Mudéjares y moriscos
Se llama mudéjares a la población musulmana que, en la Edad Media, vivía en el territorio conquistado por los reinos cristianos peninsulares al Al-Ándalus. Por su parte, reciben el nombre de moriscos aquellos musulmanes que se habían convertido al cristianismo en la península, especialmente entre los siglos XV y XVII.
¿Por qué existía esta población en los reinos cristianos de la península? Para comprenderlo debemos tener en cuenta las vicisitudes ya vistas en otros temas (especialmente en el de la repoblación cristiana)
Al tratar sobre la repoblación, ya habíamos visto cómo se habían originado en el norte peninsular algunos de los principales reinos cristianos que protagonizaron la conquista: los condados catalanes (que por políticas matrimoniales acabarán por depender en su mayoría del conde de Barcelona), el reino astur, que pasó a denominarse León tras la conquista de la zona norte del Duero y trasladar la capital a esta ciudad. Por su parte, el reino de Pamplona (posteriormente de Navarra) era el que a principios del siglo XI tenía mayor importancia. Los dominios de su monarca, Sancho III el Mayor, abarcaban los condados aragoneses, así como el condado de Castilla, surgido en la zona de la actual provincia de Cantabria (territorio que había pertenecido anteriormente al reino astur).
Tras la muerte de Sancho III el Mayor, dos de sus hijos independizaron sus condados del reino de Pamplona: el condado de Castilla, que es transformado en reino por Fernando I, quien además acaba por ser también rey de León. Por su parte, los condados de Aragón, Ribagorza y Sobrarbe acaban por convertirse, gracias a Ramiro I, en el reino de Aragón.
Los reinos de León y Castilla, la mayor parte del tiempo bajo gobierno de un mismo monarca, se unieron finalmente en 1230. Surgía así la Corona de Castilla. Por su parte, el matrimonio de Petronila de Aragón con el Conde Ramón Berenguer llevó al hijo de ambos, Alfonso II, a heredar todos esos territorios en 1164. Daba lugar a la Corona de Aragón, a la que se le sumará distintos reinos independientes conforme se avance la conquista: Valencia y Mallorca (entre otros territorios por el Mediterráneo). Por su parte, el matrimonio en 1469 de los monarcas de ambas coronas, Fernando II e Isabel I (los Reyes Católicos), hace que estos lleven una misma política, pero será Carlos I quien herede en su persona ambas coronas, a las que se suma el reino de Navarra, conquistado en 1512 por castellanos y aragoneses. En este panorama no debemos dejar de mencionar al reino de Portugal, que se independizó de León en 1139.
Así pues, el avance de los reinos cristianos sobre el Al-Ándalus provocó que una parte de la población musulmana quedara en el territorio cristiano, especialmente tras la batalla de las Navas de Tolosa en 1212 y la rápida conquista de las taifas del sur peninsular. Se trataba de una situación única en la Cristiandad, pues en el resto de reinos cristianos de Europa no existía tal población.
En Castilla, la gran mayoría de los mudéjares, si exceptuamos Toledo, habitaban el valle del Guadalquivir. Por su parte, en la Corona de Aragón, se encontraban en zonas como Muel, el campo de Cariñena y en la zona levantina, especialmente en las zonas de huerta, a veces bajo régimen de servidumbre. Vivían apartados del resto de la población cristianas en aljamas o morerías. Esto no quiere decir que no hubiera artesanos en las ciudades, en donde residían en arrabales. Muchos mudéjares se dedicaban a la construcción, con gran movilidad por el territorio, pues especialmente en el valle del Ebro, ante la carencia de piedra, se convirtieron en cuadrillas muy demandadas para la construcción de iglesias y otro tipo de edificios. De hecho, en Castilla, el estilo mudéjar (del que se conservan estupendas obras de arte en Aragón) se convirtió en un elemento de prestigio social.
Mudéjares y cristianos (así como judíos) tuvieron una convivencia más o menos pacífica entre los siglos XIII y XV. Aunque no faltaron las llamadas revueltas mudéjares: en 1264 en el reino de Sevilla, así como en el de Murcia. En el primer lugar, la población acabó por irse al reino de Granada. En cualquier caso, los cristianos, de acuerdo a las capitulaciones, respetaron su religión y costumbres. De hecho, se seguían rigiendo por sus propias leyes.
La toma de Granada y, por tanto, el aumento de población mudéjar implicó que se empezara a presionar a estos para que se convirtieran al cristianismo, pese a que la capitulación de Granada estipulaba el respeto de su religión. En principio, se pretendió una conversión sincera, pero esta era muy lenta. Así que se realizó una conversión más rápida sin ningún tipo de enseñanza. En el 1500 tanto mudéjares como moriscos del Albaicín se sublevaron, a lo que siguió otras revueltas. Tras ser cruelmente sofocadas, el decreto de 1501 impuso el bautismo forzoso para los mudéjares del reino de Castilla (en Aragón se exigió más tarde, en 1525). Así pues, surgió un amplio grupo de moriscos. Una gran mayoría de musulmanes, en cualquier caso, prefirieron el exilio.
A partir de entonces existía una población morisca que, socialmente, estaba diferenciada del resto de cristianos (cristianos viejos). En realidad, la integración de los moriscos fue diversa dependiendo de las zonas, aunque había encontrado más resistencia en Granada, en donde todavía mantenían sus tradiciones e incluso seguían usando sus propias vestiduras. En el 1568 se produjo la rebelión de las Alpujarras, que llevaría primero a deportar a los moriscos granadinos por distintos lugares de Castilla con el fin de que se integraran entre la población. Finalmente, entre 1609 y 1613, fueron expulsados por Felipe III de todos los reinos peninsulares, alegando su condición de malos cristianos y de potenciales aliados de los turcos. En efecto, la entonces presencia de piratas berberiscos y los turcos, que eran los grandes enemigos de la monarquía, les hacía sospechosos de conspirar con estos.
La expulsión provocó un vacío demográfico en algunas zonas en donde la población morisca era amplia, como es el caso de Valencia, lo que afecto a la economía de estas zonas, pues ya no quedaron personas que trabajaran las huertas.
BIBLIOGRAFÍA:
GARCÍA DE CORTÁZAR, J.A. (2006): La época medieval, Alianza, Madrid
MARTÍNEZ RUIZ, E.; GIMENEZ, E.; ARMILLAS, J.A. y MAQUEDA, C. (1992): La España moderna, Istmo, Madrid