La industria
El sector industrial o sector secundario se define como el conjunto de actividades económicas que transforman recursos que han sido extraídos del medio físico por las actividades primarias. Para realizar esa transformación, se usan una serie de infraestructuras, instalaciones fabriles, maquinarias y equipos, así como un amplio capital humano, para las cuales se requiere de grandes inversiones financieras. El producto derivado se convierte en bienes tangibles que se destinan a los mercados, los cuales pueden ser productos finales, directamente vendidos al consumidor, o productos intermedios o semielaborados que servirán a otras industrias para la fabricación de bienes finales.
La industria se convierte, por tanto, en un elemento pivote entre la producción de la tierra –el sector primario- y el sector servicios –o terciario- que hace llegar al consumidor estos productos. No solo esto, el sector secundario también atrae nuevas industrias, genera en el sector terciario el surgimiento de empresas y, por tanto, de puestos de trabajo relacionados con la gestión, el transporte, el comercio, las finanzas, etc.
Se trata de un sector que, en datos de población activa, se mantiene estable en términos relativos. Entre un 25% y un 35% de la población trabaja en este sector, mientras que la población activa primara desciende y la población activa terciara aumenta.
Se pretende a lo largo de estas páginas comentar la actividad industrial actual. Para este menester deberemos, irremediablemente, acudir de forma constante a la propia evolución de la industria desde su origen en la Inglaterra de mediados del siglo XVIII. Dentro de este panorama actual, deberemos hacer especial mención al reparto industrial en el planeta, a la estructura industrial y, como no, a la propia localización de estas en función de una serie de factores determinantes.
Los grandes focos de industrialización del planeta
Se puede afirmar que, en su conjunto, la industria es el principal elemento de la economía y, aunque hoy en día el sector servicios se encuentra en crecimiento, todavía es el motor de desarrollo económico más importante. Así parece que lo ratifica que sean las naciones que concentran la industria las que se encuentran económicamente más desarrolladas, mientras que las que siguen dependiendo en su mayoría del sector primario todavía se encuentran en vías de desarrollo.
Una de las más grandes y antiguas regiones industriales es la que compone el norte de Francia, incluyendo Bélgica y Holanda, sur de Inglaterra y Centro Europa. Destaca dentro de esta zona el área del Rin-Ruhr. En cualquier caso, podríamos sumar prácticamente todo el conjunto del occidente Europeo como una gran zona industrializada. Fue aquí en donde se produjo el inicio de la Revolución Industrial y, como veremos más adelante, pese a los problemas que atravesaron las industrias tradicionales, ha mantenido su vigor.
Japón es otro de los territorios con una fuerte industrialización, en concreto en Tokyo, Nagoya y Osaka. Su industrialización comenzó más tarde, pero rápidamente se convirtió, junto con Estados Unidos, en un rival competitivo a principios del siglo XX, especialmente para la industria más antigua de Europa.
Estas regiones se caracterizan por su alta industrialización pero, a su vez, por una base muy pobre de recursos, por lo que dependen en gran medida de la importación. Es por ello que en el siglo XIX fue una necesidad la colonización y, actualmente, la explotación de los recursos de las antiguas colonias por compañías multinacionales.
América del Norte, tanto Estados Unidos y Canadá cuentan también con amplias zonas industrializadas, las cuales se concentran en la zona de los Grandes Lagos y la costa Noreste, así como en varios puntos de la costa del Pacífico y el Sur de Estados Unidos en torno al Golfo de México. También Rusia vivió una rápida industrialización durante la época soviética y se concentra en torno capitales como San Petersburgo, Moscú y la zona de Kuzbass, entre otros. También en Asia han surgido en las últimas décadas, en concreto tras la Segunda Guerra Mundial, importantes centros como Corea, Hong Kong y la costa este del Pacífico en el territorio chino –esta se ha convertido en las últimas décadas en un auténtico foco de atracción industrial-.
