La Revolución francesa
En 1789 estallará una serie de conflictos y contradicciones que ya existían tiempo atrás y Francia se convertirá en un signo de referencia durante el siglo XIX. A raíz de la revolución nacerán nuevos conceptos que son totalmente nuevos en aquel momento. Aparecerá el Estado vinculado al pueblo, un Estado de ciudadanos iguales, y una nueva clase social, la burguesía, asciende al poder. Daba así comienzo una nueva época, la contemporánea, que se diferenciara sustancialmente del momento anterior, que empezó a conocerse como Antiguo Régimen.
Para muchos historiadores la revolución tuvo un carácter mítico, como algo que anunciaba tiempos mejores para todos. Los propios revolucionarios la veían como una explosión del pueblo por la conquista de la libertad, pero esta visión no será compartida por todos a medida que avance la revolución.
Barnenf escribió poco después de arrancar la revolución, en 1791, haciendo un análisis económico y social de la revolución. Otros contemporáneos como Robespierre también lo hicieron. Pero todo no eran valoraciones positivas, así por ejemplo Edmund Burke pone el acento en que la revolución es un proceso ilegítimo. Burke pinta la época prerrevolucionaria como un tiempo dorado, con una monarquía buena, una Iglesia íntegra, y un pueblo humilde. Seguía diciendo que la Asamblea Nacional está carente de escrúpulos, que no respetaba al monarca, y que estaba construyendo un régimen contra la naturaleza y la propia historia.
Después de la revolución, hay una historiografía más científica. Destacan entre 1820 y 1930 historiadores como Thiers que escribió “Historia de la revolución francesa”, muy documenta , e incluso entrevistó a personas que habían participado en ella. Otro es Mignet, que publicó también una historia de la revolución. Guizot es otro ejemplo. Todos ellos insistían en la necesidad histórica de la revolución, y la entienden como un producto de la lucha de clases, y la asumían como una revolución completa.
Karl Marx tomará de la revolución francesa muchos elementos. La explicación básica sería que las relaciones de producción basadas en el feudalismo no se correspondían con unas nuevas fuerzas productivas que estaban en auge.
A finales del S. XIX, empezó a operar otra historiografía más moderna de la revolución. En 1881 se crea un comité en Francia encargado de celebrar el centenario de la revolución. El máximo representante será Aulard, que coordinó los trabajos del comité, que además acabo convirtiéndose en una sociedad, que contaba con la revista “Revolución francesa”. Hay un intento de recuperar documentación de la revolución.
En 1886 en la Sorbona se creó una cátedra de historia de la revolución, que será ocupada por Aulard, el cual se convirtió en el símbolo de una historiografía oficial de la revolución. Pero se basaba en lo político, y que encontraba en Danton el principal personaje de la revolución. Es una época en que el movimiento obrero, y el marxismo ya había asentado sus bases, y por lo tanto no es extraño que este sea el momento en que surge una historia de la revolución.
Pero también aparecerán unas interpretaciones socialistas de la revolución. Se pasará de un análisis de los movimientos populares de la revolución, que hasta ahora se había fijado en la burguesía como protagonista.
Iaures publica en 1901 una obra sobre la historia socialista de la revolución francesa, destacando a estos sectores, dejando en un segundo plano los factores políticos, culturales y filosóficos. Esta obra se convertirá en el punto de referencia para los historiadores. Discípulos de Iaures, Mathiez y Lefebure, dos grandes historiadores de la revolución, seguirán sus pasos.
Mathiez es el descubridor de Robespierre, que para él es la encarnación del jacobinismo. Marthiez trabajó también sobre parámetros económicos y sociales, y las consecuencias de los gobiernos de la revolución. Se le ha criticado porque hay sectores que no aparecen en su obra.
Lefebure le interesan los movimientos sociales, y sobre todo los movimientos campesinos. Su obra más señalada es “El gran miedo”. A finales de los años cincuenta fallece, y se tiene la impresión de haber llegado a un consenso de la revolución.
Soboul y G. Rude aplican el carácter marxista a sus obras. Las primeras revisiones se hacen en los años cincuenta, por autores ingleses y americanos como Alfred Parmer y Cobban. Parmer sitúa la revolución en lo que el llama la revolución atlántica. Concierte a la revolución francesa en una más de un ciclo de revoluciones, que han sido políticas y que no ha tenido consecuencias sociales.
Muchos autores consideran que las revisiones cobran alas durante la guerra fría, por las circunstancias del momento.
LA FRANCIA PREREVOLUCIONARIA
La Francia previa a 1789 era en su base rural, con una economía agraria y condicionada por el clima. El sistema señorial se basaba en una serie de tributos de los siglos anteriores, de los cuales un 30% estaba en manos de la nobleza y un 10% en manos de la Iglesia.
