El calendario prejuliano del S. I a.C es el proceso de una evolución. El método seguido por muchos investigadores como Michels o Brind’ Amour, para la reconstrucción de esta evolución, es partir de lo que se conoce hasta los propios orígenes. Es este el método mejor, que permite ser consciente de los cambios que se van produciendo. Aunque en este caso se comentará la evolución cronológicamente desde sus orígenes.
El material que proporciona los Fasti, en especial las letras mayúsculas, es considerado que ya se encontraba presente en la época monárquica, y que se mantuvo inalterado durante el periodo republicano. Esta suposición no está, sin embargo, basada en ninguna prueba, tan solo en la intuición de Mommsen, quién vio que el material escrito en mayúsculas en los Fasti es esencialmente idéntico en todas las inscripciones, mientras que el material en letras minúsculas varía bastante, por lo que concluyó que los nombres de los días, el carácter de los días y las letras nundinales, formó parte del calendario original ,que Mommsen dató en el período real, mientras que las inscripciones en minúsculas fueron añadidas con el tiempo. Esta conclusión es posible, pero implicaría que a lo largo de todo el período de la república, cuando las instituciones, y toda la sociedad romana cambia , el calendario permaneció estático. Pese a que la veracidad de esta hipótesis es muy dudosa, la mayoría de los investigadores que han escrito sobre el calendario romano la han aceptado, quizás por la gran autoridad de Mommsen, que fue durante mucho tiempo incuestionable. En cambio, Michels propone que esto no sería así, y que el uso de las letras mayúsculas en el calendario surgió con el tiempo, de acuerdo a las necesidades de la comunidad[1].
¿CALENDARIO DE DIEZ MESES?
Según Plutarco, en su obra de las vidas paraleles, cuando habla de la vida de Numa, afirmaba que Rómulo había creado un calendario de 360 días dividido en doce, o diez meses, cada uno de estos con 20 o 35 días[2]. Al parecer Plutarco tenía una seria duda, algo que no sucede en otros autores clásicos, que afirman rotundamente que el año del calendario de Rómulo contaba con diez meses, de esta manera, Varrón indica en que el año de 10 meses era el año natural ya que consideraba que el embarazo duraba 10 meses. Sin embargo esto no parece aplicable[3]. Hay que poner en duda la existencia de un año de 360 días como lo hacen muchos historiadores romanos, como Censorino, quien consideraba que este año de 10 meses debía de tener 304 días, divididos en seis meses de 30 días y cuatro de 31, añadiendo Numa 51 días suplementarios, quitando a cada mes de 30 días uno, repartiendo estos 57 días entre dos nuevos meses, Enero y Febrero de 29 y 28 días respectivamente[4].
Aunque por el contrario Macrobio asegura que Numa habría añadió 51 días y no 50, por lo que los dos nuevos meses tendría ambos 28 días[5]. El resultado sería un año de 354 días que se correspondería con el año lunar, siendo más adelante cuando se añadiría un día más para evitar que el numero total de días diese un año con días par[6], ya que los romanos consideraban de mal agüero los números pares. El año resultante de una hipotética reforma de Numa daría el año típico romano: un año de doce meses con 355 días repartidos en meses de 30 días, menos cuatro de 31, y uno, febrero, de 28 días.
El año propuesto por Plutarco no es apoyado por otras fuentes romanas y parece un intento de crear un año próximo al lunisolar de 365 días de acuerdo con la tradición de que Numa había sido el instaurador definitivo del calendario. Por otra parte, unos meses de 35 o 20 días como dice Plutarco, habría hecho imposible un sistema de Kalendas, Nonas e Idus basado en las fases de la luna, que, crearía además, un desfase mayor, entre las fases lunares y el mes civil.
De igual modo un año de 304 días tampoco parece útil ya que no se adapta al ciclo lunar de 354 días, ni al año solar, lo que hubiera propuesto una intercalación todavía mayor. A la vista de esto parece lógico decir, con toda seguridad, que el año de diez meses no habría existido realmente. Esta hipótesis es la que considera Brind´Amour, quien afirma tajantemente que el año primitivo de diez meses jamás existió[7].
