Historia de la Arqueología
La Arqueología ha aportado un amplio número de datos para estudiar la Historia. Se ha convertido en una fuente imprescindible para el estudio de la Antigüedad – y única para conocer las sociedades y culturas prehistóricas-, lo que ha ampliado nuestro conocimiento del pasado. Unas técnicas arqueológicas cada vez más depuradas y sofisticadas permitirán en el futuro seguir ampliándolo.
Si pensamos en la Historia Antigua, ¿Qué conoceríamos de ésta sin la Arqueología? Básicamente se nos reduciría al mundo clásico, tal y como se había estudiado hasta el siglo XX. Del mundo de la Antigüedad, solo nos quedaría la historia de Roma y Grecia, y solo aquello que sus historiadores escribieron –y, en su caso, solo los textos que se han conservado hasta la actualidad, que es una reducida parte de lo que se escribió-. ¿Cómo ampliaríamos esta información? Difícilmente, sino imposible, puesto que rara vez aparecen documentos escritos nuevos pertenecientes a autores de la Antigüedad, y cuando son hallados, suele ser gracias a la Arqueología –inscripciones, papiros, por dar algún ejemplo-. Por otra parte, sin ella toda la Prehistoria estaría por descubrir, todo el pasado de la humanidad, y su evolución, tanto biológica como cultural, sería totalmente desconocida.
¿Cómo se inició la Arqueología? Surgió como una consecuencia lógica de la búsqueda del hombre por su propio origen, por su pasado. Tradicionalmente, el mito daba esta respuesta, y otorgaban a los dioses la creación del mundo y de la humanidad. Así por ejemplo, Hesiodo, en Los Trabajos y los Días, hablaba de cinco Estados de evolución a la humanidad. Y tanto romanos y griegos creían en una época dorada, anterior a todo, una especie de paraíso terrenal en donde el hombre, aún libre, no debía preocuparse por su subsistencia. Mientras que el cristianismo, siguiendo los preceptos bíblicos, consideraba que Dios había creado el mundo en el 4004 a.C. –de acuerdo a las generaciones del libro sagrado-.Sin embargo, conforme las preguntas sobre el pasado iban ampliándose, fue evidente que el mito, la religión, y lo que los hombres del pasado escribieron de sí mismo, no pudieron dar respuestas a tantas cuestiones. Se tuvieron que buscar nuevas vías de conocimiento, y una de ellas será la de hallar literalmente el pasado, o mejor dicho, su cultura material. Nacía así la Arqueología.
Coleccionismo y anticuarismo
¿Cuándo se comenzaron a realizar las primeras excavaciones? Anecdóticamente se puede decir que Tucídides, según cometa él mismo, llevo a cabo algunas pequeñas excavaciones con el fin de documentar su historia. Santa Helena buscó, de igual modo, la verdadera cruz y los clavos de Cristo en Jerusalén. Emilio Paulo, tras conquistar Grecia, recogió abundantes obras de arte, que coleccionó en su casa. Y Augusto tenía una amplia colección de monedas. Es el primer síntoma por tener constancia material del pasado.
Y de hecho, la Arqueología nació como coleccionismo y anticuarismo de obras de arte, algo que fue muy usual en el Renacimiento. Si se defendía la vuelta al mundo clásico, que la Edad Media había soterrado, se entiende que no solo las ideas clásicas se recuperaran, sino también su cultura material. Todos aquellos artefactos, antiguos y singulares, fueron coleccionados por familias aristocráticas y reyes, aunque sin realizar estudios o clasificaciones de estos. Hasta prácticamente el siglo XX, el coleccionismo de antigüedades de todas las épocas fue usual. Se hizo también normal la visita de aquellos lugares con magnas construcciones del pasado, realizándose cuadros y grabados.
