Historia de Roma

Los sucesores de Constantino y la división del Imperio

 Muerto Constantino, en el 337, sus tres hijos -Constantino, Constante y Constancio-, que eran césares, pasaron a ser Augustos, volviéndose al colegio imperial. Constancio se quedó con Oriente, Constante recibió Italia, África y la Península Balcánica; mientras que Constantino con las Galias e Hispania.

Sin embargo, pronto las luchas comenzaron entre los tres. Constantino invadió Italia, aunque fracaso en el intento, lo que le costó su propia muerte en el 340, restableciéndose la diarquía. Pero, pasados 10 años, una nueva usurpación volvería a producir una nueva lucha por el poder. En el 350 Constante desaparece tras una usurpación liderada por Magnencio, y apoyado por las tropas de las Galias. Ello hizo que Constancio, en el 353, intentara acabar con dicha usurpación, restableciendo la unidad del imperio bajo su mando.

Constancio fue sucedido en el 361 por Juliano, que previamente había sido enviado a occidente como Cesar, y de hecho desde el 360 había sido reconocido como Augusto por el ejército galo en París. Obtuvo importantes victorias contra francos y alamanes, y actuando con bastante libertad, puso en marcha una política de desgravación fiscal, obteniendo gran popularidad. Cuando en el 560  Constancio le reclamó tropas para ir contra los persas, Juliano se negó, al tiempo que era proclamado Augusto. Aunque la desaparición de Constancio, que murió en Panonia de enfermedad, hizo que no se produjera una nueva guerra civil, convirtiéndose Juliano en augusto único, trasladándose a Constantinopla.

Era hijo de Julio Constancio, quien era a su vez hermanastro de Constancio. Juliano había sido junto con su hermano, Galo, los únicos sobrevivientes de la matanza familiar ordenada por Constancio. Juliano se había criado en Cesarea de Capadocia, una ciudad donde el cristianismo había arraigado profundamente. Allí fue educado en la fe cristiana. Pero, en cuanto pudo visitó las universidades de Constantinopla y Atenas. Quizás por el impacto del platonismo o por reacción a la casa Constantiniana, se convirtió a la religión cívica tradicional, es decir al culto a los dioses.

El breve gobierno de Juliano -tan solo de 18 meses, entre el 361 y el 363- se caracterizó por su reforma religiosa a favor del paganismo, de ahí que fuera apodado como «el Apostata». Para entender la reforma hay que tener en cuenta las medidas a favor de la Iglesia de los años anteriores. Constante en el 341, y Constancio en el 354 habían prohibido los sacrificios sangrientos de la religión cívica tradicional. En el 346 el personal eclesiástico fue liberado de impuestos sobre la tierra. Y en el 355 Constancio concedió a los obispos el privilegio de ser juzgados únicamente por sus iguales. Esto comportó la actitud religiosa de Juliano.

Las interpretaciones históricas son antitéticas. Para unos fue un apostata, para otros un revisionista anacrónico, y algunos lo consideran un filósofo. Sin embargo, hay que ver a Juliano como la antítesis de Constantino, no solo en lo religioso, sino también en la administración del Estado. Juliano pretendió la restauración del paganismo, y algunos dicen que tomo medidas persecutorias contra los cristianos, aunque más bien los marginó.

Juliano no solo pretendía volver a los ritos tradicionales, sino que quería mejorarlos, y para ello se fijó en la estructura de la Iglesia. Admiraba las instituciones caritativas de los cristianos, y por ello la copio. Introdujo en cada provincia un sacerdote pagano como jefe de la religión pagana, que sería el responsable de recibir las instrucciones imperiales, subsidios, construcción de hospicios, y asistencia a los pobres. Se programó la formación del cuerpo sacerdotal para que tuvieran una formación filosófica, de manera que pudieran instruir a los fieles. Ordenó la restitución de los bienes expropiados a los templos, Las monedas recuperaron su simbología tradicional. Y se volvió a autorizar el sacrificio, los oráculos y practicas mistéricas.