Recientemente se ha defendido la existencia de un calendario de 10 meses, en la península itálica ,a partir de una inscripción sobre una tablilla de arcilla, conocida como la tabula Capuana, encontrada en ciudad de Capua en 1898, datada entre finales del siglo VI y principios del V a. C, y que actualmente se conserva en el Museo de Berlín. La inscripción es un texto en letra cursiva que aparece dividido por una serie 10 columnas que se han identificado como meses, a pesar de tener una importante laguna en su parte inferior. El texto ha sido traducido por Mauro Cristofan, y publicado en su libro Tabula Capuana en 1995.
El texto se corresponde con un calendario ritual elaborado con una finalidad, y con toda seguridad, la servir de guía a los miembros de un colegio sacerdotal en sus ceremonias mensuales. En él se prescriben una serie de ceremonias así como los lugares donde deben realizarse, y elementos del ritual que debe llevarse a cabo. Por otro lado, en el texto se perciben claramente los nombres de cuatro meses en cada una de las cinco secciones que se pueden leer de la tablilla, que se corresponden con los del calendario romano[8]. Las otras cinco secciones se encuentran muy mutiladas por una gran laguna en el centro, que impide cualquier identificación de este tipo. Debido a que la segunda sección es la correspondiente a abril se ha reconstruido el primer mes como equivalente al marzo latino, y se ha considerado teniendo en cuenta la posición inicial que el resto de los meses deberían corresponderse con los del calendario de 10 meses que la tradición atribuía a Rómulo.
Pero esto no puede demostrar que existiera un año romano de diez meses, puesto que la Tabula Capuana se inscribe en el ámbito etrusco, y solo podría extrapolarse al ámbito latino a titulo comparativo y no probatorio. Por otro lado, el hecho de que abril fuese el segundo mes del calendario, no indica que precediese a un marzo etrusco, como en el ámbito romano, por lo que es imposible establecer a priori una equivalencia total entre ambos casos. La imposibilidad de identificar otros nombres de meses en las secciones restantes del texto, no permite saber que meses eran estos, y si se correspondían con la sucesión de los meses romanos. Esta tablilla no es un calendario tan sistemático como lo fasti romanos en el que incluyen todos los días y no solo aquellos que tienen un valor religioso. Ello es debido a la finalidad del documento, una lista de rituales en el orden que debían celebrarse a lo largo del año, por lo que no sería extraño que pudieran faltar secciones, correspondientes a meses en los que no hubiera ningún acontecimiento religioso, como por ejemplo sucede en Roma, en donde no había ningún rito religiosos ni en septiembre ni noviembre, aparte de las propias del mes.
La misma atribución de un año de diez meses a Rómulo, y de una reforma de doce meses a Numa, es igualmente sospechosa, ya que son dos personajes cuya existencia, con total seguridad, al menos Rómulo, no existieron, siendo tan solo una invención de los romanos para explicar sus orígenes. En este sentido la atribución a Rómulo de un calendario de 10 meses completado después por Numa podría inscribirse en esta representación cultural de los orígenes de la Urbs.
Por otro lado, habría que considerar el valor que se otorgaba al diez. Rodríguez Adrados, en un estudio sobre el sistema institucional romano, concluye diciendo que los romanos daban un gran valor al numero diez que se muestra en una tendencia a la organización decimal, que además se da en otros pueblos indoeuropeos occidentales[9]. Estudios parecidos, han sido realizados por Dumézil, en los que se mezcla un valor simbólico de los números y la estructura sociopolítica. No sería de extrañar que esta organización decimal hubiera servido también como base de un primitivo año de diez meses. A Brind’Amour le llama la atención que los nombres del año en el calendario de época republicana, seis meses iniciales con nombres teóforos y seis con nombres numéricos. Pero estos meses con nombre numérico no comienzan por un Septilis, sino por un Quintilis, dando un diciembre que en realidad es un duodécimo. Es decir, los nombres de los meses numéricos han sido contados partiendo de Marzo, como si Enero y Febrero no existiesen. Esto podría, y ha sido explicado de varias maneras, la primera, que existiera un calendario de diez meses, o una segunda que enero y febrero fueran los dos últimos meses del año, hecho que también causa muchas dudas. Pero Brind’Amour no adopta ninguna de estas soluciones, afirmando que existía un año de diez meses dentro del propio calendario de doce meses, puesto que existe un diciembre[10].
