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Leer la pintura – Nadeije Laneyrie-Dagen

Nadeije Laneyrie-Dagen, Leer la pintura, Larousse, Barcelona, 2005

¿Cuánto tiempo hay que estar mirando un cuadro para saber que lo hemos visto? Esta pregunta se suele realizar en broma, aunque quizás con la mala intención de burlarse de aquellas personas que, con gran parsimonia se mueven entre cuadro y cuadro dentro de un museo, observando durante largo tiempo una determinada obra. Contrasta con aquellos que, quizás intentando amortizar el precio de la entrada, intentan recorrer todas las salas de los museos sin detenerse lo más mínimo ante ninguna de las obras expuestas.

De esta manera, quizás la pregunta sería ¿qué es lo que tenemos que ver en un cuadro? Podríamos decir, en primer lugar, el cuadro en sí mismo, lo que nos muestra y, de una forma más profunda, lo que nos hace sentir. Para la gran mayoría, esto es lo mínimo que aspira a ver, lo cual, desde luego, no tiene ninguna objeción. Pero una pintura tiene mucho más para apreciar como son, por ejemplo, los colores, las pinceladas, el dibujo, las líneas, fondos y figuras, colocación de estas, sombras y luces, perspectiva, así como el propio soporte. No olvidemos, desde luego, la propia historia de la obra, su época, el autor y, en definitiva, su estilo.

Para el profano en asuntos artísticos y, en concreto pictóricos, son demasiados elementos, en muchas ocasiones difíciles de discernir. Para subsanar esta carencia,  Nadeije Laneyrie-Dagen nos hace entrega de su obra, Leer la pintura, orientada a averiguar y apreciar todas estas cosas de un cuadro que acabamos de comentar.

La obra se divide en seis bloques. El primero de ellos es titulado el “carnet de identidad”, en donde se hace alusión a cuestiones que no tienen que ver directamente con la parte representada, sino con el ámbito material del cuadro como son los soportes y materiales utilizados y sus dimensiones. También el título, la autoría y la fecha, así como una breve explicación de cómo documentar la obra para conocer, no solo el momento en que se realizó, sino la trayectoria del cuadro hasta nuestros días. Esta última una cuestión fundamental a la hora de atajar la restauración y conocer su estado de conservación.

Más allá de esto, el resto de los bloques hacen alusión a la obra en su parte pictórica. Así, una cuestión fundamental es el tema (en el segundo bloque), que se nos divide en varios géneros: la pintura de historia, el retrato, el paisaje, la escena de género y la naturaleza muerta.

Una parte importante de una pintura es la composición, tema que trata el tercero de los bloques. En este podremos aprender acerca de los formatos y la adecuación de las figuras de una obra al espacio del que se dispone. Del mismo modo, la organización de estas en las distintas partes del espacio, así como la existencia de perspectiva o no.

El cuarto bloque trata acerca del dibujo y el color, en donde el lector podrá conocer si en un cuadro predomina el primero o el segundo, entre otras cuestiones como son desde el esbozo hasta los instrumentos, así como en el caso del color los tipos de pinceladas. Gran importancia da la autora al color, del cual nos hace un recorrido a lo largo de las distintas épocas, así como los aportes teóricos que la ciencia ha hecho sobre este.

La figura es el tema del siguiente bloque. En concreto se hace alusión a la figura humana a lo largo de las distintas épocas tanto en el simbolismo de la misma, así como en las formas existentes para plasmar emociones. También los cánones y proporciones para representar lo que se considera bello, pero también para mostrar lo horrendo.

Finalmente, en el último de los bloques, la autora repasa cada uno de los estilos, desde el gótico al expresionismo. En buena medida, no hace otra cosa que ordenar la información que ya se ha dado en los otros apartados. Podemos sumar a este bloque el epílogo, que hace referencia a la pintura del siglo XX, desde la abstracción hasta prácticamente la actualidad, que por lo cuestionada que ha sido –y por las claras diferencias que con otros estilos anteriores presentan-, parecen merecer apartado propio.

Como no podría ser de otra manera, a lo largo de las páginas se hace alusión a una multitud de obras pictóricas, las cuales son puestas como ejemplo de lo que se trata en cada momento. No solo esto, sino que, como era de esperar, el aparato gráfico es rico y de gran calidad para que el lector tenga siempre ante sus ojos tales obras.

Una gran obra: sintética, útil y, sobre todo, destinada a la divulgación del arte pictórico.

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