Estas zonas, a las que debemos sumar las regiones industrializadas de Australia y Nueva Zelanda, se caracterizan por contar, además de un amplio desarrollo industrial, amplios recursos minerales, lo que propicia el autoabastecimiento.
Más allá de estas grandes áreas, existen otras tantas de un menor tamaño. En América del Sur, la industria se concentra en las capitales de los Estados como Santiago de Chile, Buenos Aires, Sao Paulo, Rio de Janeiro, Lima, Caracas, Veracruz y México. Lo mismo sucede en la India, que se centra en Bombay, Madras y Calcuta. En cualquier caso, América Central y América del Sur y la India posee amplios recursos naturales, en unos casos minerales y en otros orgánicos, que son explotados por compañías multinacionales.
En África, por su parte, no existen grandes centros industriales, a excepción de Sudáfrica, que se concentra en Johannesburgo y Ciudad del Cabo. África también posee amplios recursos minerales, aunque desde la época de la colonización han sido explotados sin que se tradujera en la implantación de una industria importante en el territorio africano.
Factores de localización
Alfred Weber realizó en 1909 una teoría que explicaba la localización de la industria, la cual se basaba en la convergencia de abastecimientos (materias primas, fuentes de energía y mano de obra suficiente y cualificada en su caso) y el acceso a los mercados. Todos estos factores influenciados, a su vez, por el elemento del transporte y el coste del mismo. De esta forma, el resumen de la teoría es que la industria tiende a localizarse en aquellos lugares en donde el transporte de los abastecimientos y el transporte de los bienes producidos a los mercados conlleven el menor costo posible.
Se entiendo, por tanto, que las industrias de la Primera Revolución Industrias se asentaran en aquellos lugares en donde había fuentes de energía tales como el carbón y también el agua que permitía el movimiento de los primeros ingenios mecánicos. Al mismo tiempo, se asentaron en los puertos que eran, desde luego, la forma de transportar la producción y estar cercano a los mercados internacionales del momento. Un claro ejemplo es la industria siderúrgica vasca, en torno al río Nervión. En esta zona se dan todos estos factores.
Por otra parte, la necesidad de amplios capitales también implicó que hubiera una tendencia a establecerse en las ciudades, en donde existía una amplia burguesía que había gestado en el pasado amplias fortunas, así como mano de obra dispuesta a trabajar en la industria. Respecto a esto último, la propia oferta de trabajo potenció también el aumento poblacional de las ciudades, puesto que se produjo un efecto llamada.
La teoría de Weber ha seguido siendo defendida hasta el día de hoy pese a que, con el tiempo, los factores que intervienen en la localización se han ampliado, lo que para muchos implica que la teoría no puede ya ser usada, mientras que para otros sus bases parecen inamovibles. En cualquier caso, a la hora de la localización de la industria se deben tener en cuenta, entre otros factores: la mano cualificada que requieren hoy en día muchos sectores industriales, las infraestructuras previas, sistemas de comunicación, el sistema fiscal del territorio o la ventaja que los gobiernos dan para las instalaciones fabriles, la legislación laboral y medioambiental, la estabilidad gubernamental, centros de investigación, etc. En muchas ocasiones puede primar, incluso, el desarrollo de un territorio frente a la obtención del máximo beneficio.
Por otra parte, el abaratamiento de los transportes y la conexión de todo el planeta implican que las fuentes de materia prima, energía y el acceso a los mercados han dejado de ser factores primordiales en la localización. Si antes el carbón implicaba que las industrias se localizaran cerca de las minas, hoy en día el petróleo, por ejemplo, es fácilmente transportable desde la fuente hasta el lugar de procesamiento y, posteriormente, distribuido a cualquier parte del territorio. Del mismo modo, la globalización del flujo de capitales implica un fácil movimiento de los mismo y, por tanto, de inversión en cualquier lugar. De esta forma, la realidad es que las restricciones físicas, económicas y técnicas han sido vencidas en muchos casos. La localización espacial cada vez tiene menos importancia.