Esta afirmación no carece de fundamente, basándose en la comparación con el calendario de otra ciudad latina, Alba. Ovidio indica que en Alba el tercer mes del año era el mes de Marte
[11]. Alba Longa era la ciudad que los romanos consideraban su ciudad madre, cuyos habitantes habían fundado Roma, así como la comunidad cultural de los pueblos latinos, por lo que no sería raro que el marzo romano y el albano fuesen el mismo mes. Por otro lado enero era el mes consagrado a Jano, divinidad de los comienzos, a la que se coincide en atribuir un origen muy antiguo, y que por lógica era normal que se situase, en efecto, al comienzo del año. Asimismo es extraña la distribución tan regular de los nombre de los meses, seis teóforos y seis numéricos formando dos mitades perfectas de año que vendría a estar a favor del origen antiguo de esta repartición de los meses, a pesar de lo inusual de su computo que excluye a Enero y Febrero, sin que sepamos muy bien el por qué, tal vez por el carácter ritual de estos meses, y en consonancia con los rituales de apertura del año que se realizaban en las Kalendas de marzo. Sea como fuere enero y febrero eran situados al mismo tiempo fuera y dentro del tiempo.
EL CALENDARIO DE NUMA
Como ya se ha dicho, se considera que Numa Pompilio había reformado el calendario de Rómulo, introduciendo el año de 355 días, y creando dos meses nuevos, lo que hacía que el año estuviera compuesto de doce meses. Aunque habría que plantearse, ya que parece que no existiera un calendario de diez meses, que los dos nuevos meses no se crearon ex novo, si no que consistió en dar nombre a dos meses ya existente, Ianuarius y Februarius, que se ubicaron a continuación de December. Parece que Ianuarius pudiera proceder de Iano, pero la procedencia del nombre de Februarius parece complicada de determinar. Algunos investigadores han considerado que procede de la palabra februare, que vendría a significar «purgar», lo cual vendría a explicar la celebración de la Lupecalia, una de las principales fiestas de este mes. Por su parte Varrón dice que su origen estaba en februatio, argumentando las celebraciones de Parentalia y Feralia, fiestas de los muertos. Macrobio, y más tarde Ausonio, dirán que existía un Februus deus, del cual podría haber tomado su nombre[12].
Curiosamente, se mantuvieron intactos cuatro meses del supuesto calendario de Rómulo, precisamente los que contaban con 31 días, los llamados “largos”, “llenos” o pleni mensis: Martius, Maius, Quinctilis y October. Esto les otorgará el privilegio del que disfrutarán a partir de entonces y que no perderán durante la historia de Roma, el de situar sus nonas siete días después de las kalendas, y de igual forma sus idus, que en vez de los días 13 serán los 15. El resto de los meses se considerarán “huecos” o cavi menses, aun cuando en la reforma de César adquieran días extra y alcancen duración de 31 días. Al parecer, desde temprano, se podrían haber fijado los tres días claves de los meses, prescindiendo de los movimientos de la luna, que en principio habría determinado la celebración de las kalendas, nonas e idus.
Otra característica es que a todos los meses se les asignará una duración impar de 29 ó 31 días, por aquella superstición romana de que los días pares traían mala suerte. Basta un rápido vistazo al calendario para darse cuenta que todas las grandes fiestas consignadas en él, más de ochenta, transcurren en días alternos y jornadas impares dentro de la cuenta mensual. Únicamente hay dos excepciones a la norma, la Equirria priora y el Regifugium. Tan solo un mes, febrero, será par, con 28 días, lo que hará que sea un mes “odiado” por los romanos, además que en él se celebraban ceremonias que tenían que ver con la muerte y los ritos funerales.
