Historia de Roma

Economia y sociedad entre los S. V y III a.C.

 

Entre los siglos V –momento en que se inicia la República- y comienzos del siglo III a.C. –antes de que se iniciara la primera de las guerras con Cartago–, Roma experimentó un cambio político –conocido como la lucha patricio-plebeya– que conllevó también un cambio económico y social. O mejor dicho, los tres factores se retroalimentaron, a los que hay que sumar un cuarto factor: el dominio de Roma sobre el Lacio, en primer lugar, y sobre Italia posteriormente.

 

La nueva situación política

Recapitulemos brevemente la situación política romana a comienzos del siglo III. Tras el inicio en el siglo V a.C. de la lucha plebeya –recordemos que se trata tan solo de las familias más pudientes de la plebe– para entrar en la dirección estatal monopolizada por el patriciado –la Serrata del Patriziato–, se llevo a cabo una larga experimentación política. Primeramente, se constituyó, dentro del Estado romano, una organización plebeya con magistrados propios –los tribunos de la plebe–. Poco después, el poder máximo del Estado fue dado a una comisión de diez miembros –los decemviri– que en su segundo año de existencia –y último– fue integrada también por plebeyos. Más tarde, se crearía una nueva institución, los tribunos militares con poder consular, en donde también participarían los plebeyos, aunque pocos años después sería sustituido por el consulado clásico de dos miembros. Ocupado éste por el patriciado, la plebe consiguió finalmente que uno de los cónsules fuera plebeyo, quedando plasmado en las leyes Liciniae-sextiae, aprobadas en el primer cuarto del S. IV. Aun no siendo respetadas durante los años siguientes, a comienzos del siglo III es indiscutible que el patriciado como tal había desaparecido, y que una nueva aristocracia, la nobilitas, compuesta por las antiguas familias patricias y por las principales familias plebeyas, gobernaba Roma.

Al mismo tiempo, el siglo III se abría con una constitución política, gestada a lo largo de los siglos anteriores, que será la que conozcamos a lo largo de la República clásica, basada en tres elementos: el Senado, en donde los antiguos magistrados –pretores y cónsules– tendrán asiento, convirtiéndose en el epicentro de la vida política, y en la imagen del poder de la nobilitas. Por otra parte, se encuentran las magistraturas, de igual modo monopolizadas por estos, y con una lucha entre las familias por ocuparlas, que se estructuran en un cursus honorum en este orden: Cuestura, Edilidad, Tribunado de la Plebe, Pretura, Consulado y Censura. Finalmente, las asambleas en donde todo el populus puede participar, con dos comicios principales: los comicios centuriados, y los comicios por tribus. Evidentemente, en los siglos siguientes sufrirán cambios, aunque la estructura de este sistema se mantendrá hasta el final de la República.

En la política exterior, Roma comenzaba el S. III, ya no con una mera ciudad del Lacio, sino como la primera potencia de Italia, la cual dominaba. Rivalizará, de igual manera, con Cartago por el dominio del Mediterráneo occidental, y que acabará en sendas guerras con ésta: las Guerras Púnicas.

 

La transformación económica

Antes de nada, ¿cuál era el sistema económico del patriciado? Como en todas las sociedades, la agricultura suponía el principal, y casi único, sistema de riqueza. El sistema de propiedad del patriciado se sostenía en la propiedad comunal de la gens. Se trataba de grandes latifundios de tierra, cultivadas en extensión, y que eran también la base de una rica ganadería. Pero ¿qué es la gens? No trataré de entrar en las dificultades de dar una definición de ésta, ni mencionar las numerosas hipótesis existentes. Se podría decir que las gentes, existentes mucho antes de que Roma tuviera una unidad política, era la agrupación de distintos grupos que compartían una ascendencia, al menos teórica, que se traducían, en ocasiones, en parentescos mitológicos. Cada uno de los miembros de estas gentes compartía un nomen común, que los identificaba –la gens Claudia, la gens Cornelia, la gens Fabia, etc. –. Dentro de cada una de las gentes existían diversas familias –que serán diferenciadas mediante un cognomen, como por ejemplo dentro de los Cornelios se encontraban los Corenlios Sila, los Cornelios Escipiones, etc. – que si bien en origen en pie de igualdad, acabaron por establecerse familias dominantes dentro de estas gentes, que serán la que conformen el patriciado, y las que controlaran el uso de esa tierra comunal. Aún sin conocer ese proceso, debemos tener en cuenta otro factor, y es que la conformación de esa élite patricia dominante se debió, ante todo, porque dentro de las gentes fueron establecidos grupos e individuos que eran ajenos a ellas, y que no entraron en pie de igualdad, sino como clientelas de esas familias patricias.