Esta tendencia podría haber llevado a que las grandes áreas industriales del planeta se diluyeran, especialmente cuando sobre ellas sobrevoló la crisis de los años setenta, especialmente en los sectores industriales más maduros. En cambio, mantuvieron -y mantienen- su vigor industrial puesto que contaban con las infraestructuras y comunicaciones previas, cercanía a los centros de desarrollo de investigación y mano de obra cualificada que requerían los nuevos sectores industriales, los cuales surgieron entonces en aquella época y que acabaron por reestructurar las antiguas áreas industriales.
Por tanto, ante los nuevos factores de localización, se entiende que se hayan creado nuevas regiones industriales a lo largo del planeta, pero entre unas y otras existen amplias diferencias en el tipo de industria. En las grandes regiones industriales tradicionales como las europeas, las norteamericanas y japonesa –al que debemos sumar Corea- se han instalado aquellas industrias que precisan de alta cualificación de su personal y nuevas tecnologías. Las que no requieren tanto de estos dos factores y que, en algunos casos, han sido deslocalizadas en países en vías de desarrollo en donde la legislación laboral, las trabas medioambientales y los incentivos fiscales son mucho más beneficiosos.
Del mismo modo, en los propios países desarrollados, la tendencia a concentrar la industria en torno a las ciudades ha cambiado. Se denota que, mientras en los lugares más cercanas a estas se instalan las industrias tecnológicas o que requieren de amplia financiación, mano de obra cualificada e investigación; las de menor relevancia se instalan en zonas que hasta entonces desconocían la industrialización. Esto fomenta, todavía más, la creación de amplias zonas industrializadas e interconectadas, que prosiguen fomentando el proceso urbanización y la creación de megalópolis.
Tipología de industrias
Realizar una tipología de las industrias era relativamente sencillo hace un siglo, cuando los sectores industriales y los tipos de productos que estas fabricaban eran reducidos. Así, en la Primera Revolución Industrial, entre finales del siglo XVIII y la década de 1870, la prácticamente totalidad de la industria estaba relacionada con la siderurgia –podemos sumar el ferrocarril como extensión de la misma- y el textil. Desde entonces, al amparo de nuevos innovaciones, comenzaron a surgir toda una serie de industrias como las químicas o las eléctricas. Además, los productos que hasta entonces se fabricaban de forma artesanal comenzaron a ser motivo de industrialización. Daba lugar, de esta manera, a la Segunda Revolución Industrial que, a su vez, ante la aceleración de las innovaciones, en concreto tras la Segunda Guerra Mundial –y quizás ya tras el crash del 29-, dio paso a una Tercera Revolución Industria, caracterizada por el surgimiento de una infinidad de sectores industriales, cuyas producciones son cada vez más diversas –de hecho, en la actualidad se habla ya de la Cuarta Revolución Industrial-.
La diversidad de sectores implica que actualmente el dato de aportación de la industria al PIB es un dato engañoso para saber el tipo de economía de un país. Este puede ser el mismo en muchas regiones, pero la realidad sería que mientras en unas economías la industria requiere de un alto grado tecnológico y todo lo que se asocia a ello, otras poseen sectores industriales más tradicionales que requieren, por ejemplo, de una menor necesidad del sector servicios. Del mismo modo, la población trabajando en el sector industrial tampoco es relevante sin otros datos, puesto que, en el primero de los casos, se trataría de un capital humano cualificado y formado; mientras que en el segundo, sería todo lo contrario.
La industria, por tanto, se caracteriza por una amplia diversidad a diferencia del sector primario –cuyas actividades difícilmente pueden crecer en variedad-, pero tan diversa como el sector servicios. En cualquier caso, debemos hacer mención a las principales industrias que, a menudo, son divididas entre industria básica e industria ligera o de transformación.