En este contexto, la ordenación estamental era la vigente: Nobleza, Iglesia y Tercer Estado. Esa ordenación no estaba presente solo en honores y costumbres, sino también en asuntos económicos. Nobleza y clero estaban exentos de pagar impuestos, lo que entraba en contradicción con el tercer Estado, que cargaba con todos los impuestos. Aunque hay que tener en cuenta que en el seno de ambos estamentos había amplias diferencias.
En el tercer Estado, una prospera capa se había enriquecido, pero no había corrido de forma paralela su promoción social. Este sector no podía comprar para si mismo cargos en la administración o en el ejército, ya que se necesitaba haber nacido noble para acceder a ellos. Pero el tercer Estado no era una masa heterogénea, la burguesía tan solo era un pequeño porcentaje dentro de él, compuesto en su mayor parte por campesinos empobrecidos.
Políticamente, el rey ejercía un poder absoluto, que entraba en conflicto con los Estamentos, sobre todo en los años previos de la revolución. Ello era debido a que Francia atravesaba problemas financieros, y se pretendía que los exentos fiscalmente, contribuyeran a la financiación del Estado.
En el caso francés hay que tener en cuenta las consecuencias de la guerra de independencia de las colonias británicas en América. De ella se cogen los principios que se utilizarán en la revolución. Además Francia había enviado tropas para ayudar a las colonias. La participación de Francia en esa guerra aumentaría la crisis financiera. Algunos ilustrados empiezan a comprender que el déficit solo se podría solucionar mediante una reforma del sistema tributario, y que había que olvidar la fiscalidad del antiguo régimen, y sustituirlo por pocos impuestos, y que fueran proporcionarles a la riqueza de cada uno sin distinción.
A la crisis financiera se le une una crisis económica, que castiga sobre todo a las masas populares. Entre los años 30 y 70 del siglo XVIII los precios de los cereales asisten a un incesante aumento. El coste de la vida subió un 62%, pero los salarios no crecieron, es más, descendieron, en torno a un 25%. El problema se agravó más porque hubo una superproducción de viñedos, y el precio de los vinos cayeron, mientras que el de los cereales había aumentado. Estos precios de cereales castigaron a las clases populares urbanas en especial, pero el campesinado se vio perjudicado por la caída del precio del vino. Esta crisis tuvo su imparto también en el comercio y en la industria. A todo ello se va a añadir una crisis de gobierno, que será la causa que finalmente acabará con el inicio de la revolución.
La guerra americana había dejado las arcas de Francia vacías. Varios ministros se sucederán en finanzas como Necker, Calonne oLorenie de Brienne. Calonne se ve obligado a presentar una reforma fiscal al rey, pero los Estamentos privilegiados se opusieron como era evidente. Calonne convocó una asamblea de notables, pero la asamblea acabó rechazando la propuesta. Luis XVI destituyó a Colonne, y recurrió a Lorente de Brienne, pero éste comprende que se debe cambiar el sistema financiero. El problema es que los nobles tampoco iban a aceptarlos. Los nobles acabaran recordando al monarca que solamente los Estados generales tienen facultad para aprobar una reforma fiscal y unos nuevos impuestos. Exigían así la convocatoria de Estados Generales.
Luis XVI se encontró entre la espada y la pared, su situación era compricada o aceptaba la bancarrota del Estado o convocaba los Estados Generales. La bancarrota no se podía admitir, pero la convocatoria de Estados Generales ocasionaría más problemas.
En los Estados Generales estaban representados los tres Estamentos, incluido el Tercer Estado, el cual superaba en número a los dos estamentos privilegiados juntos. Es por ello que el Tercer Estado quería cambiar el sistema de votación, que en vez un voto por Estamento, fuera un voto por diputado. Además pedían la duplicación del número de representantes del Tercer Estado, y solicitaban también la redacción de una constitución, algo que el rey no podía admitir de ningún modo.
El monarca convocó los Estados Generales, dándose la oportunidad a que los franceses dieran sus ideas a través de los cuadernos de Quejas. Se produce un choque de intereses entre el Tercer Estado, y los otros dos Estamentos. Pero el Tercer Estado tenía la voluntad de aprovechar aquel momento para imponer su voluntad , considerándose así mismos, representantes de la Nación. Es entonces cuando el Tercer Estado se reúne en la sala del juego de Pelota el 20 de junio de 1789,
constituyéndose en Asamblea Nacional, y juran hacer una constitución para Francia. Se atribuyen así mismos la aprobación de los impuestos. Los privilegiados y el monarca no podían aceptar esto y tres días después de reunirse la Asamblea Nacional, el monarca anuncia un programa de reformas, pero no se nombra la igualdad, ni la abolición del régimen feudal. La Asamblea no lo aceptó, y le respondieron que no abandonarían la sala hasta haber creado una constitución. Ante esto, el rey responde por la Fuerza, reuniendo tropas en torno a París. Este es el momento en que tiene lugar la toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789, símbolo del poder real.
LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE
A partir de este momento la aristocracia más reaccionaria empieza a salir del país. Los revolucionarios crearán una guardia nacional y se toma el poder municipal formando comunas que gobernarán los ayuntamientos.
Desde mediados de julio un miedo colectivo se extiende por la campiña francesa. Las agitaciones se extienden al campo, que estaba viviendo una coyuntura económica difícil. Se produce el gran miedo y se asaltan castillos y palacios de los señores, quemando sus archivos. Los campesinos pasan a convertirse en elementos activos de la revolución.
En Paris, la Asamblea Constituyente le llegan las noticias del campo. La Asamblea consigue reconducir la situación en el campo. A la Asamblea le preocupaba mucho esta situación porque todo esto podía ir mucho más allá, e iniciar un ataque a las propiedades de la burguesía a la que ellos mismos pertenecían, y perder la situación de las manos. Un decreto en la
noche del 4 de agosto de 1798, ponía fin al feudalismo, rompiendo finalmente con el antiguo régimen. Las revueltas son frenadas con el decreto, aunque luego los campesinos se sentirán engañados por la Asamblea.
La Asamblea se va ocupando de otros asuntos, como la elaboración de los derechos del hombre y del ciudadano, que aprobará el 26 de agosto, y que estuvo influida por la elaborada por los americanos. En los derechos se recogían los principios de la revolución: igualdad y libertad. Se recogía también algo muy importante para la burguesía, la propiedad como un derecho. Aparecía también por primera vez el concepto de soberanía residente en la nación. Ello no suponía de ninguna manera cuestionar al monarca, los revolucionarios en primera instancia querían imponer una monarquía constitucional, aunque pocos años después la marcha de los acontecimientos hizo que el monarca cayera y se instaurara la república.
Pese a todo, el monarca no estaba por la labor de ceder su poder a la Asamblea, y lo que estaba sucediendo en el país le daba temor. El monarca empieza a mover tropas de nuevo a Paris. Ante esta situación el pueblo de París llegará a Versalles, y el rey será hecho prisionero, recluyéndolo en las Tullerías. Solo después de esto, la Asamblea dirá que su poder es superior al del monarca, impidiendo a éste rechazar disposición que saliera de la Asamblea. Hasta septiembre de 1791 la Asamblea es la que gobierna por encima del rey.
Mientras todo esto ocurre, en la Asamblea se han formado una serie de grupos que representaban distintas tendencias. Había una especie de centro, una derecha y una izquierda. Estos son términos que se crean en esta época. Los grupos más reaccionarios se sentaban a la derecha del presidente de la cámara, mientras que los que querían llevar más lejos la revolución se sentaban en la izquierda. Estos últimos eran muy reducidos en la Asamblea.
La Asamblea tomará también medidas fiscales. Se llevará a cabo un proceso de desamortización de los bienes del clero, y la nacionalización de los bienes de los aristócratas que habían emigrado fuera de Francia. El 2 de noviembre de 1789 se tomo la decisión de nacionalizar los bienes de la Iglesia. La desamortización es bastante rápida, y la venta de los bienes supondrá un beneficio para los sectores burgueses y campesinos más acomodados.
Al desamortizar los bienes de la Iglesia, ahora será el Estado quien pague a los miembros de la Iglesia, que pasaban a ser funcionarios del Estado, estando bajo una serie de requisitos, como jurar la constitución. Todo esto fue recogido en la constitución civil del clero, que se elaboró en 1790, la cual recogía la supresión de las ordenes religiosas, reestructuraba las circunscripciones religiosas, y se fija un obispo en cada una de ellas. El papa Pio VI no admite ésto, y mucho menos que ni se le consultará. Durante algunos meses Pio VI no dijo nada, pero luego el papa condenó esa constitución, lo que casi provocó un cisma, ya que en Francia había por una parte una Iglesia constitucional y por otra parte una Iglesia romana fiel al Papa.
Luis XVI, profundamente creyente, solo aceptó a un cura refractario como capellán. Luis decide huir el 20 de junio de 1791, para unirse a las tropas que se estaban agrupando en la frontera francesa. Pero en Varennes es capturado y devuelto a París. Este episodio hace que las tropas francesas se establezcan en la frontera francesa porque se teme una invasión exterior. A partir de entonces empieza a ver manifestaciones en que se empieza a pedir la abdicación de Luis y la proclamación de la república.
Había por lo tanto una crisis religiosa, actividades contrarrevolucionarias dentro de Francia, y amenazas en la frontera contra la revolución, a lo que se le sumaba un complot del monarca para acabar con la revolución.