No toda la sociedad estaba integrada en estas gentes –hay que desmentir eso que se creía hace ya décadas–. Desde el advenimiento de la República fue apareciendo individuos que se dedicaban al comercio y a la artesanía, jornaleros que trabajan en las tierras comunales de las gentes, así como pequeños campesinos que contaban con una propiedad privada de reducido tamaño, y que fue en aumento conforme se conquistaba el Lacio, ante la presión para el reparto de tierras. Aunque será el patriciado quién controlará la gran mayoría del ager publicus. Sea como fuere, surgía un grupo que se apartaba del patriciado, y que será conocido como la plebs, que no pudo ser integrada como clientelas dentro de las gentes, y cuyo estrato más bajo estará siempre amenazado por las deudas, una de las principales cuestiones que se trataran a lo largo de estas décadas.

Algunas familias plebeyas irán acaparando grandes fortunas, en muchas ocasiones provenientes del comercio, puesto que la propia conquista y el contacto con otras ciudades supusieron la activación de éste, en una Roma que hasta entonces se había basado prácticamente en la agricultura. Es por ello que dichas familias presionarán para romper el monopolio político del patriciado, y entrar en las instituciones, ante todo por una razón económica: mientras el patriciado se seguía refugiando en la tradicional propiedad y explotación de la tierra, estas familias plebeyas querían orientar la política romana hacia las nuevas vías económicas –disputa que se dará también entre la nobilitas–. Por ello, no es de extrañar que la Campania se convirtiera en el objetivo clave, pues el dominio –y se presionará para mantenerlo– de Capua y Nápoles suponía la conexión con las rutas mercantiles griegas, y por tanto con el Mediterráneo oriental. Hay que aclarar, por otra parte, que esta aristocracia plebeya no eran ni revolucionarios como muchas veces se dice, sino que respaldados por sus propias clientelas, que fueron forjando entre la propia plebe, buscaban su propio beneficio.

Al mismo tiempo de ello, las propias gentes se fueron desintegrando ante la propia lucha de las familias patricias, cuya única reminiscencia será el mantenimiento de un nomen común. Apoderándose de las antiguas tierras comunales, la convirtieron también en una verdadera propiedad privada. Al mismo tiempo, tantos los grandes propietarios patricios como plebeyos –que se apoderaron de tierras al amparo de las conquistas– cultivaran esta tierra de una forma mucho más eficiente y productiva, en donde los esclavos, provenientes de la conquista, serán la principal mano de obra. Se produjo así una transformación económica en toda regla, y no solo por la forma de explotar la tierra. Al entrar en contacto con las ciudades que tenían un desarrollo comercial e industrial importante –como en Etruria, o las ciudades griegas–, Roma adquirirá un importante papel en ese comercio, como una nueva fuente de riqueza, adquiriendo también el uso de la moneda.

Por otra parte, el acceso a la tierra no solo estuvo encaminado a estas grandes familias. Una gran parte de la sociedad romana pasó a convertirse en pequeños y medianos propietarios. Se les distribuyó muchas veces mediante la creación de colonias, en ocasiones en fértiles tierras. De esta forma, una gran parte de la plebe, que tradicionalmente se encontraba endeudada –debiendo pagar intereses que duplicaban la propia deuda– y que podían acabar convirtiéndose en esclavo por éstas –nexum–, pasaron a ser una prospera capa de la sociedad, que benefició al Estado romano en dos aspectos. Primero, porque como base del reclutamiento militar, Roma tenía ahora un gran número de ciudadanos que podían integrar las legiones, los cuales debían costearse su propio armamento –fue el factor que permitió salir adelante de las numerosas guerras–. Y por otra parte, estos se convertirán en la base sobre la que se apoyará la nueva nobilitas, que buscarán sus clientelas en este numeroso grupo de la sociedad.

 

Tendencias económicas de la nueva nobilitas patricio-plebeya

A comienzos del siglo III, la nobilitas romana, independientemente de su origen patricio o plebeyo, no era un grupo compacto y homogéneo que tuviera una única meta en la dirección del Estado. Las distintas familias rivalizaban entre ellas, y se pueden apreciar dos grupos que en materia económica se confrontaron. Por una parte, grandes propietarios de tierra, cuya tendencia económica será la de mantener la agricultura como principal productor de riqueza. Por otra parte, un grupo, mucho más dinámico, que basaba su riqueza, no tanto en la propiedad inmueble, sino más en los nuevos negocios relacionados con el comercio. Hay que señalar, que aunque el antiguo patriciado tenga una tendencia a englobar el primer grupo, no se puede identificar a este grupo con el patriciado.

