Prehistoria

Drogas en la Prehistoria

La humanidad descubrió en los albores de la Prehistoria que ciertas plantas poseían cualidades curativas o preventivas. Así lo ha mostrado el registro fósil y nadie ha puesto en duda el uso de estas. Pero junto con estos loables objetivos, todo indica que también se consumieron otras muchas plantas con cualidades alucinógenas o psicoactivas, es decir, desde muy pronto se usaron lo que nosotros popularmente llamamos drogas.

Los investigadores, como muchas veces ocurre, han sido reacciones a creer que se usaron drogas en el pasado, quizás porque han considerado que tal práctica era producto de un mundo, el actual, decadente. Quizás, también, por si el mero uso de estas en la Prehistoria pudiera justificar de algún modo que se consumieran en la actualidad. Pero si hemos dicho que se usaron plantas curativas, los mismos registros que demuestran esto nos llevan también a confirmar que se consumió plantas alucinógenas. Como dice Mckenna  (1993): “hasta el siglo XIX no hemos sido capaces de aceptar  que el hombre descendía del mono; ahora tenemos que aceptar que se trataba de unos monos “colocados”. El “colocarnos” parece haber sido nuestra característica particular”.

¿Qué pruebas nos conduce a esta afirmación? En el Paleolítico, los vestigios son muy escasos. Pero la cada vez mayor pericia de los arqueólogos ha permitido encontrar indicios. Por ejemplo, en la tumba Shanidar IV en Irak, de un neandertal que vivó hacia el 60.000 a.C., se encontró una ofrenda de flores. Las especies, de acuerdo al polen hallado, tenían todas ellas propiedades medicinales. Si este era un chaman que fue enterrado con sus medicinas, no lo sabemos, pero desde luego que no es una mera casualidad que se depositaran precisamente esas plantas. Sea como fuere, entre esas variedades se encontraba la efedra, que se trata de un estimulante natural que se puede equiparar a la anfetamina, pues reduce el cansancio y permite un estado de euforia. Muy posiblemente, fuera usado por los cazadores para resistir. De hecho, sabemos que algunos pueblos primitivos actuales las usan.

El hombre, por tanto, descubrió muy pronto las sustancias psicoactivas. En concreto, las plantas alucinógenas que llevaban al consumidor a una realidad que transcendía a la cotidiana. No sería raro pensar que se usaron en contextos religiosos, pues serían un medio de llegar a la divinidad como se aprecia en religiones de civilizaciones ya avanzadas. Aunque esto último es una hipótesis, se han intentado demostrar este uso ritual a partir de motivos artísticos. Ciertas formas que aparecen en pinturas rupestres son imágenes generadas por el sistema nervioso humano, las cuales son percibidas por cualquier humano que entra en un estado alterado de conciencia, independientemente de su cultura.

Al margen de los indicios del Paleolítico, las evidencias para el Neolítico son mucho más numerosas. Los análisis de restos de individuos han dado en muchas ocasiones un consumo continuado de este tipo de drogas, lo que demuestra que el consumo no era algo accidental o puntual.  De hecho, muchos utensilios procedentes de culturas neolíticas se están actualmente relacionando con el consumo de este tipo de sustancias, como, por ejemplo, incensarios, los cuales, a su vez, se encuentran en contextos religiosos.  

¿Qué drogas se usaron? Los registros arqueológicos muestran la utilización de especies relacionadas con la familia de las  Solanaceae, entre ellas la  belladona, estramonio, beleño y mandrágora, conocidas en su conjunto como hierbas mágicas, que solían ser utilizadas en la brujería medieval. No son, por otro lado, de procedencia Europea, aunque se han naturalizado.

Pero no solo se utilizaron especies silvestres. Al parecer, los hombres no solo se hicieron productores de alimentos, es decir, domesticaron plantas —como el cereal—, sino que también cultivaron drogas. Entre ellas la adormidera y la marihuana.

La primera, la adormidera (Papaver somniferum), de la cual se extrae el opio, es una planta que evidencia una domesticación desde la Península Ibérica hasta Grecia y Chipre. Los indicios de su cultivo  se remonta al  VI milenio en el Mediterráneo occidental e, incluso, algunos apuntan a la Península Ibérica en donde primeramente se dio, ya que es en este territorio es donde se han encontrado un gran número de yacimientos con semillas de esta especie. De hecho, algunos de estos yacimientos aportan datos de un amplio consumo de opio  en el Neolítico Final. En concreto, en la Cueva de los Murciélagos (Albuñol). De cualquier manera, en la Edad del Bronce, el consumo de opio está plenamente consolidado y existe un floreciente comercio que se ha podido rastrear.

Respecto a la marihuana  (Cannabis sativa), aunque fue cultivada, es complicado demostrar su uso como alucinógeno ya que tiene también una utilidad textil (el cáñamo). Es originaria de Asia central, donde comenzó a cultivarse. Posteriormente se expandió hacia el oeste. En Europa se introdujo con anterioridad a la Edad del Hierro. Nuevamente la encontramos en lugares que tienen que ver con la religión, como es el caso de templos de la zona de Asia central, lo que viene a demostrar su uso como sustancia alucinógena.

Mención aparte merece el cornezuelo del centono (claviceps purpurea), de donde se deriva el conocido LSD. Se trata de un hongo parasitario del cereal y de otras hierbas que se puede ingerir de forma accidental con estos productos causando fuertes alucinaciones. Así, en realidad, los hombres lo descubrieron por envenenamiento accidental y masivo. En cualquier caso, fue utilizado por la medicina tradicional, sobre todo en partos difíciles.

No nos puede resultar extraño este amplio conocimiento de plantas alucinógenas —así como medicinales—, pues los hombres de la Prehistoria vivían conectados con el medio que les rodeaba. Conocían una gran variedad de especie vegetales y  pronto se darían cuenta de los efectos que causaban algunas de ellas al ingerirlas, tanto por propio autoconsumo como por el efecto que provocaban en otros animales.

En definitiva, el uso de drogas parece más o menos atestiguado desde los propios orígenes de la especie humana, aunque consumidas en muchos casos en contextos religiosos.

 

BIBLIOGRAFÍA

GUERRA DOCE, E. (2005): Las drogas en la Prehistoria, Bellaterra, Barcelona

GUERRA DOCE, E. y LÓPEZ SÁEZ, J.A. (2006): “El registro arqueobótánico de plantas psicoactivas en la Prehistoria de la Península Ibérica. Una aproximación etnobotánica y fitoquímica a la interpretación de la evidencia”, Complutum 17, pp. 7-24

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