En definitiva, se trataba de devolver el carácter pagano al Estado. En ese programa fue asesorado por el senador Vettius Agonus Praetextatus – conocido como el último pagano-, así como por Máximo de Éfeso, que era un filósofo neoplatónico.

Pero muchas de estas medidas, mal acogidas por los cristianos, llevaron a episodios violentos, como la destrucción de templos. En Gaza, por ejemplo, permitió episodios de violencia contra los cristianos. Y se mando también al exilio a muchos obispos.

La Lex de doctoribus et magistri, del 362, establecía que los maestros fueran pagados con cargo a las arcas municipales, entre aquellos que mostraran mayor capacidad, y que respetaran el mos maiorum. Ello hacía, evidentemente, que los cristianos no pudieran dedicarse a la enseñanza. Juliano consideraba que lo que enseñaba y lo que se creía debía equipararse, por tanto, los cristianos no podían enseñar a los autores clásicos adecuadamente.

Pero todas las medidas de Juliano poco podían durar en tan solo dos años de reinado. Ni tan siquiera había previsto ningún sucesor a su muerte, en el 363. Por ello altos dignatarios del Imperio eligieron como emperador, de nuevo, a un cristiano, Joviano, que al mismo tiempo era un militar muy poco significado.

El único año de reinado de Joviano estuvo caracterizado por un Imperio que estaba en desintegración. Se tuvo que abandonar todos los territorios al otro lado del Tigris, tras una paz con los persas. Pero aunque la paz era desventajosa para el Imperio, era totalmente necesaria para acabar con todas las medidas religiosas de Juliano, encaminadas a la restauración de los bienes y privilegios de los cristianos, y a anular de nuevo las practicas paganas como la magia o los sacrificios. En el 364 murió en la ruta de Ancira a Constantinopla.

Otro emperador había muerto sin designar sucesor, para lo que hizo necesario una reunión de los principales prohombres del Imperio en Nicea, que designaron a Valentiniano, un oficial de Panonia poco significado. Este a su vez eligió como segundo Augusto a su hermano Valente. Entre ambos se dividieron el Imperio -Valentiniano en las dos prefecturas occidentales y Valente en las orientales- , pero en esta ocasión no se trataba de una división jurisdiccional, sino que ambos gobernarían con programas distintos, con sus propios proyectos.

Pero el Imperio corría peligro. Una vez más las usurpaciones estuvieron a la orden del día. En Oriente, Procopio, uno de los comandantes del ejército que debía hacer frente a los persas antes de la firma de la paz, intentó usurpar el trono a Valente, cuando este se encontraba ausente de Constantinopla. No tuvo existo, y él y sus partidarios, especialmente significados paganas, fueron purgados.

Mientras, en Occidente, el peligro venía desde las fronteras. Multitud de pueblos bárbaros presionaban las fronteras del Rhin, mientras que en África Firmo inició un movimiento separatista que tuvo que ser sofocado. El gasto militar se disparo, se tuvieron que aumentar efectivos militares, así como reforzar la frontera Rhin-Danubio con trincheras, fosos y diversas fortificaciones. Pese a ello, se siguió manteniendo la política de ayudas a los menos desfavorecidos, mientras que Valentiniano se enfrentaba a las aristocracias corruptas. Se creo así la figura del defensor plebis.

La medida suponía que el Estado, y su emperador, se convertían en defensor de los pobres, impidiendo que aristocracias locales constituyeran grandes clientelas, que podía poner en riesgo la integridad del Estado.

Se luchó contra el reflujo de ciertas prácticas mágicas. Valentiniano y Valente eran cristianos, aunque de distintos dogmas. Valentiniano profesaba la ortodoxia niceana, que se convirtió en el dogma oficial de Occidente, y Roma tomaba fuerza como la ciudad de este cristianismo. Valente prefirió el arrianismo homeano, lo que hizo que también se persiguieran, no solo a paganos, sino también a todos aquellos que no siguieran las practicas del arrianismo homeano.