Dentro del segundo grupo destacará el dictador Q. Publilio Filón, un político de la nobilitas plebeya, que reguló las actividades del grupo plebeyo dirigente, propiciando que la actuación política fuera encaminada al desarrollo económico del comercio. Éste, prontamente, fue anulado por el grupo tradicionalista que prefirió continuar seguir basando sus rentas en la tierra. En este destacaron importantes personajes como Fabio Ruliano, Rutilio Censorino, P. Decio Mus, los hermanos Ogulnios, Manio Curio Dentato, que defendieron al sector del campesino de la activad mercantil.

Tiempo después, el grupo más dinámico, que intentaba el fomento de la actividad mercantil, volvió a intentar reforzar su situación política. Destacó en ello el censor Apio Cluadio Ceco, quien llevo a cabo toda una serie de reformas. Realizó el primero acueducto, Aqua Claudia, y la primera vía de comunicación que unía Roma con Capua, la via Appia. Es decir, por una parte la mejora interna de la población romana, en donde la parte de la nobilitas, que basaba su riqueza ante todo en la actividad mercantil, tenían sus clientelas. Por otra, se intentaba una mejor comunicación con el mundo de los negocios de Campania. Llevó esto desde la censura, en el 312, que le convirtió en el censor por antonomasia. Realizó, también, la primera lectio senatus, de acuerdo a la lex Ovinia votada años antes, por la cual eran los censores los encargados de regular la lista de senadores. Claudio incluyó en el Senado a hijos de libertos –que se habían enriquecido, principalmente con actividades relacionadas con el comercio–, es decir, de antiguos esclavos, que escandalizó a los más moderados. Mientras que por su parte, Cneo Flavio, edil curul, democratizó el derecho, en el 304, publicando la legis actiones, es decir, formulas de derecho civil, así como un calendario de actuación, que permitía que los ciudadanos conocieran el sistema jurídico. Apio Claudio también autorizó a la plebe urbana a inscribirse en cualquier tribu, lo que distribuía a la clientela de la «nobilitas de negocios» –beneficiada con el resto de actuaciones– entre todas las tribus con el fin de dominar las asambleas.

Entre otras reformas, también se introdujo nuevo armamento y nuevas técnicas de combate, mientras que en materia religiosa, se elevó el culto de Hércules a la categoría oficial, poniéndolo en manos de esclavos públicos.

En los años siguientes, el sector más tradicional intentó que algunas de sus reformas fueran abolidas, y de hecho se impondrán a lo largo del tiempo. A finales del siglo III se prohibirá la actividad mercantil a todos aquellos que se dedicaran a la política.

 

La nueva sociedad

La nueva sociedad, se caracterizará ante todo por estar constituida por clases, cuya pertenencia a una u otra estará basada en la riqueza. Ello se observa en la creación de clases censitarias basadas en ese factor, y que eran la base de la asamblea por centurias. Prescindiendo de que éstas fueran establecidas en época monárquica, en donde meramente existiría una división entre propietarios y no propietarios, será entre los siglos V y IV a.C. cuando se cree realmente la división censitaria, en donde los pequeños y medianos propietarios estarán integrados en la classis, estructurada en cinco clases dependiendo de su riqueza. Por debajo de estos, se encontraran aquellos que no poseían tierras, que integraban los proletarii, la infra classem, y que habitaban en el centro urbano. Y por encima de la estructura social se encontrará la supra classem, cuyos miembros aportaban la caballería al ejército, en la que el caballo era costeado por el Estado en época patricia –equites equo publico–, aunque posteriormente fue integradas las familias plebeyas, aunque deberán costearse ellos mismos ese gasto –equites equo privato–. En el siglo III, la supra classem estaba integrada, indiferentemente, por la nobilitas.

La sociedad romana, por tanto, estaba encabezada por la nobilitas, una nueva aristocracia conformada por las antiguas familias patricias y por las nuevas familias plebeyas, en igualdad de condiciones. El antiguo patriciado tan solo quedará como un título de prestigio que seguirán portando aquellas familias sobrevivientes a lo largo del tiempo como los Claudios, los Julios o los Cornelios –antiguas gentes–, cuyos únicos privilegios eran de tipo religioso, como la de participar en algunos rituales. Así como la imposibilidad de que un patricio ocupara el Tribunado de la plebe.