El siglo XVIII fue el momento en que la Arqueología empieza a dar sus primeros pasos. El ansia de coleccionismo había crecido, y es evidente que la única forma de aumentar éstas era mediante la búsqueda de aquellos lugares donde pudiera haber dichos objetos. Dos ejemplos claros fueron los descubrimientos de Pompeya y Herculano. El príncipe de Elboeuf, en 1710, inició la excavación de una serie de pozos y túneles en Herculano –descubierta casualmente-, encontrándose por primera vez un teatro romano. Sin embargo, poco interés despertó ello, sino que el objetivo era el encontrar obras de arte para engrandecer su colección privada –otros materiales, como el mármol, fueron desprendidos de los edificios y reutilizados-. Años después, se descubría Pompeya, en 1748, siguiéndose un mismo procedimiento, ahora auspiciado por el rey de Nápoles. No sería hasta la segunda mitad del siglo XVIII cuando Johann Hoachim Winckelman –considerado padre de la arqueología clásica- realizó la primera carta sobre los descubrimientos de Herculano. Pero, ante todo, los descubrimientos conllevaron un interés estilístico –más que científico-, que hizo que se tendiera a realizar mobiliarios y decoraciones al modo romano. Como se puede ver, los descubrimientos no fueron sistemáticamente registrados.
Pocas décadas después, al otro lado del Atlántico –con la conformación de los EE.UU como Estado independiente- se llevaba a cabo la primera excavación arqueológica, que fue realizada por Thomas Jefferson –el que sería presidente estadounidense-, en una de sus propiedades de Virginia. Éste, cuando se estaba realizando una zanja, evidenció un túmulo, en donde pudo observar la estratigrafía. Jefferson, aplicando un enfoque científico, se dio cuenta de que los restos humanos que allí había estaban más deteriorados conforme más abajo estaban. Llegó a la conclusión –revolucionaria en su época- que los que estaban más abajo tenían más tiempo, y que el túmulo, por tanto, había sido reutilizado en sucesivas ocasiones. Aunque éste fue un adelantado en su tiempo, y prácticamente nadie le seguiría en los años posteriores. En Europa, Richard Colt Hoare, que se dedico a excavar túmulos con el único fin de rescatar piezas de gran valor, seguía manteniendo la idea de que el hombre no podía tener una antigüedad anterior al 4004 a.C.
El comienzo de la arqueología: la arqueología clásica
Habría que esperar a mediados del siglo XIX para que la Arqueología comenzara a tomar cuerpo realmente, constituyéndose en ciencia –es decir, usando un método científico-. Muchos, hoy en día, son los que critican a esos pioneros de la Arqueología por haber realizado excavaciones que destruyeron gran parte del registro arqueológico. A quienes piensa eso se les debería decir si realmente piensan que la Arqueología pudo nacer conformada de la nada. Es tan tonto como criticar al inventor del primer coche por no crear una carrocería dinámica, y un motor diesel. La Arqueología, como cualquier otra ciencia, ha tenido un comienzo, y un proceso de evolución. Solo a partir de los errores y de la experimentación se puede avanzar.
La Arqueología, como ciencia naciente, se baso en otras ciencias, como la recién creada Geología, especialmente a partir de dos de sus obras: la de James Hutton, Teoría de la Tierra (1785); y Principios de Geología (1833), de Charles Lyell. Ambos estudiaron los procesos de estratificación, lo que venía a demostrar el buen hacer, años atrás, de la ya comentada excavación de Jefferson. La estratigrafía se convertiría en la principal arma del arqueólogo.
El otro gran punto de apoyo era el tipológico, y nacía por esta misma época. El estudioso Danés C.J Thomsen, en 1836, dio la teoría de las Tres Edades. A partir de las colecciones de objetos singulares depositados en el Museo nacional de Copenhague, los cuales eran de gran antigüedad, observó que estos se podían dividir en Edad de Piedra, Edad del Bronce y Edad de Hierro, por el material con el que estaban hechos. Era el comienzo de la tipificación y de la periodización de lo que se llamará Prehistoria.
Un siguiente hito, que completó esta teoría de las Tres Edades, fue a mediados del siglo XIX. Jacques Boucher de Perthes, que trabajaba en las canteras de grava del rio Somme, encontró artefactos realizados en piedra tallada, así como huesos de animales desconocidos hasta el momento. Curiosamente, la hipótesis que éste dio fue que, tanto estos animales, como los artefactos, correspondían a un tiempo anterior al Diluvio. La hipótesis hoy en día nos puede parecer infantil, pero demostraba el primer elemento de una cultura anterior a todo lo que se conocía. Hohn Evans y Joseph Prestwich impulsaron la idea y reconocieron la validez de los descubrimientos. A partir de ahí, se comenzó a hablar de Prehistoria, algo que impacto entre los eruditos del momento, sobre todo cuando John Lubbock sacó a la luz su libro Prehistoric Times en 1865.