Tras Varennes, el monarca es suspendido de sus funciones. Luis prometerá aceptar la constitución, que todavía no estaba acabada. La Asamblea acepta esa promesa, y es repuesto en sus funciones, aunque todos no estaba de acuerdo. Los jacobinos y los girondinos realizaron peticiones para que no fuera repuesto. La última petición fue especial, fue apoyada por unas 6.000 personas, que se concentraron en el campo de Marte para pedir la abdicación del rey. Pero la comuna de París decidió declarar ilegal la manifestación, y se envió a Lafallete, al frente de la Guardia Nacional, a disolverla. Se montó un gran conflicto con los manifestantes, lo que produjo que la Guardia Nacional abriera fuego sobre los manifestantes, tras lo cual fue disuelta. Se realizaron en torno a doscientas detenciones. Algunos dirigentes de la revolución no tuvieron más remedio que huir o esconderse durante un tiempo
Estos acontecimientos son importantes, ya que tras lo producido en el campo de Marte, el movimiento republicano empieza a ganar más fuerza. El Tercer Estado queda dividido irremediablemente.
Una semana antes de todo esto, un grupo de monárquicos constitucionales, empieza a no estar de acuerdo con los dirigentes más radicales, y abandonaron el club de los Jacobinos.
LA ASAMBLEA NACIONAL Y LA CONVENCIÓN
Mientras tanto los debates en la Asamblea continúan, aprobando finalmente la Constitución en septiembre de 1791, la cual establecía una serie de principios fundamentales. La soberanía recaía en la Nación, quien elegía a sus representantes mediante un sufragio censitario (solo los que tenían un cierto nivel de rentas podían votar). Todos eran ciudadanos, pero unos eran activos y otros pasivos. Francia quedaba transformada en una monarquía constitucional, con la propiedad privada como principal derecho. La Asamblea Constituyente tras aprobar la Constitución se disolvió, dando paso a la Asamblea Legislativa, elegida por los ciudadanos activos.
Pese al trabajo que había supuesto elaborar la Constitución, un año después fue desechada, el rey perderá el trono y ejecutado en 1793.
Hay que tener en cuenta que el rey había aceptado la Constitución, y desde Varennes, a pesar de las promesas, había seguido conspirando para recuperar todo el poder. A su vez muchos nobles se seguían exiliando, conspirando más haya de las fronteras francesas contra la revolución. A ellos se les sumaba una contrarrevolución interna. La propia revolución tomará un proceso de radicalización. Aparecerá el grupo de los Sans Culottes, que han esperado mucho de la revolución iniciada en 1789, pero sus esperanzas no se han cumplido en su mayor parte. Los precios seguían en alza, las deudas aumentaban, el hambre de tierra no se había solucionado. Además aquella revolución en la que habían creído se había cerrado con un saldo negativo hacía sus derechos políticos. Los Sans Culottes querrán llevar más haya la revolución, y tendrán un mayor protagonismo a partir de ahora.
El año 1790 había sido de ligera prosperidad, pero los siguientes años se solaparon abundantes levantamientos de campesinos, que provoca cada vez una mayor radicalización de la revolución, a lo que se le unía otro factor, y es que Francia va a entrar en guerra en abril de 1792, lo que acentuará los antagonismos, levantando más tensiones. Una vez declarada la guerra, la actividad contrarrevolucionaria también cobrará alas.
La guerra hará que Francia tenga que tomar medidas excepcionales para proteger la revolución, que por otra parte dejará ver el doble juego del monarca. Pero económicamente supondrá también una gran infracción. Todo esto hará que la Asamblea Nacional deba tomar medidas excepcionales.
Tras haber aprobado la Constitución, y haberse elegido la Asamblea Nacional, se ve en su composición un grupo conocido como los girondinos, que apoyarán la guerra contra los monarcas europeo, y su líder principal era Brissot, quién defendía que si Francia entraba en guerra, la revolución sería exportada a otros países. Otro grupo minoritario era el de los jacobinos, dirigidos por Robespierre, quien creía que la guerra conduciría a la ruina o a una dictadura en Francia. Pero Brissot ganó el debate, y la guerra fue declarada a Austria y Prusia. Trágicamente la historia acabaría dando la razón a Robespierre, que paradójicamente le tocará hacer frente a los peores momentos de la guerra.
Una vez empezada la guerra, se produjeron las primeras derrotas francesas. Se producirá una agitación popular el 10 de agosto de 1792, dirigida por Danton y Robespierre. Es tan fuerte esta agitación que asustará a los propios contrarrevolucionarios, pero también a la burguesía que había dirigido el proceso revolucionario hasta el momento, y que teme que el control
salga de sus manos.