La industria básica
La industria básica se puede definir como aquella que procesa grandes volúmenes de materias primas, cuyo resultado no suelen ser bienes finales, sino que serán posteriormente vendidos y transformados por otro tipo de industria.
Estas industrias, claramente, se localizaron cerca de las explotaciones mineras, aunque la mejora de los medios de comunicación tiende a que se establezcan en lugares estratégicos que permitan tanto el transporte de la materia prima hasta las instalaciones de elaboración, así como de los productos transformados hacia los mercados. Por ello también ha sido usual que se encuentren junto a puertos marítimos. La localización de estas fue también en el pasado un factor preponderante para que las industrias de transformación, aunque no en todos los casos, se instalara en las cercanías de esta mismas.
Podemos clasificar las industrias pesadas en tres sectores fundamentales: siderúrgica, metalurgia pesada, química pesada. La siderurgia se encuentra asentada en torno al hierro y al carbón, y de hecho fue una de las primeras industrias que se instalaron al calor de la Revolución Agraria y de la industria textil y, poco después, el desarrollo del ferrocarril. Las mejoras en la elaboración del acero hicieron de este sector uno de los más importantes, que fue la clave del desarrollo de Europa, América del Norte y, más tarde, de Australia y Japón. Así, la industria siderúrgica ha sido muy importante en Alsacia, Lorena, Urales, Dunquerque, Marsella, Baltimore, Osaka, entre otros muchos lugares.
Esta industria fue una de las más afectadas en la crisis de los años setenta. Las zonas donde se asentaba tuvieron que vivir un amplio proceso de reconversión y, en su caso, la modernización de sus instalaciones para hacerlas rentables.
La metalurgia pesada tiene como función el procesamiento de diversos materiales metálicos como el hierro, el cobre y la bauxita con el fin, normalmente, de refinarlos y dejarlos preparados para su posterior uso por la industria de transformación. Esta se asentó, de nuevo, en los lugares más próximos a los metales, por lo que este tipo de industria se distribuye en función de la existencia o no de estos materiales.
Pese a que el hierro existe en todos los países, la realidad es que es la antigua Unión Soviética, Estados Unido, Canadá y Australia los grandes colosos de esta industria, mientras que otros países tienen proporciones más moderadas, aunque elevadas, como Francia, Suecia, Venezuela, Brasil, Chile, América del Sur, Liberia, India, Perú, Noruega, Reino Unido, Alemania, España, Mauritania, Sierra Leona Japón.
El cobre, en cambio, se encuentra repartido de una forma desigual. Rusia, Estados Unidos y Canadá poseen grandes reservas de este mineral, lo que las convierte en las grandes productoras de cobre. Otros países, como Chile, Perú, Zaire y Zambia poseen también reservas, pero es extraído por compañías multinacionales que, posteriormente, trasladan en bruto a otros países occidentales para su transformación.
Por su parte, la bauxita –que no es un mineral metálico- se usa para la producción de aluminio, el cual es fundamental para la industria aeronáutica y la construcción. Este se encuentra en los países menos desarrollados como Jamaica, Guaya, Guinea y Malasia, pero, de nuevo, en estos lugares únicamente se explota. Se procesa en Rusia, Canadá, Estados Unidos, Francia, Alemania, Hungría, Grecia, Japón y Australia. En cualquier caso, los diversos procesos de transformación permiten que exista una disgregación a nivel mundial de las fases de producción.
La química pesada, por su parte, transforma otra serie de materias prima como la hulla, el petróleo, gas natural, fosfatos, etc., mediante procesos de reacción química, a partir de los cuales se obtienen toda una serie de productos que son utilizados posteriormente por otras industrias. Suele requiere también de grandes inversiones financieras e infraestructuras, un nivel alto de cualificación y modernas tecnologías. Por tanto, estas industrias radican en los países desarrollados.