Por aquellas mismas fechas, desde el punto de vista de la biología, Darwin encontró evidencias también de animales y plantas ya extinguidos. De ahí dedujo que el mundo había experimentado una evolución, y que los animales ahora conocidos procedían de esos otros, al observar que compartían rasgos. En 1859, daba a conocer El Origen de las Especies, que desmontaba la creencia bíblica de la creación divina. La idea, en general, no era novedosa, ya se había dado anteriormente. Sin embargo, Darwin encontró las evidencias, y demostró cómo el cambió se producía. A Darwin debemos agradecer las ideas de la selección natural o supervivencia de los más aptos. Pero más impactante fue su segunda gran obra: El Origen del Hombre, publicada en 1871. Era evidente que, al igual que todas las especie, el hombre habría experimentado un proceso similar. ¿Cuál era la antigüedad del hombre? ¿Cómo había evolucionado? Nuevas preguntas que únicamente podían ser resueltas por la Arqueología, la cual se empezó a apoyar también en la etnografía.
La etnografía, es decir, el estudio de de las sociedades primitivas, cuyo interés despertó como consecuencia del inicio de la colonización, pronto dieron la idea de que quizás las remotas sociedades prehistóricas eran iguales a éstas. Destacaron en ello Daniel Wilson y John Lubbock. Pero más importantes fueron los estudios realizados por Edward Tylor y Lewis Henry Morgan en la década de los 70 del siglo XIX. Estos creían que el hombre había evolucionado desde un estado de salvajismo -caracterizado por la caza-, a otro de barbarie – ya con agricultura-, y otro de civilización. El marxismo mismo se basó en teorías similares.
Como se puede apreciar, junto con la Arqueología nacía también la Prehistoria. En cierta medida, hoy en día sigue siendo difícil separar ambas disciplinas –e incluso algunas escuelas, como la británica, dejan el estudio de ésta a la Antropología-. Es evidente que la Prehistoria, como la etapa de la Historia que estudia las sociedades sin escritura, tiene que usar la Arqueología como único medio para obtener datos para la investigación. Pero la Arqueología, que trata la búsqueda, estudio y conservación de la cultura material, mediante un método científico, puede ser aplicada a todas las épocas.
Frente a los estudios prehistóricos, que propiciaron en cierta medida la Arqueología, también los descubrimientos de las primeras civilizaciones fueron de gran interés para el desarrollo de ésta. Y de hecho, fueron estos los que más atención acapararon, financiándose en la mayoría de los casos por entidades o individuos particulares –tardaría todavía en aparecer una profesionalización de los arqueólogos-.
Después de que Napoleón estuviera en Egipto, y la piedra de Rosetta fuera descubierta, la cultura egipcia comenzó a ser recuperada, al igual que en los años siguientes lo fueron las culturas mesopotámicas, que salían del largo olvido al que fueron sometidas como consecuencia de la ruptura del mundo Antiguo, con la llegada del Islam. Y junto a ello, también las culturas precolombinas, los grandes imperios como el maya –donde destacaría Hohn Lloyd Stephens, quien descubrió Yucatán-, fueron un atractivo para que los primeros arqueólogos iniciaran sus descubrimientos.
Estos importantes hallazgos iban encaminados a desenterrar todo aquello que tuviera valor artístico. Por ejemplo, Paul Emile Botta y Austen Henry Layard se apresuraron –en una carrera de competición- a realizar excavaciones para sacar a la luz importantes ruinas en Mesopotamia, dejando el naciente método científico a aun lado. Pese a todo, Layard sería el primero en descubrir una biblioteca repleta de tabletas escritas en cuneiforme, que serían en 1850 descifrados por Henry Rawlison. Muchos de los descubrimientos permitieron observar que las menciones bíblicas a ciudades, y sus descripciones, eran totalmente reales. Y si la Biblia se basaba en un pasado real, ¿por qué no la obra homérica? Schliemman, que así lo creía, se empeño en demostrar, hacia finales del siglo XIX, que Troya era real, lanzándose a su descubrimiento. El hallazgo de ésta fue un nuevo hito en la Arqueología, y en el conocimiento del pasado, a lo que se sumó, por éste mismo arqueólogo, la excavación de Micenas -y lo que era una nueva civilización anterior a la griega: la cultura micénica-.
Y en Pompeya y Herculano, sería en 1860 cuando Giuseppe Fiorelli comenzó a realizar una excavación, donde se aplicaban las técnicas ya comentadas, con un registrado de todo aquello que era encontrado. De hecho, gracias al seguimiento de la estratigrafía, logró descubrir que las cavidades que aparecían en la ceniza eran los moldes de los cuerpos que murieron en el momento de la erupción de Vesubio.