Por otra parte, los romanos tuvieron que ver desde pronto, el desfase de su calendario de 355 días con el año tropical. El calendario así construido era unos 10 días mas corto que el año solar, por lo que estaba claro que ya desde el segundo año se desajustarían las fiestas religiosas con las fiestas agrícolas asociadas a ellas. La solución era el añadir días extras, como lo han realizados otras culturas, al año. Existían varias posibilidades, una el añadir días, unos 10 u 11 al año fuera de cualquier mes, y otra alternativa, la que se elegiría, era intercalar un mes completo cuando fuese necesario.
La opción elegida fue intercalar un mes extra cada 24 meses normales. El primer año contaba los 12 meses tradicionales, pero el siguiente debía tener 13 porque debía recibir este mes Intercalaris, de duración variable entre 20 y 22 días que se añadían cuando se estimaba oportuno, generalmente cada dos años. Con el tiempo se fijó su duración en 22 días exactamente, que solo se modificaba de vez en cuando añadiéndole un día. El mes intercalar tendría una gran importancia política, ya que estando el calendario al cargo del colegio de sacerdotes, estos tenían, por lo tanto, el poder de hacer que el año durara más, lo que haría que los magistrados de aquel año estuvieran más tiempo en su cargo. Esto hará que, como suele ser habitual en Roma, no se siga estrictamente el intercalar el mes cada dos años, por lo que habrá periodos prolongados en los que no se intercale el mes, o varios años seguidos en los que si se haga.
Finalmente habría que decir que la existencia de un calendario creado por Numa, puesto que ni siquiera se considera a éste como un personaje histórico, es difícil de creer. Habría más bien que pensar que a lo largo de los siglos, del VI al III a.C hubo diversos experimentos de calendarios hasta llegar a lo que se conoce como calendario republicano o prejuliano, por lo que no se trataría de un calendario creado en un momento concreto.
LA REFORMA DE LOS DECEMVIRI
Macrobio, al preguntarse sobre quien fue el primero en intercalar días para corregir el desfase del calendario, dice que tradicionalmente se le atribuía a Numa, como antes se ha explicado, pero Macrobio atribuye como autores de la primera intercalación a los decemviros durante su segundo mandato, en el 450 a.C[13]. Pero además, al parecer los decemviros no solo introdujeron los mensis intercalaris, sino que también se considera que habían alterado el orden de los meses. Ovidio apreció ya una contradicción del calendario, pues en sus Fastos se pregunta por qué mientras que la fiesta de Jano se celebra en el primer mes del año, las fiestas de Terminalia, no se celebraban el último mes del año sino a finales del segundo; para Ovidio esto suponía una contradicción porque las Terminalia debería ser las últimas celebraciones religiosas del año[14].
Pero esta paradoja no era una especulación solo propia de este autor, sino que respondía a una preocupación intelectual que había ocupado el tiempo de otros autores, la de si en alguna época Febrero había ocupado otro lugar en el calendario que no fuese el actual. Por lo tanto, se podría decir que la reforma decemviral no habría supuesto solo la aparición de la intercalación sino que abría unido dos meses situados en los extremos del calendario. Brind’Amour sugiere que la reforma decemviral produjo que el año, que hasta entonces empezaba en enero, hubiera sido sustituido por marzo[15].
La idea de marzo como comienzo del año estaba muy arraigada, y respondía al carácter de las ceremonias religiosas realizadas durante este mes, en las que se aprecia un claro sentido de apertura, no solo de las campañas militares, sino de la estación en general, rituales comola renovación del fuego eterno del templo de Vesta, o el cambio de los ramos que adornaban las casas de algunos sacerdotes, tienen simbolismo de renovación claro e indiscutible. Lo cual justifica, en parte, los intentos de los historiadores romanos por justificar la dualidad de enero y marzo como meses iniciales. Muchos han considerado que ambos meses eran meses de comienzo del año, si bien uno lo sería del año civil, marzo, y otro del año sagrado, enero, obviamente esta explicación no puede ser probada[16].