La industria petroquímica es una de las más importantes. A partir del petróleo se obtiene toda una serie de sustancias que son la base de los plásticos, así como para ser utilizadas como fuente de energía. No obstante, existe una dualidad entre los países que lo poseen y aquellos que no. Aunque nos podemos encontrar refinerías en los países en donde se extrae, lo más usual es que se transporte en bruto hasta los países desarrollados, ya sea por medio de oleoductos o en grandes barcos cisternas, por ello, en este último caso, las instalaciones se encuentran junto a los puertos.
El amplio valor del petróleo en los últimos años y la necesidad de energía han reactivado la industria carboquímica, que fue uno de los sectores más afectados por la crisis de los setenta y, que de hecho, estaba prácticamente desaparecida.
Las industrias de transformación
La industria ligera o de transformación es por tanto aquella que usa materias primas menos voluminosa o que en muchas ocasiones utilizan los productos semielaborados por las industrias bases para crear vienes que podrán ser vendidos directamente al consumidor final.
Entre todas las industrias de este tipo, la textil fue la que originó el proceso de la Revolución Industrial, antes que la siderurgia y, de hecho, fue la que tiró de esta misma al requerir cada vez de una maquinaria más compleja para elaborar los tejidos. Hoy en día, sin embargo, existe una multitud de industrias, desde la electrónica a la bioingeniería.
La industria textil se encuentra en mayor o menor proporción en la gran mayoría de los países, puesto que es un producto irremediablemente demando, pero existen diferencias entre las que utilizan fibras naturales como lana y algodón, y las nuevas industrias textiles que elaboraran productos sintéticos, que en la actualidad se localizan en países subdesarrollados para posteriormente vender sus productos en zonas del primer mundo, lo que ha hecho que muchas industrias que habían sido punteras en el momento de la Revolución Industrial hayan desaparecido.
Estados Unidos, Canadá, Argentina, Uruguay, la antigua Unión Soviética, Sudáfrica y Australia son líderes en la primera elaboración de la lana, mientras que Estados Unidos, Reino Unido, Italia, España, Francia, Alemania, la antigua Unión Soviética y Japón en la fabricación de tejidos y prendas a gran escala.
En algodón destacan las industrias de Estados Unidos, México, Brasil, Alemania, Turquía, la Unión Soviética, Egipto, Pakistán, India y China en primera elaboración, y Estados Unidos y la antigua Unión Soviética son los principales fabricantes de tejidos con base de algodón. Las fibras sintéticas se desarrollan en las industrias de Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, la antigua Unión Soviética y Japón.
La metalurgia de transformación es un conjunto de industria que realiza diversos productos sobre la base de metal que, previamente, ha sido procesado por la industria pesada. Entre esos productos podemos destacar los bienes de equipos y otra serie de productos que posteriormente es utilizado por otras empresas o por los propios particulares.
Estas industrias, que anteriormente se localizaban en torno a las industrias que les suministraban las materias primas, actualmente tienden a instalarse en cualquier parte del territorio, especialmente aquellas que no requieren de una alta tecnología. Además, al ser en su mayoría inocuas para el medioambiente tienden a instalarse en zonas rurales o que no habían conocido anteriormente la industrialización. Otras, sin embargo, requieren de un trabajo cualificado, alta tecnología e investigación, lo que hace que se sigan instalando en las cercanías de las urbes.
El sector del automóvil, que fue uno de los grandes sectores a finales de la Segunda Revolución Industrial y, sobre todo, de la tercera, se encuentra actualmente en crisis. Tradicionalmente habían liderado esta industria Japón, estados Unidos y Alemania, pero actualmente Corea y China se están abriendo mercado en este sector. Esta industria creaba toda una serie de empresas auxiliares y puestos de trabajo indirecto que, claramente, desaparecen al mismo ritmo en que el sector del automóvil pierde fuerza. Un buen ejemplo de la ruina que ha supuesto el desplome de esta industria es la estadounidense Detroit, que ha perdido más de la mitad de la población al depender únicamente de esta industria.