La Asamblea Nacional tendrá finalmente que rendirse ante la insurrección y el monarca será encarcelado. Se convocará una nueva Asamblea, que tomará el nombre de Convención, que tenía una novedad, se eligió mediante sufragio universal masculino.
La insurrección había sido de gran violencia, produciéndose las matanzas de septiembre, en la que bandas armadas entraron en las prisiones ejecutando entre unas 1100 y 1400 personas. Se trató de un episodio que para muchos se debía al miedo contrarrevolucionario existente en el ambiente.
Poco después de estos hechos, el general Dumouriez vencía a los prusianos en la batalla de Valm, que supuso un respiro para la asfixiada revolución. A finales de septiembre se reunía la Convención Nacional, compuesta por 750 miembros. En ella destacaban tres grandes grupos: una gran masa de diputados independientes, conocidos como la llanura o el pantano; los girondinos, y el grupo de la Montaña, en donde se encontraban los jacobinos.
La primera fase de la Convención estuvo marcada por el enfrentamiento entre la montaña y los Girondinos, que solo se cerró con una nueva insurrección en 1793, que depurará los girondinos.
Los girondinos eran los principales defensores del liberalismo económico. Los jacobinos tampoco es que tuvieran entusiasmo por intervenir en la economía, pero eran más sensibles al pueblo, y por lo tanto más dispuestos a ceder ante la presión popular.
La girola y la montaña se enfrentaron por el procesamiento del monarca: valía con condenarle a prisión, o en cambio ¿había que ejecutarle?. Los girondinos opinaban que se debía mantener al rey prisionero hasta que finalizase la guerra, pero para los jacobinos era la oportunidad de dar un castigo ejemplar a las monarquías europeas ejecutando a Luis XVI. La solución se decantaría por la condena a muerte, tras haber descubierto documentos que implicaban al rey en la actividad contrarrevolucionaria. El 21 de enero de 1793 el rey es guillotinado. A pesar de que los girondinos habían perdido la votación de la condena al monarca, consiguieron mantener su hegemonía en la cámara, debido a que la situación de la guerra era favorable a Francia.
Pero en marzo de 1793 las cosas empiezan a ir mal para Francia, y los ejércitos franceses empiezan de nuevo a ser derrotados. El propio Dumouriez se suma al ejército enemigo. La presión a la que empezaba a estar sometida la revolución hizo que se empezaran a tomar las primeras medidas extraordinarias. Se crearía un tribunal revolucionario, comités revolucionarios en los ayuntamientos, y representantes en misión.
La primavera de 1793 era de gran dificultad para la Convención, y en especial para los girondinos. Se produjeron malas cosechas, lo que hizo que los precios aumentaran. En este contexto había un caldo de cultivo para motines populares de una gran violencia, que se extendieron por todo el país, y se tiende a asaltar las tiendas. Los girondinos cargarán con todas las culpas de lo que está sucediendo como partido gobernante, y los Sans Coulottes no les perdonan que apoyen el libre mercado, sin que interfieran en la econom
ía.
Ante estos movimientos, la comuna de París, dominada por los jacobinos, estableció los precios del pan a un 50% de su valor antes de la revolución. Mientras en los clubes y en las calles se decía que la revolución debía ir más lejos. Un nuevo movimiento de los Sans Coulottes exigía que la Convención sea depurada. Esa sublevación tiene lugar el 10 de marzo de 1793, iniciada por un grupo de revolucionaria conocido como los Tranques, que eral grupo más cercano a los Sans Coulottes, y posiblemente el único grupo que les apoyaba verdaderamente. El grupo de la montaña no les apoyará ya que tenían un gran temor a que el proceso revolucionario recayera en manos que no fueran las suyas propias, e incluso los jacobinos temerán que ellos también fueran depurados al igual que los girondinos.
Pero sin embargo, un mes después de todo esto, la montaña se encontraba en disposición de dirigir el movimiento. El 1 de junio se produce la purga de la Convención, y varios diputados y ministros girondinos son depurados. La montaña, dominada por los jacobinos, había conseguido hacerse con el control de la Convención.
Se inició la elaboración de una nueva constitución, la de 1793, o del año 1 de la República. Por primera vez se instituye un nuevo sistema de gobierno republicano, además un sistema de gobierno democrático, ya que se instauraba el sufragio universal masculino. Así mismo la nueva constitución recogía por primera vez derechos sociales.