En general las fuentes que se tienen son contradictorias, incluso en los mismos autores, donde una y otra vez se contradicen. Se atribuye tanto a Numa y a los decemviros la creación de los meses de enero y febrero, o su cambio de orden, así como otras modificaciones. El cuadro obtenido a través de la hipótesis expuesta por Plutarco es también muy extraño, pues alterna una localización de enero y febrero como undécimo y duodécimo mes con Rómulo, después con Numa pasaría a ocupar el primer y segundo puesto, produciéndose un nuevo cambio con los decemviros, volviendo a la posición en el calendario de Rómulo; y por último, un retorno al calendario numáico en época histórica. Es una extraña visión la dada por este historiador griego, que no se encuentra en ningún historiador romano, pero que tampoco puede ser desechada.
La existencia real de la reforma decenviral ha sido un asunto controvertido por esta confusión entre los textos: Los mismo autores clásicos parecen comportarse como transmisores de una idea tradicional, más aceptada que creída en algunos casos. La idea de un año comenzado en enero en época real, y un año comenzado en marzo a partir de los decemviros, se le debe encontrar alguna explicación, por lo que se plantean dos posibles opciones. Bien considerar que, a pesar de lo extraño de esta idea, podría haber alguna motivación de otro tipo que justificase la reforma del calendario para hacer comenzar el año en marzo. En este sentido Brind ´Amour ha sostenido razones de tipo administrativo, basadas en la gran regularidad de un calendario de este tipo. Este autor incide en que un calendario comenzado en marzo el año quedaba divido en tres estaciones de cuatro meses encabezados por Marzo, Julio, y Noviembre. La ventaja estaría en que cada una de estas estaciones tendría igual número de nundinas que las otras, y que el primer día de las nundinas, y el primer día de marzo, julio y noviembre, coincidiría con el primer día de un intervalo nundinal, marcado con la letra A. Este día era el denominado propiamente como nundina y en él los habitantes del campo iban a la ciudad[17].
La otra hipótesis, que niega la realidad del calendario decenviral es la de Michels, que considera que la ley de las doce tablas, en la que los decenviros hablan sobre el calendario, no puede entenderse como una reorganización de éste, sino como una mera ley sobre la intercalación de un mes[18]. Esta teoría tiene a su favor el punto más débil de la teoría de Brind´Amour, la imposibilidad de probar que un calendario de este tipo existió y el hecho de que el calendario republicano sea distinto. Aunque se negara que el nombre de Ianuarius fuera antiguo y procediese ya de época monárquica, podría alegarse de nuevo el paralelo con otras ciudades del Lacio, sugerido por el propio Brind´Amour a favor de que marzo fuera inicialmente el tercer mes del calendario.
DEL SIGLO IV AL SIGLO I A.C
La principal dificultad que existe para el estudio del calendario en estos siglos es el mes intercalar, que era llevado a cabo por una política arbitrista, por parte del pontífice máximo y el colegio sacerdotal, el cual lo usaron, para retrasar elecciones, o permitir que los magistrados estuvieran mayor tiempo en el cargo. También el mes intercalar fue considerado como de mal agüero, y durante la segunda guerra púnica (218 – 201 a.C) los sacerdotes fueron vacilantes a realizar cualquier intercalación. Por lo tanto no se intercalaron siempre los días adicionales necesarios para sincronizar el calendario a la realidad, de tal modo que un eclipse casi total de sol, que los modernos astrónomos han calculado que ocurrió el 14 de marzo del 190 a.C, Livio lo cita en su obra como ocurrido el 11 de julio, por lo que el calendario civil estaba adelantado cuatro meses al año solar.
Esta forma arbitraria de usar el mes intercalar ha hecho necesario que se deba realizar un exhaustivo estudio sobre la cronología romana, para equiparar los años julianos con los años prejulianos. Para ello es necesario el uso de varias fuentes, dependiendo de la época que se estudie.
Desde principios del S. I a.C hasta la reforma del calendario por César, en el 46 a.C, la principal fuente son los discursos y cartas de Cicerón, así como el material que César proporciona. Casio Dion, aunque escribe dos siglos más adelante, es otra fuente dominante, así como Censorino y Macrobio. Este periodo ha sido el más estudiado cronológicamente, tanto en el siglo XIX como en el XX, por lo que es el más conocido.