La industria electrónica es actualmente una de las industrias más pujantes, debido ante todo la constante innovación y la necesidad de un cambio constante de los aparatos electrónicos. Esta suele encontrarse en los países más desarrollados.
La industria alimenticia es, desde luego, uno de los sectores que se extiende por la gran mayoría de los países y que, como no podría ser de otra forma, es muy diverso, desde pequeñas instalaciones que suministran sus productos a nivel local a grandes multinacionales que poseen factorías a lo largo y ancho de todo el planeta.
Estructura industrial
En la actualidad, los factos que influyen en la producción son muchos. Entre ellos podríamos mencionar la manipulación de amplias cantidades de materia prima, el alto grado de mecanización, la renovación de los bienes de equipo, la organización de la producción de una forma racional, la erección de grandes infraestructura, mejora de los transportes, la investigación, la capitalización, la mundialización de los mercados.
De esta forma, todos estos factores han provocado que la estructura industrial haya cambiado considerablemente. De la típica fábrica de la Primera Revolución Industrial, a grandes complejos industriales que buscan aumentar la producción a la par que reducir los costes y, por tanto, el aumento de los beneficios. Se produce, de esta forma, una concentración de la producción. Esta, a su vez, no se da únicamente a nivel de fábrica, también a nivel de sector y mercado, lo que provoca las llamadas economías de escala, es decir, el aumento de los beneficios derivados del aumento del incremento del volumen de producción. Por tanto, la industria queda en manos de grandes multinacionales que tienen instalaciones productivas en varios países o que actúan económicamente en varios de ellos de una forma u otra.
Este proceso de concentración puede ser horizontal o vertical. Se trata de una concentración horizontal cuando se aumenta la producción mediante una combinación más eficaz de los procesos productivos. Pero lo más normal es que se tienda en un mismo sector a fusionar empresas involucradas en la misma actividad industrial, de tal modo que mediante la puesta en común de sus recursos y la ya mencionada mejora de la eficacia de los procesos productivos, permiten un mejor rendimiento. El resultado son economías internas de escala.
Por otra parte, se puede dar la concentración vertical. En este caso, se trata de aunar, en una única estructura empresarial –normalmente multinacional-, cada uno de las etapas del proceso de producción, desde la extracción de las materias primas hasta la comercialización de los bienes. Este suele ser el caso, por ejemplo, de las compañías petrolíferas, que se encargan tango de la extracción, del refinamiento y la redistribución, e incluso, en ocasiones, de la fabricación de las propias infraestructuras necesarias para llevar a cabo todo esto. Esto también permite ahorros, puesto que, de la misma manera, se acaban por combinar recursos. Suele ser común, por otra parte, que en la mejora de los rendimientos de producción se externalicen diversas fases de producción, creándose empresas auxiliares que, de una manera u otra, dependen únicamente de la demanda de la empresa principal. De la misma forma, diversas factorías –que pueden estar localizadas en diversos lugares del planeta- se distribuyen cada una de las fases de producción dentro de una única unidad de producción. En este caso, se suele hablar de economías externas de escala.
En ambos casos, estas prácticas pueden tender a la creación de monopolios u oligopolios a nivel mundial.
Los recursos
Como hemos visto, la industria requiere de una serie de recursos. Debemos entender estos como las sustancia o propiedad física de un lugar que puede ser utilizada para satisfacer una necesidad humana, y entran dentro de esta categoría el agua, el aire, la tierra, las plantas, los animales, los minerales y las fuentes de energía –incluso podríamos añadir a los humanos -, aunque muchas veces únicamente se entiende como recurso aquellos elementos que se extraen directamente de la tierra para la transformación mediante actividades económicas, en tal caso se prefiere como denominación: «materia prima».