En el 375 murió Valentiniano I, y las tropas ilíricas nombraron Augusto a Valentiniano II, que tan solo tenía cuatro años. Ello pese a que su hijo, Graciano, había sido asociado al trono desde el 367. Graciano se limitó a que Ilira fuera gobernado por Valentiniano, que se desgajó de la prefectura de Italia.

Mientras, en Oriente, las fronteras eran presionadas por los godos, comandados por Fritigerno. Estos, en el 375, pidieron autorización a Valente para asentarse en tracia, algo que se les permitió, aunque pronto la corrupción de los funcionarios imperiales, que se apoderaban de alimentos a ellos destinados, hizo que los godos se levantaran. Con ayuda de contingentes de nuevos congéneres, sometieron Tracia y los Balcanes. El Imperio tenía el enemigo en su propio territorio, circunstancia que empeoró cuando Valente -que no espero el auxilio de las tropas enviadas por Graciano-, es derrotado en Adrianópolis en el 378, donde él mismo perdió la vida. Por primera vez la caballería derrotaba estrepitosamente a la infantería, lo que provocaría que a partir de entonces la caballería tomara fuerza como la principal fuerza de combate.

La muerte de Valente hizo que Graciano nombrara Augusto a Teodosio, de origen hispano, para que gobernara Oriente, y lo que era más importante, llegar a una solución con los godos. En el 382 se firmó un foedus con estos, por el cual se les reconocían independencia y leyes propias, dentro del Estado romano, con la condición de servir en la defensa del Imperio, algo que no era extraño. Desde hacía tiempo contingentes barbaros habían sido integrados a un ejército romano con cada vez menos ciudadanos. Fueron asentados entre el Danubio y el Hemus.

Mientras tanto, Graciano, en Occidente, se desvinculaba totalmente del paganismo, renunciando por primera vez un emperador al pontificado máximo, mientras que junto con Teodosio intentaron que la doctrina oficial fuera la niceana. Los colegios sacerdotales, como las vestales, fueron suprimidos, mientras que la estatua de la Victoria en el senado era retirada. A partir del 391 visitar templos y realizar sacrificios era un delito bajo pena de muerte. Y de igual modo, se prohibía a los herejes predicar sus doctrinas. En el 380 el decreto de Tesalónica determinaba quién era cristiano y quién hereje.

En el 383, Graciano encontró su fin cuando el comes de Britania, Máximo, se declaró Augusto junto con su ejército, al mismo tiempo que Graciano era asesinado. Sin embargo, Valentiniano II y su familia se trasladaron a Tesalónica para pedir ayuda a Teodosio, quien devolvió ahora todo Occidente a Valentiniano II, tras derrotar a Máximo en las batallas de Siscia y Petovio.

Sin embargo, Teodosio se mantuvo cierto tiempo en Milán, hasta el 391, por la fragilidad del poder imperial en Occidente. En este tiempo se produjo el conflicto con San Ambrosio. En el 390, el magister Militum per Illyricum, Buterico -de origen bárbaro-, mató a un famoso corredor de circo por prácticas eróticas, pero el pueblo se amotinó ante esto. Teodosio reunió a la población en el circo de la ciudad para darles muerte. Pero San Ambrosio consideró que esto no era la acción de un buen cristiano, y le hizo hacer penitencia a Teodosio.

Valentiniano II y su tutor, Arbogasto, protagonizaron discusiones, lo que hizo que este fuera destituido. Pero poco después Valentiniano II apareció ahorcado. Arbogasto, entonces, nombró emperador a un profesor de retórica, Eugenio, que benefició a los paganos. Pero Teodosio se enfrentó a este con las armas en el 395. El Imperio volvió a ser reunificado bajo la persona de Teodosio, aunque pocos meses después moría. Sus dos hijos, Arcadio de 18 años, y Honorio de 10, recibieron el Imperio, que de nuevo fue dividido en dos, esta vez para siempre.

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