La pertenencia a la nobilitas se basaba de acuerdo a la riqueza y no por el nacimiento. Ello permitirá la integración de nuevos individuos conocidos como los homines novi, aunque las familias tradicionales usaran el prestigio de sus antepasados como un factor para ocupar las magistraturas. La nobilitas se constituye así como el grupo cuyos miembros tienen la posibilidad de acceso al Senado, aunque en su concepto más reducido serían aquellos que cuentan entre sus miembros con un antepasado cónsul.

Por debajo de estos, se puede considerar que estaba lo que se podía considerar ahora la plebe, la cual era muy variada. Por una parte, podemos encontrarnos una plebe urbana, que se caracteriza por residir en Roma. Tenían su marco de actuación en el núcleo urbano, en donde un reducido grupo comenzará a destacar: especuladores, comerciantes, prestamistas, banqueros, publicani –estos últimos se encargaban de llevar a cabo las obras públicas, a cambio del correspondiente pago–. Muchos de estos acabarán por equipararse en riqueza a la propia nobilitas. Aunque prontamente quedaron excluidos de la vida política porque su riqueza provenía precisamente de esas actividades, considerándose que era la tierra la única forma para la obtención de rentas que podía llevar a cabo un político, aunque ello será a partir del siglo II. Este grupo de mercantiles serán los llamados équites, puesto que por su riqueza podían entrar en la supra classem, y por tanto servir en el ejercito como équites, al igual que la nobilitas. Como grupo fueron formándose en el siglo II, y consiguieron el suficiente prestigio como para formar sus propias clientelas e influir en la sombra en la política.

Más como plebe urbana se puede considerar a todos aquellos proletarii, que no poseían propiedades privadas. Trabajaban, ya fuera como jornaleros, o tenían distintos oficios, en el mejor de los casos. El número de estos últimos fue aumentado, en una Roma urbana que iba creciendo. Sin embargo, seguían siendo ciudadanos romanos.

El campesinado conformaba el mayor grupo de la plebe, la plebe rural, que será el que aporte soldados a la infantería romana. Conformaban en sostenimiento y las clientelas de la nobilitas, y se podría decir constituían el verdadero Estado romano. Son pequeños y medianos propietarios, que fueron beneficiados con parcelas en los repartos del ager romanus, muchas veces en las nuevas colonias fundadas en Italia.

Por otra parte, los libertos, antiguos esclavo que habían logrado la libertad, ya fuera mediante su compra o por la propia concesión de su antiguo amo –algo que solía ser común– suponían otra parte de la sociedad. En su mayoría se dedicaron, una vez liberados, a realizar diversos oficios –integrando a los proletarii–, aunque siguieron ligados a sus antiguos amos por lazos de clientelas, lo que supuso la amplia liberación de estos, ya que una vez liberados se convertían en ciudadanos romanos. Ello hizo que se regulara, desde el siglo IV a.C., este tipo de liberación y que se estableciera el impuesto del 5%, la vicésima libertatis, del valor del escavo cuando este era liberado. No todos los libertos se convertían en ciudadanos, puesto que dependía del estatus de su amo. Si este era ciudadano, pasaba a convertirse en tal, sin embargo si este era extranjero –peregrinus–, el liberto sería extranjero, y si su amo tenía el estatuto de latino, este también lo sería.

Finalmente, una amplia población era esclava. Eran los llamados instrumentum vocale, a los cuales no se les consideraba como hombres –o mujeres–. No es algo extraño, pues fue algo común en la mayoría de las sociedades del pasado. Provenían de prisioneros de guerra, y por deudas de ciudadanos libres –aunque una Lex Poetelia-Papiria había eliminado la esclavitud por deudas–. Con el comercio, el tráfico de esclavos se incrementó, sobre todo el proveniente de oriente. Su principal función serán la de trabajar los grandes latifundios de la nobilitas, el trabajo en las minas, y los más refinados para el servicio doméstico.

En conclusión, el siglo III comenzaba con una nueva sociedad, y con una economía que se basaba tanto en la tierra cultivada por esclavos, como en el comercio. Un Estado gobernado por la nobilitas que deberá enfrentarse con la única potencia que le hacía sombra, Cartago, y en donde los ejércitos que la harán frente estarán compuesto por una prospera clase de pequeños y medianos propietarios.

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