Los jacobinos tendrán que enfrentarse a una serie de problemas. Uno de los principales será una insurrección campesina de la Vendèe, que se oponían al reclutamiento forzoso, lo que producía una desunión de la alianza entre los campesinos y la burguesía. Esta quiebra se ha atribuido al sentimiento religioso de los campesinos, que se dejaban influir por sacerdotes antirrevolucionarios, pero esto ha sido puesto en cuestión. Verdaderamente era por las dificultades por las que atravesaba el campo francés, que había sido duramente castigado por la venta de bienes nacionales, a lo que hay que sumar una situación económica precaria, con precios que subían constantemente, y una escasez de alimentos. Dada estas condiciones les resultaba difícil el no rendirse a que se fiscalizaran los precios y se interviniera en a economía, así como castigar a los que especulaban y acaparaban en momentos de hambre. A finales de 1793 acabaron fijando máximos para el pan, junto con un conjunto de bienes y servicios que se consideraban esenciales, a la vez que subían los salarios en torno al 20%. Los Sans Coulottes veían por primera vez beneficios reales y visibles. Las medidas económicas fueron dando resultado, ya que se logró controlar más o menos la infracción, la especulación, y la moneda se iba recuperando, todo a pesar de estar en guerra.
Parecía que las ciudades se abastecían mejor, y se avanzaba en medidas sociales. En julio de 1793 se cancela la deuda que los campesinos habían contraído con sus antiguos señores, eliminando el último coletazo del feudalismo. Incluso se barajaron ideas más radicales pero que no llegaron a aprobarse, como la de confiscar las propiedades ya confiscadas y repartirlas entre los campesinos pobres.
La propia evolución de la guerra complicaba la evolución de la revolución, que acabó convenciendo a Robespierre, y a toda la Convención, de que había que tomar mayores medidas para ganar la guerra y mantener el orden interior. Los jacobinos quieren un gobierno revolucionario, congelar la constitución y entregar el poder a ese gobierno revolucionario hasta que la guerra acabara. Algunos historiadores piensan que esto era tan solo una excusa y que los jacobinos no habrían restaurado la constitución.
El caso es que el 10 de octubre de 1793 se instaura el gobierno revolucionario, formado por dos comités con poderes extraordinarios. El Comité de Seguridad Pública, del que dependía la seguridad interna del país, a cuyas órdenes estaba el Tribunal revolucionario. Y el Comité de Salvación Pública que se encargaba del poder ejecutivo. Esta centralización del poder se hizo en reprimenda de otros poderes como el de las comunas y departamentos. La Convención entendía que era necesario este gobierno si quería salvar la República, y lo defendía en su mayor parte.
Pero desde el primer momento el gobierno se encontrará atacado por dos oposiciones. Una proveniente de la derecha, Danton, y otro por la izquierda, Hèbert. Danton era uno de los líderes de la revolución, había formado parte del Comité de Salud Pública, aunque tras un reajuste fue expulsado, y se retiró al campo, pero algunos le pidieron que volviera a la vida política. Danton tomó como objetivo restaurar las autoridades locales, desmantelar el régimen de terror impuesto, liberar la economía, y negociar la paz con las potencias europeas.
Hèbert, un artesano sin oficio fijo, defendía todo lo contrario a Danton. Pedía que se prosiguiera la guerra, y que aumentaran las ejecuciones, así como que se iniciara una campaña contra el clero.
Existía también una tercera oposición, la de los Sans Coulottes. Éstos habían tenido una importante mayoría en los comités locales, y ahora ven que se les estaba quitando el poder de las manos, debido a la centralización del gobierno revolucionario. Los Saint Culotes no podían soportar que el
destino del país estuviera en tan solo dos comités. Además defendían que la fiscalización de la economía debía ser permanente, y no solo durante el tiempo que alguien lo creyera necesario. La unión del pueblo con los burgueses era cada vez más frágil.
Tanto el movimiento de Hèbert como de Danton empezarán a preocupar seriamente a los comités, y ninguno tendrá un final feliz, quienes serán detenidos y condenados a muerte. La guillotización de Hèbert pudo molestar a la Convención, pero la de Danton causó una enorme inquietud entre los miembros de la Convención, pero no hubo protestas en las calles. Pero si que se hizo evidente la falla entre los Saint Culotes y los jacobinos.
Por otra parte, productores y mercaderes habían empezado a evadir las leyes, y el gobierno tuvo que tomar una decisión, o aumentar las condenas de éstos, o liberar la economía. El gobierno prefirió esto último, lo que provocó una agitación en los mercados de las ciudades, y se empieza a insultar a los jacobinos. Los Saint Culottes se encontraban ahora con unos precios más altos, y unos salarios más bajos.
Robespierre y el Comité se encontrarán problemas en la Convención. Las relaciones entre gobierno y la Convención empezarán a quebrarse tras la aprobación del decreto del 10 de junio de 1794, por el cual se aceleraban los juicios del tribunal revolucionario, dando lugar al llamado Gran Terror.