El siglo II a.C ha sido estudiado con menos profundidad con propósitos cronológicos Sin embargo, se tiene un sincronismo absoluto, gracias a Livio, que menciona varios eclipses, lo que permite que se puedan limitar el número de las intercalaciones posibles para este siglo. Para el siglo III a.C, y en especial los años de la segunda guerra púnica, una vez más la fuente primaria es Livio, con datos adicionales de Polibio y algunos de Casio Dion. Para este periodo tan solo se tienen fuentes literarias. Finalmente, el material para el estudio cronológico para la primera guerra púnica y los años anteriores es muy escaso, debiéndose usar fuentes posteriores como Polibio y lo que ello conlleva.
Según dice Macrobio[19], el cónsul Acilio Glabo, hizo aprobar una ley referente a la intercalación en el 191 a.C, momento en que empezó la guerra de Aetolian. Las normas que fijaban la lex Acilia son desconocidas. Puesto que en las décadas posteriores la intercalación se realizará cada dos años, se ha de suponer que se fijó el tiempo entre intercalación e intercalación, pero más allá de este dato, todo es especulación. Al parecer esta ley intentaría compensar la falta de intercalaciones durante la segunda guerra púnica, por lo que se debieron fijar que se realizara la intercalación varios años seguidos. De igual modo, la ley debió tender a fijar unas normas para evitar el desfase del calendario. Algunos investigadores tienden a pensar que la lex Acilia obligaba a fijar los años intercalares con bastante antelación, para que los comandantes de los ejércitos supieran cuando finalizaba su mandato. Se piensa esto, puesto que el propio Acilio estaba apunto de emprender una campaña, y sería uno de los puntos por lo que le motivó a presentar esta ley.
En año 154 a.C. se realizó una importante reforma, que dio como lugar a que el año consular comenzara a partir de entonces el 1 de enero, dato que dan T. Annio, Nobilior y Livio. Esta fue la última reforma de gran importancia que se realizaría hasta el año 46 a.C. Durante casi un siglo, se mantendría inalterado lo que propiamente se llama el calendario republicano o prejuliano. Durante la primera mitad del siglo I a.C. tan solo se introdujeron algunas reformas en la administración del calendario.
La siguiente reforma del calendario vendrá por parte de Cayo Julio Cesar. Éste encarga la reforma al astrónomo Sosígenes, de origen egipcio. Cuando se afrontó esta reforma, en el 46 a.C., el calendario romano llevaba un retraso de ochenta días con el año solar. Para ello Julio Cesar tuvo que ampliar el año 46 a.C para que se pusiera a la par con el año solar. De esta forma el año 46 a.C fue el año más largo de la historia, con cuatrocientos cuarenta y cinco días. A partir de entonces, el calendario romano será, ahora ya si, solar, constando de 365, y un día adicional cada cuatro años, dejando atrás el sistema intercalar de un mes entero.
Notas
[1] MICHELS, A.K., (1967) p. 94
[2]Plutarco, Numa, 18
[3] RUIZ ELVIRA, (1976) p. 14
[4] Censorino, XX,4
[5] RUIZ ELVIRA, (1976) p. 14
[6] RUIZ ELVIRA, (1976) p. 13
[7] BRIND’ AMOUR, (1983) p. 225
[8] CRISTOFANI, (1994) p. 60
[9] RODRIGUEZ ADRADOS, (1943) pp 63-73
[10] BRIND’ AMOUR, (1983) p. 225
[11] Ovidio, Fast, III, 89
[12] P. Wissowa, RE VI.2., 2096-2097.
[13] BRIND’ AMOUR, (1983) p. 218
[14] Ovidio, Fast, II,47
[15] BRIND’ AMOUR, (1983) p. 218
[16] RUIZ ELVIRA, (1976) p. 11
[17] BRIND’ AMOUR, (1983), p. 220
[18] MICHELS, A.K., (1976) p.101
[19] Saturnalia 1.13.21
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