De esta forma, la industria fomenta una continua intervención en el medio ambiente, lo que en la actualidad ha creado un amplio debate puesto que cada vez se requiere de mayor proporción de estas, especialmente por la entrada en el juego industrial de países que en las décadas anteriores se habían mantenido al margen del sistema productivo. Esto ha producido dos teorías distintas: aquellos que consideran que el planeta como ente vivo puede sobrevivir, mientras que otros consideran que llevará a una hecatombe ecológica que acabará con el planeta. La realidad es que desconocemos el futuro, los datos presentes y las estadísticas acerca de la evolución de estos en el futuro no dejan de tener lecturas distintas por parte de los científicos, y lo que se produzca, más allá de tendencias ideológicas que se apoyan en unas y otras teorías, no puede saberse con seguridad. Los propios científicos no se ponen a veces ni siquiera de acuerdo en conceptos, aparentemente delimitados, como recurso, reserva, ecosistema, hábitat, biodiversidad y desarrollo sostenible, los cuales son interpretados de forma muy diversa. Esto lleva mucha veces a negar fenómenos como el agotamiento de recursos, contaminación, cambio climático y calentamiento global, entre otros.
En cualquier caso, los recursos se dividen en dos grandes bloques, los renovables y los no renovables. Los primeros son aquellos que por su propia naturaleza se regeneran con el tiempo. Entran aquí todas las materias orgánicas que como seres vivos tienen esta capacidad. Otros, como los recursos minerales y algunas fuentes energéticas no son capaces de regenerarse, al menos en plazos considerables como para poder seguir explotándolos con la intensidad actual. Estos últimos son explotados en la actualidad a gran escala y prácticamente la economía se asienta sobre estos. Respecto a los recursos no renovables, los estudios se plantean un amplio problema, ¿hasta qué punto existen reservas? Si entendemos reserva como los recursos que han sido identificados, se estén explotando o no, la medición es compleja. A esto debemos sumar aquellos recursos que todavía no han sido localizados.
Como recursos debemos tener también en cuenta otros como el aire y el mar, aunque estos son incluidos como recursos al ser bienes libres de la naturaleza. Por otra parte, la tierra disponible es de gran importancia, tanto para el asentamiento de la industria como para conseguir de ellas los recursos orgánicos y minerales, y esta tierra está limitada, y aunque sería difícil introducirlo entre los recursos renovables o no renovables, por una parte la tierra está sujeta a cambios, como calidad, pero por otra parte esta se regenera, pero ciertas prácticas industriales conllevaban su contaminación y, por tanto, su recuperación es lenta. También la disponibilidad de agua dulce, la cual, dependiendo en qué caso, también es limitada, especialmente si hay una sobreexplotación de los acuíferos.
Los recursos orgánicos
La mayor parte de los recursos orgánicos provienen de la actividad agropecuaria y, como se ha dicho, en principio entrarían dentro de los recursos renovables. Estos recursos son utilizados por empresas alimentarias en la mayor parte de las ocasiones, pero también por otras industrias ligeras como la textil en el caso de la lana y el algodón –u otros tejidos naturales-. Si en ente caso podemos decir que son reservas renovables. No obstante, en el caso de que estos recursos orgánicos sean conseguidos mediante la caza o la pesca –en concreto la pesca atraviesa hoy en día este problema-, sin ningún tipo de control, se produce una sobreexplotación y, por tanto, la incapacidad de las especies para reproducirse al mismo ritmo hasta que, finalmente, acaban en extinción. Lo mismo sucede con las reservas forestales, cuya máximo ejemplo es el proceso de tala del Amazonas, cuya capacidad de regeneración pese a ser rápida no es suficiente al ritmo con el que se está explotando. Sucede esto mismo en otros tanto lugares y, una medida –aunque claramente lenta y a veces poco rentable- es la silvicultura.