A mediados de 1794 parecía que la guerra ya estaba encauzada, por lo que ya no tenía sentido un gobierno revolucionario y el régimen de terror. Por si fuera poco se le suma otras tensiones, ahora hay un enfrentamiento entre los dos Comités, que se verá claramente cuando el comité de Defensa cree un departamento de policía para perseguir los delitos revolucionarios. El Comité de Seguridad cree que eso es función suya, y se vengará, dejando los meses de junio y julio que los cadáveres de los ejecutados se apilaran en las carreteras. Por si fuera poco, crecerán problemas internos en el Comité de Salvación Pública, ya que había miembros que estaban inclinados hacia unas tesis más moderadas, pero otros en cambio querían radicalizar la situación.
Los meses de junio y julio de 1794, se ve un progresivo aislamiento de los robespierristas de la Convención. Robespierre acabará como Danton. Las relaciones entre los Comités empeoraron rápidamente cuando se puso en marcha el gran terror. Uno de los miembros del Comité de Salvación Pública presentó un informe a la Convención en un tono conciliador el 25 de julio, pero al día siguiente Robespierre empieza a denunciar a sus enemigos. Por la noche, en el club de los jacobinos, Robespierre sigue manteniendo su opinión. Al día siguiente, se interrumpe un discurso, proponiéndose la detención de Robespierre y sus seguidores. El 28 de julio de 1794, por la tarde, fueron ejecutados en la plaza de la Revolución.
EL DIRECTORIO
La revolución seguirá por un camino más moderado. La llanura es la gran triunfante en el proceso de Termidor. Estos continuarán la guerra, y mantendrán una política capitalista.
Se pondrá fin al terror, y las cárceles serán abiertas. Pero ahora aparece un contraterror no oficial, formado por mucho de los hijos de los guillotinados, y que perseguirán a los antiguos jacobinos. También irá regresando muchos de los emigrados, lo que produce una situación de crispación. La Convención no podrá dominar el contraterror. Los nuevos gobernantes tenían que hacer frente a antiguos problemas. No eran partidarios del máximo general, que fue enmendado en parte, y que conduce finalmente a su abolición, y su consecuencia fue que los distribuidores estarán muy satisfechos, pero se produce una caída de los salarios, con un aumento de los precios, lo que provoca insurrecciones populares entre las que están las de Germinal y la de Pradial. En la de Germinal, las mujeres ante la elevación de precios del pan, asaltan las panaderías. Los insurgentes se dispersaron rápidamente cuando apareció la Guardia Nacional. Se tomarán medidas para restaurar el orden, y algunos se tomarán la justicia por su mano. Se intenta prevenir un estallido posterior, declarando el Estado de sitio, y con el ejército en la capital al mando del general Pichegru.
Se arresta a los jacobinos, y a diputados de la montaña, algunos son hasta deportados. Pero las causas seguían, y una nueva insurrección en Pradial, con dos lemas: Pan por una parte, y la vuelta de la Constitución de 1793. Fue una autentica protesta social. Esta insurrección duro cuatro días, con una invasión de la Asamblea, encabezada por las mujeres. La Asamblea convence a la masa popular de que hará todo lo posible, pero más tarde el ejército lleva a cabo una nueva represión de gran dureza. Los Sans Coulottes desparecerán como fuerza pública. De ahora en adelante la burguesía puede seguir sus tareas sin el incordio de los Sans Coulottes que les habían ayudado a llegar al poder.
Los termidorianos tenían como tarea crear una nueva Constitución, la de 1795, que es muy diferente a la anterior. La igualdad política se pierde, y desaparecen derechos como el de insurrección, aunque se asentaban otros como el de defensa de la propiedad. La Constitución del año 3 va a dividir a la Asamblea en dos cámaras: el Consejo de los 500, y el Consejo de los ancianos, compuesto por 250 miembros, los cuales debían superar los 40 años. El poder ejecutivo recaería en el Directorio, compuesto por cinco personas.
La nueva situación política, se encontraba con los ultras, que reivindicaban el antiguo régimen, y por otra parte la de los monárquicos constitucionales. Hubo intentos de sublevación de estos grupos, pero fueron rápidamente reprimidos, alguna de ellas por el ya general Napoleón Bonaparte. Las represalias de estos movimientos fueron extraordinariamente suaves.
Hay una nueva conspiración, en el contexto de una economía pésima. Babeff intentará su famosa conjura de los iguales, que intentó entre el 95 y el 96 imponer un régimen casi comunista salvando las distancias. Intenta derribar al Directorio, pero las cosas no salieron bien, y la conjura acabo con Babeff y sus colegas guillotinados.
Los hombres de Termidor parecían que tenían controlada la situación, con un mínimo de estabilidad. Pero realmente era una de las fases de la revolución con menos estabilidad, con una gran confusión política. La situación se hacía cada vez más complicada, y parecía que la solución era volver a las medidas del año 2, o empezar a disponer de una gran cantidad de recursos provenientes de los territorios ocupados. El Directorio escogió la segunda opción.
