El mono desnudo – Desmond Morris
Desmond Morris, El mono desnudo, Debolsillo, 2003
La Zoología es la ciencia que estudia a los animales. A todos los animales menos a uno en concreto: el mono desnudo. Al parecer, este mono desnudo sabe desde hace mucho tiempo que la Tierra –lo digo metafóricamente- dejó de ser el centro del Universo y comenzó a girar en torno al Sol. Sin embargo, estos siguieron considerándose el centro del propio cosmos –ya fuera por ser las criaturas de Dios o, en su caso, la “especie elegida”- e, incluso, han llegado a crear una ciencia con el fin de estudiarse a sí mismos: la Antropología. En efecto, estamos hablando de los humanos.
Estos se ha querido separar del resto de los animales y, si se puede decir, de la propia naturaleza, cubriéndose bajo el abultado manto de su cultura. Pese a esta, siguen siendo, lo quieran o no, animales y, por tanto, como alega el autor de esta obra, Desmond Morris, puede ser estudiado perfectamente por su ciencia, la ya mencionada Zoología. Aquí reside la peculiaridad de esta famosa obra, la cual es, cuanto menos, llamativa, y, de hecho, mucho más lo debió ser en los años sesenta, que fue cuando se publicó por primera vez.
La denominación que otorga el autor a los humanos no es, desde luego, casual. Este nos está presentado a los hombres como si se tratara de una especie hallada recientemente. De hecho, no duda en llegar a compararlos con una nueva especie de ardilla, en donde el zoólogo se presta a estudiarla y, sobre todo, a ponerle un nombre, el cual es tomado a partir de su principal peculiaridad física. Del mismo modo que a esa ardilla, al hombre le busca una característica que lo defina: “Hay ciento noventa y tres especies vivientes de simios y monos. Ciento noventa y dos de ellas están cubiertas de pelo. La excepción la constituye un mono desnudo que se ha puesto a sí mismo el nombre de Homo sapiens”. Una denominación, esta de mono desnudo, quizás mucho menos atrevida que la de “hombre sabio”, pero al fin y al cabo, una curiosa peculiaridad que únicamente comparte –a la carencia de pelo me refiero- con unos pocos animales, tal y como se nos dice en el primero de los capítulos, el cual dedica a los orígenes de la especie.
El resto de los capítulos los dedica a cuestiones concretas: la forma de apalearse, la crianza de sus descendientes, la exploración, la lucha, su alimentación, la búsqueda de su confort y su interacción con otros animales. En todos ellos se despoja al mono desnudo de su cultura, puesto que si bien esta se menciona, el autor parece transmitirnos la idea de que sus características físicas son fundamentales para el comportamiento de la especie humana. Unas características, por tanto, compartidas por todos los sujetos de esta especie independientemente de la cultura a la que pertenezcan.
Nada de los que nos dice es una mera invención del autor. Ni mucho menos. Cada una de las afirmaciones que realiza se fundamenta en trabajos de investigación, los cuales se mencionan en una bibliografía al final del libro. Así, se puede decir, más bien, que el autor ha recopilado numerosos estudios y nos los presenta desde este peculiar enfoque y, sobre todo, narrados con gran esmero para que sean entendidos por el gran público, por lo que no vamos a encontrar tecnicismos típicos de la ciencia. Claramente, también debemos tener en cuenta que únicamente recoge los estudios de la época en que escribió este trabajo y, por tanto, desde entonces muchos de esos estos han quedado desfasados o se han desmontado. Es lo que sucede, por ejemplo, con el capítulo dedicado al proceso evolutivo de la especie, el cual queda básicamente obsoleto.
Sea como fuere, la obra no deja de ser interesante por su enfoque, así como controvertida e, incluso, errática en muchas de las afirmaciones. En cualquier caso, merece ser leída.