La consolidación de la Arqueología
Serían los arqueólogos Pitt Rivers y Flinders Petrie quienes comenzaron a mejorar las técnicas de campo. El primero realizo excavaciones impecablemente bien organizas en sus posesiones en Inglaterra. Realizó planos, secciones y maquetas, registrándose la posición de cada objeto en el lugar de su hallazgo. Por primera vez, no solo se quiere recuperar objetos con algún tipo de valor, sino que todo aquello que es encontrado, por insignificante que fuera, se conservó. De igual forma, lo hizo Flinders Petrie, quien excavo en Egipto y Palestina, con anotaciones rigurosas, que le permitieron crear cronologías detalladas.
A finales del siglo XIX, la Arqueología se había conformado como disciplina científica. Comenzaba así una nueva fase que se caracterizaría por una profesionalización del arqueólogo, y que perduró hasta 1960. Este periodo se caracterizó por realizar extensas tipologías de los artefactos que se iban encontrando, realizándose las cronologías de cada una de las zonas. Un excelente ejemplo es el descubrimiento, por Howard Carter, de la tumba de Tutankamon, con un riguroso procedimiento arqueológico. Por su parte, Arthur Evans descubría Creta o llamada civilización minoica, mientras que Leonard Wooley escavaba Ur, ciudad bíblica donde habría nacido Abraham, poniendo por primera vez a los sumerios en el mapa.
De esta fase podemos destacar arqueólogos como Sir Mortimer Wheeler, quien aplicó por primera vez el método de cuadricula, que tan representativo es para la Arqueología. Max Uhle, en Perú, que excavó enterramientos, tuvo especialmente cuidado en reflejar que tipos de ajuares aparecía en cada una de las tumbas. Y Alfred Kidder, asociado a los mayas, y a las Ruinas de Pecos, uso por primera vez un equipo multidisciplinar.
Gordon Childe fue la cúspide de todo este desarrollado –con tres grandes obras que se pueden mencionar: The Dawn of European Civilization (1925), The Danube in Prehistory (1929), Man Makes Himself (1936)-, especialmente importante para el periodo prehistórico. Fue el primero en dar teorías autoctonitas para explicar la evolución de las culturas europeas, frente al ex oriente lux que muchos especialistas del Próximo Oriente habían defendido. Trató de descubrir por qué la civilización se había conformado en dicho territorio, para lo que dio la idea de diferentes revoluciones, primero Neolítica y luego urbana –cuya terminología ya no es seguida a día de hoy-. Dicho de otra manera, empezó a haber un interés por explicar los cambios culturales.
Para explicar estos cambios, se comenzó a usar un enfoque ecológico, el cual fue desarrollado por Julian Steward, quien creía que el entorno podía modificar la cultura. De esta forma, se requería de nuevos expertos que pudieran identificar huesos de animales y restos de vegetales en el registro arqueológico. Se trataba de ver la capacidad de subsistencia de los grupos. Clark, tras su excavación en Star Carr en 1950, en el noreste de Gran Bretaña, permitió observar que se podían sacar mucho más datos del yacimiento, por muy simple que éste fuera, si se aplicaba el enfoque arqueológico. Sus logros fueron plasmados en su principal obra: Prehistoric Europe: the Economic Basis.
Tras la Segunda Guerra Mundial, y la aceleración del desarrollo tecnológico, la Arqueología bebió de los descubrimientos científicos. Se comenzaron a aplicar las ciencias físicas y químicas, destacando el carbona 14 –descubierto por Willard Libby. Por primera vez, se podían fechar de una forma mucho más fiable los yacimientos, y ello permitió crear unas cronologías más aproximadas. También se pusieron de moda los estudios artefactuales, que permitían demostrar la procedencia de las materias primas con los que estaban realizados los objetos. Era evidente que la Arqueología debía ahora convivir con la ciencia, tal y como dejaron ver, en 1963, Don Brothwell y Eric Higgs en la obra: Science in Archaeology.