Las derrotas contra la segunda Coalición se sucedieron, a lo que hay que añadir la sublevación de las provincias belgas. Algunos piensan que la solución es concentrar todo el poder en el gobierno para que tomara decisiones fácilmente. Entre estos estaban Sièyes y Luciano Bonaparte, hermano de Napoleón. A principios de 1799 la guerra dará un revés, y Francia empieza a obtener victorias. Entre los generales victoriosos estaba Napoleón Bonaparte. Ante el temor de un renacimiento jacobino, se pedirá ayuda a Napoleón para dar un golpe de Estado. Con el pretexto de que existía una conspiración jacobina, se convence a los consejos que se reúnan el 9 de noviembre (el 18 Brumario según el calendario republicano) fuera de París. Luciano Bonaparte era el presidente del Consejo de los 500, Consejo en el cual entro Napoleón para tratar de hablar ante los diputados, pero estos se enfrentaron a él y le agredieron físicamente. El presidente intenta controlar la situación, llamando a los guardias y expulsando a los diputados. Mientras tanto el Directorio había dimitido, y el Consejo de ancianos, que en ese momento se encontraba con todo el poder en sus manos, lo confió a una comisión consular compuesta por tres personas. Un primer Cónsul, Napoleón, que era en definitiva tenía todo el poder, y dos cónsules más Shyes y Ducos. Empezaba así el predominio de Napoleón.
Algunos textos completos: -Declaracion de los derechos del hombre y del ciudadano |
BIBLIOGRAFÍA
BERGERON y otros (1976): La época de las revoluciones europeas, 1740-1848, Siglo XXI, Madrid
BOIS, J.P. (1999): La Revolución francesa, Información e Historia, Madrid
CASTELLS OLIVAN, I. (1997): La revolución francesa, 1789-1799, Síntesis, Madrid
DÍAZ, F. (1994): Europa de la Ilustración a la revolución, Alianza, Madrid
FEHER, F. (1989): La revolución congelada. Ensayo sobre el jacobinismo, Siglo XXI, Madrid
FURET, F. (1980): Pensar la Revolución francesa. Petrel, Barcelona
GONZALEZ-PACHECO, A. (1998): La Revolución francesa, 1789-1799, Ariel, Barcelona
HAMPSON, H. (1984): Historia social de la Revolución francesa, Alianza Editorial, Madrid
HOBSBAWM, E.J. (1992): Los ecos de Marsella, Crítica, Barcelona
LEFEBVRE, G. (1981): Revolución francesa, Laia, Barcelona
LEFEBVRE, G. (1986): El gran pánico de 1789. La revolución francesa y los campesinos, Paidós, Barcelona
MAZAURIC, Ch. (1970): Babeuf. Realismo y utopía, Península, Madrid
PRIETO, F. (1989): La Revolución francesa, Istmo, Madrid
RUDE, G. (1979): La multitud en la historia. Los disturbios populares en Francia e Inglaterra 1730-1848, Siglo XXI, Madrid
RUDE, G. (1981): Revuelta popular y conciencia de clase, Crítica, Barcelona
RUDE, G. (1978): Europa en el siglo XVIII. La aristocracia y el desafío burgués, Alianza, Madrid
RUDE, G. (1977): La Europa revolucionaria (1783-1815), Siglo XXI, Madrid
SCHMITT, E. (1985): Introducción a la historia de la Revolución francesa, Cátedra, Madrid
SOBOUL, A. (1987): La Revolución francesa. Principios ideológicos protagonistas colectivos, Crítica, Barcelona
SOBOUL, A. (1983): Comprender la revolución francesa, Crítica, Barcelona
SOBOUL, A. (1981): La Revolución francesa, Oikos Tau, Barcelona
SOBOUL, A. (1983): Compendio de historia de la Revolución francesa, Tecnos, Madrid
SOBOUL, A. (1987): Los sans-culottes. Movimiento popular y gobierno revolucionario, Alianza Editorial, Madrid
SOBOUL, A. (1980): Problemas campesinos de la revolución 1789-1848, Siglo XXI, Madrid
SOLE, J. (1989): Historia y mito de la Revolución francesa, Siglo XXI, Madrid
TULARD, J.; FAYARD, J.F.; FIERRO, A. (1988): Historia y diccionario de la Revolución francesa, Cátedra, Madrid
VILLAVERDE, J. (1987): «Debates sobre la revolución francesa. Estado de la cuestión», Zona Abierta, 43.44
VOVELLE, M. (1989): La mentalidad revolucionaria, Crítica, Barcelona
VOVELLE, M. (1981): Introducción a la historia de la Revolución francesa, Crítica, Barcelona