido, si ha luchado alguna vez en Oriente. O una de dos, o considera Oriente a Grecia -extraño porque le habla de las princesas orientales-, o de nuevo le está preguntando por algo imposible. La primera guerra que Roma tuvo en suelo asiático fue en el 189-188 a.C. contra Antioco, y porque se tuvo el apoyo del reino de Pérgamo. Y su primera provincia allí la obtuvo en el 133 a.C. cuando Atalo III dejo en herencia el reino de Pérgamo a Roma, que pasó a ser la provincia de Asia. Hasta entonces Roma había participado solamente diplomáticamente en los reinos orientales, a excepción de Grecia en donde se habían librado importantes batallas, y el dominio progresivo de Roma.
Relacionado con el ejército, y se me paso el otro día de comentar, parece que tampoco se han percatado que el ejercito romano aún no ha sufrido la reforma de Cayo Mario. Me refiero a que cuando Viriato captura a un soldado romano, este dice que se enrolo para conseguir tierras. En aquel entonces los romanos no se enrolaba por no tener tierras, sino por todo lo contrario. Solo aquellos que podían costearse el equipo militar -es decir, aquellos que tuvieran tierras- podían ser reclutados en las legiones. Cuando las campañas acababan, estos retornaban a su actividad habitual.
Y también en este aspecto, podían usar la terminología latina adecuada. A este oficial -el segundo de Galba- se le llama continuamente general. No es muy correcto usar este término, en cuanto que el general, el que tiene el poder militar supremo –imperium- es Galba en este caso. Esta especie de segundo debería recibir el nombre de «legatus«.
Tampoco han tenido en cuenta la religión romana. Hay una escena en la que tras dar muerte a varios soldados romanos, el oficial considera que no deben ser enterrados. Esto es un acto de impiedad muy grave. El no dar sepultura, o mejor dicho, el no proceder a un ritual de paso que llevaran al fallecido al otro mundo, ocasionaba que éste quedara vagando por el mundo de los vivos, y por tanto algo perjudicial para estos.
En fin, esperaremos al cuarto episodio, a ver qué sorpresas nos trae, aunque supongo que más fallos no pueden cometer, en cuanto que ya han cometidos más de los imaginables. Al fin y al cabo, una vez más, han realizado el tópico de «buenos» y «malos»

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