Los recursos minerales y las fuentes energéticas
Como se ha dicho, los recursos minerales se han formado a lo largo de millones de años en la tierra. Por tanto, no se van a renovar. Los recursos naturales se extraen mediante la actividad minera, actividad compleja todavía hoy en día y que abarca complejas actividades que van más allá de la extracción, como es la planificación de la misma, los sondeos, prospección y, hoy en día estudios para evitar el menor impacto medioambiental. Los recursos minerales son amplios: desde todos los metales hasta otras materias como el asbesto, feldespatos, sales, potasas, productos de cantera como arcillas, calizas, granitos, mármol, pizarra, usados para la construcción.
Entre todos los minerales, debemos hacer mención a los minerales energéticos, pues independientemente de la industria, de una forma u otra, esta requiere de energía, al igual que prácticamente todas las actividades humanas de hoy en día, en concreto de electricidad. Carbón, petróleo y gas natural son los principales minerales energéticos, también llamados combustibles fósiles, que gracias a su quema en centrales térmicas se obtiene la ansiada electricidad.
El carbón se creó en la era geológica llamada carbonífero. Es un recurso abundante, como ya se ha dicho anteriormente, repartido por todos los territorios y, a día de hoy, está lejos de agotarse, pues su explotación prácticamente desapareció al usarse otros minerales energéticos. De ser usado en la Primera Revolución Industrial, a partir de 1870 empezó a ser sustituido por el petróleo y, finalmente, tras la Segunda Guerra Mundial se fue reduciendo su uso, en concreto a partir de los años setenta, que conllevó el cierre de amplios centros mineros en Gran Bretaña. En España esta situación afectó especialmente a la zona de Asturias. Únicamente los actuales problemas petrolíferos parecen que vuelven a reabrir algunas minas de carbón.
El petróleo, creado en una época geológica más reciente, se encuentra en Oriente Medio, norte de África, el mar del Norte, Alaska, Canadá y la Federación Rusa. Se empezó a generalizar su uso en la segunda mitad del siglo XIX, y tiró de él las necesidades de las modernas industrias que surgían que requerían de electricidad, y especialmente cuando más adelante comenzó a generalizarse el automóvil.
El gas natural es mucho más restringido, pese a que hoy por hoy no existen indicios de agotamiento próximo, pero son pocos los países que tienen grandes cantidades del mismo y, por tanto, se requiere de la construcción de gaseoductos. Las explotaciones son peligrosas y costosas por los lugares de difícil acceso donde se encuentran estas reservas. A excepción de Francia, el uso del gas natural suele ser bastante reducido tanto para fines económicos, aunque hay un avance doméstico.
Debemos hablar también del uranio, que es uno de los principales elementos para la creación de energía nuclear. Este se encuentra en la naturaleza en pequeñas cantidades, y en zonas muy concretas como América del Norte y la Federación Rusa. Este requiere de una tecnología precisa, es contaminante y muy peligroso, y su regeneración es igualmente imposible.
Las energías renovables
Frente a estas energías no renovables, han aparecido otras que utilizan alguno de los recursos que anteriormente mencionábamos como libres, en concreto la energía hidráulica, generada a partir de la fuerza de saltos de agua, para lo que se requiere, claramente, de grandes instalaciones. Esta energía es, a día de hoy, una de las más usadas entre las energías renovables. También la eólica, que utiliza la fuerza del viento, es otra de la que más impulso está teniendo, así como la energía geotérmica que utiliza el propio calor interno de la tierra. La energía solar y la energía mareomotriz son recientes innovaciones, más implantada la primera que la segunda, pero que todavía no lo suficientemente desarrollada como para dar oferta a toda la demanda energética que solicita la industria. El problema de estas es que su implantación queda sometida a las condiciones físicas del territorio, puesto que difícilmente se pueden instalar en lugares en donde no existe agua suficiente, amplia cantidad de horas de luz o, en su caso, una velocidad del viento suficiente durante buena parte del año.
Los avances científicos posiblemente den en el futuro con una energía limpia capaz de ello como, por ejemplo, la fusión, que sería una fuente además inagotable.
BIBLIOGRAFÍA
D’ENTREMONT, A. (1997): Geografía económica, Cátedra, Madrid