La Nueva Arqueología
En los años 60, surgió lo que se vino a llamar Nueva Arqueología. A partir de este momento, muchos arqueólogos creen que hay que realizar un cambio en los procedimientos arqueológicos que llevaban a las conclusiones. Es decir, había que cambiar el enfoque por el que se interpretaba la cultura material. Ello se dio gracias especialmente al carbono 14, que permitió observar que muchas dataciones habían sido mal realizadas. Pero, además de ello, hizo que los arqueólogos empezaran a realizarse un mayor número de preguntas. Muchos tenían la sensación que la Arqueología estaba rescatando meramente la cultura material del pasado, la intentaba datar, se realizaban tipologías, se buscaban influencias de unas culturas a otras, y los cambios culturales eran explicados mediante migraciones –muchas veces violentas-. Ya W.W. Taylor, en A Study of Archaeology; y Gordon Willey y Philip Phillips, en Method and Theory in American Archaeology; habían iniciado un movimiento para cambiar la forma de interpretación, creyendo que había que analizar aspectos sociales, o en su caso, como afirmaba el primero, un estudio de los sistemas culturales en su totalidad.
Pero serían los arqueólogos más jóvenes, en la década de los sesenta, quienes impulsaron el cambio. Destacó en ello Lewis Binford, rodeado de un amplio número de seguidores. Denunciaban la Arqueología tradicional, y aspiraban a realizar una Arqueología con preguntas sociales, económicas, ideológicas y demográficas; contestándolas mediante un razonamiento arqueológico explicito. Creían además que muchos arqueólogos de fama habían usado su auctoritas para dar teorías e hipótesis que no podían ser demostradas.
Dentro de esta Nueva Arqueología se podría mencionar a David L. Clarke, con su obra Arqueología Analítica (1968) y Models in Archaeology (1972) en donde defendía el uso de otras ciencias y la aplicación de las tecnologías del momento a la Arqueología, poniendo la teoría en práctica en un yacimiento de la Edad del Hierro de Glastonbury.
Muchos estuvieron en contra de la Nueva Arqueología, produciéndose amplios debates que no llevaron a ningún sitio, y que impedían avanzar en los trabajos de campo. Sea como sea, lo cierto es que la Nueva Arqueología tuvo una amplia influencia, de la cual nadie duda. A partir de ese momento, cambió la interpretación arqueológica, se empezaron a elaborar proyectos de campo con objetivos claros y definidos, se puso de manifiesto el estudio ecológico, y se consideró que los yacimientos, por sí solos, no podían permitir llegar a conclusiones, sino que estos debían ser contextualizados en el territorio.
La Nueva Arqueología proporcionó muchos más datos, y en cierto modo, mundializó la Arqueología. Surgió con más fuerza el estudio etnográfico para estudiar el pasado, al cual se le llamo Etnoarqueología. También, en este momento, era evidente que la Arqueología estaba ahora en manos de profesionales, y no ya en acaudalados millonarios aficionados.
Uno de los descubrimientos más importantes, bajo la Nueva Arqueología, fue el que realizaron Louis Leakey, y su esposa, Mary Keakey en la Garganta de Olduvai, en Africa Oriental, donde se encontraron antepasados muy lejanos de los humanos, lo que hizo que la Historia de la humanidad tuviera que retroceder miles y miles de años atrás
Pese a todo, la Nueva Arqueología tuvo también dificultades en su propio seno, con arqueólogos extremistas que quisieron romper del todo con la Arqueología tradicional. Comenzaron así a surgir otras tendencias como la Arqueología contextual, representada por I. Hodder, en la que se defendía que había que realizar la contextualización de cualquier objeto encontrado en el yacimiento dentro de éste. Y frente a todo esto, surgió la Arqueología patrimonial, que dejaba de lado todo el análisis. Y, finalmente, la Arqueología postprocesual, en la que se vuelve a lo individual.
Independientemente de ello, hoy en día la Arqueología cuenta con novedosas técnicas, y ha ampliado sus horizontes en los últimos años. Si como hemos visto la Arqueología estaba envuelta en la Prehistoria y la Antigüedad, a día de hoy la Arqueología medieval se está desarrollando. Los medievalistas no habían tenido necesidad, ni muchas veces ahora la tienen, de usar la Arqueología, puesto que tienen multitud de documentación donde basar sus investigaciones. Pese a ello, se ha observado que existía una carencia de información en cuanto a la cultura material. De igual modo, también para la época moderna y contemporánea se ha desarrollado la arqueología industrial, que estudia, de igual modo, aspectos desconocidos, que no son recogidos en las fuentes escritas.
Bibliografía
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