España libre…cambista. La Flaca 3-4-1869

Viñeta publicada el 3 de abril de 1869 en La Flaca nº 2

La Constitución de 1869 había sido aprobada el 1 de junio de 1869. El nuevo Gobierno presidido por el liberal Prim y bajo la regencia de unionista Serrano emprendió el desarrollo legislativo del nuevo Estado democrático. Entre las medidas económicas, el ministro de Hacienda, Laureano Figuerola, representando en la imagen portando un bolso donde se puede leer el nombre de su cartera, estableció un nuevo arancel que se le conoce por su nombre: el arancel Figuerola. Este era fijado en el decreto del 12 de julio de 1869, que determinaba una bajada de los aranceles al 15% en seis años. De esta manera, la política económica española giraba hacia el librecambismo.

El librecambismo permite la entrada en un país de mercancías extranjeras libremente. Por tanto, corresponde a la concepción más liberal por la cual el Estado no debe intervenir en la economía, en este caso en el plano comercial internacional. Frente a esta idea está el proteccionismo, que trata de impedir la competencia exterior por medio de fuertes aranceles con el fin de proteger la industria nacional.

España había optado, desde el establecimiento del Estado liberal, por el proteccionismo. Había habido algunos intentos para acabar con este, así durante la Regencia de Espartero se estableció el arancel de 1941 claramente de orientación librecambista. De nuevo, aunque tímidamente, el ministro Mon, que llevó a cabo la reforma del sistema fiscal español, estableció en 1849 un nuevo arancel en esta misma dirección. Pero a esta política librecambista se habían opuesto siempre los industriales, especialmente los catalanes, pues esa región era en aquel momento la zona más industrializada del país. Así lo manifestaba de forma sarcástica el periodista Fernández Flórez, todavía en 1921, al indicar que la industria nacional está “agarrada a los maternales faldones de las casacas de los ministros, se cría débil, raquítica, caprichosa y llorona”. En efecto, los empresarios españoles no quería competencia exterior.

Para La Flaca el librecambismo que pretendía, y así se hizo, el nuevo régimen liberal traerá el cierre de las industrias españolas y la pobreza para los trabajadores, tal y como se representa en la mitad derecha de la imagen, mientras que beneficiará a las industrias extranjeras, especialmente las británicas, pues el Reino Unido era en aquel momento la fábrica del mundo y producía a bajos precios. El diputado Pedro Bosch, uno de los más acérrimos defensores del proteccionismo y organizador de manifestaciones desde principios del año 69 contra tal política, clamaba ante el Congreso, en nombre de las clases artesanas y pequeñas industrias, que “todas las comarcas de España necesitan para prosperar asegurar su trabajo, garantizar su producción por medio de tarifas contra la concurrencia extranjera, que son comunes a unas y otras la falta de medios y elementos para producir bien y barato, gracias a las constantes perturbaciones y luchas que han impedido a España seguir a las demás Naciones en sus progresos materiales, en la aplicación de los inventos modernos, que multiplican, abaratan y mejoran los productivos, multiplicando, abaratando y mejorando los medios de producción”.

Llama la atención que una revista cercana al republicanismo defendiera el proteccionismo. Esto se explica, por una parte, a que la revista era catalana y, en efecto, sus potenciales lectores tenían intereses en la industria de dicha región. Por otra parte, y por el mismo motivo, los republicanos federales, fuertes también en Cataluña, que eran los más radicales a la hora de establecer la política liberal, son los que se opusieron con más ahínco al librecambismo. Como le contestaba el diputado Gabriel Rodríguez Benedicto a Pi y Margall en uno de los debates parlamentarios de aquel año 1869: “es muy de extrañar, Sres. Diputados, que la oposición a la libertad de comercio salga de los bancos de la minoría republicana. Para esos señores, la libertad es buena en todas sus manifestaciones, menos en lo relativo al comercio”.

Gabriel Rodríguez era uno de los mayores defensores del librecambismo, junto con Joaquín Sanromá. Este pensamiento sobre todo se daba en los círculos universitarios, y en el Sexenio Democrático lograron imponer sus tesis. Para estos teóricos, el arancel Figuerola y, por tanto el librecambismo, debía tener como objetivo incrementar la recaudación; Rodríguez así se lo expresaba a Pi: “la reforma arancelaria es la única áncora de salvación que tenemos para aumentar nuestros ingresos”. También se entendía que esta política librecambista haría que la industria española fuera más competitiva. No obstante, si la industria española estaba atrasada como indicaba Bosch, difícilmente esta podría tomar medidas para competir antes de hundirse. Así, los republicanos alegaban que no era el momento adecuado, tal y como se desprende del reproche de Rodríguez: “Yo no sé cuándo encontrarán el Sr. Pi y los que como él piensan oportuna la reforma de que se trata.” La realidad era que, tal cual se ha señalado al principio, había un plazo de seis años durante los cuales habría reducción paulatina de los aranceles que tenía como objetivo dar tiempo a la industria española para reestructurarse.

La fuerza de los hechos dieron la razón a los librecambistas. Las importaciones aumentaron un 17% mientras que las exportaciones crecieron un 50%. Sobre todo fue beneficioso para los productores agrarios, como por ejemplo la exportación de vino. Por su parte, la industria en gran medida salió beneficiada en tanto que las importación de materias primas, como el algodón, eran más baratas al no tener que pagar altos aranceles. El arancel Figuerola, vigente durante la primera parte de la Restauración, permitió también llegar a tratados comerciales con otras potencias y fijar en ellos la regulaciones arancelarias tanto de la importación y exportación. La política proteccionista tan solo volvió a España a finales del siglo XIX ante la imposibilidad de competir con los bajos precios de los productos alimenticios procedentes de EE.UU., Argentina y Australia. No fue solo en España, el conjunto de España giró hacia el proteccionismo.

BIBLIOGRAFÍA
GISBERT, L. (1875): “La reforma arancelaria de 1869”, Revista Europea 67, pp. 521-525.
GISBERT, L. (1875): “La reforma arancelaria de 1869”, Revista Europea 68, pp. 586-592.
VILLARES, R. y MORENO LUZÓN, J. (2017): Restauración y Dictadura, Crítica, Barcelona
SERRANO SANZ, J.M. (2011): Librecambio y protección en la España liberal, Historia Contemporánea 43, pp. 623-652



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