Mundo Antiguo – Jerry Toner
Jerry Toner, Mundo antiguo, Turner, Madrid, 2017
Cuando adquirí este libro, debo confesar que me esperaba algo muy distinto a lo que finalmente hallé entre sus páginas. Ante tal título, Mundo antiguo, lo primero que pronostiqué, por esa humana manía de pretender adivinar lo que todavía se desconoce, es que sería un libro que trataría, de forma general, sobre todas aquellas civilizaciones que, desde Mesopotamia a Hispania, se sucedieron en torno al Mediterráneo a lo largo de cinco mil años. Esto, unido al reducido tamaño del libro y el nombre de su autor, conocido divulgador, parecía indicar que nos encontraríamos con un repaso de la Historia Antigua en clave divulgativa. Las expectativas que deposité no se tornaron en realidad, lo que no significa que fuera decepcionante, sino todo lo contrario.
Las pretensiones del autor son las de abrir al lector una nueva mirada hacia el mundo antiguo, nuevos puntos de vista para comprender e investigar aquel tiempo tan lejano y del que desconocemos mucho o tenemos falsas creencias, precisamente por la artrosis temática y procedimental que, durante mucho tiempo, sufrieron los estudios sobre la Antigüedad.
El primer capítulo, que actúa como una suerte de introducción, se titula «un mundo antiguo distinto». En él se pregunta el autor qué imaginamos que encontraríamos en Roma o en Atenas si nos trasladáramos a la Antigüedad. ¿Quizás con Cicerón dando un encendido discurso en un tribunal o a Sócrates enseñando pacientemente? El autor, lejos de esa imagen que tenemos sobre el mundo clásico —abonada en nuestro caso por multitud de películas—, nos invita a pasear por las calles de tales ciudades y nos describe lo que nuestros sentidos nos darían a conocer: esclavos, muerte, analfabetismo, pobreza, ausencia de higiene, crueldad, prostitución. Aspectos que parecen olvidarse en ocasiones para no enturbiar las grandezas del mundo clásico, quizás porque desnudar a aquellas civilizaciones de su mitificado manto sería lo mismo que poner a nuestra sociedad de cara al espejo.
En realidad, y así lo indica en el segundo capítulo, el mundo antiguo ha sido estudiando desde el punto de vista de la élite, aquellos que dejaron sus escritos y las principales evidencias arqueológicas. Sin embargo, se debe dejar a un lado a las clases altas y poner el foco en las clases bajas. Una visión desde la gente corriente: cómo vivían, cómo pensaban, qué creían, qué supersticiones tenían, cómo se divertían, cómo era la higiene, qué comían, los espacios en que socializaban, todo ese submundo de pobres, mendigos y profesiones variopintas en donde también había mujeres, la mayor parte de las veces olvidadas.
«Qué, cuándo y dónde en el mundo antiguo» —el tercer capítulo— nos pretende mostrar que el mundo antiguo abarca más allá del mundo clásico o, lo que es más, la Roma republicana y la Atenas clásica -los dos periodos que más han interesado a los historiadores-, sino que hay muchas más culturas y más periodos que tienen igual o más interés. El autor expone como ejemplo el periodo Helenístico tras la muerte de Alejandro Magno o el Bajo Imperio. Saltando un capítulo, en el quinto retoma esta idea y el autor se pregunta si Roma y Grecia fueron importantes, ya que considera nuevamente que habría que poner también el foco en otras culturas, como por ejemplo el Imperio persa, que solo aparece en los anales de la historia por su enfrentamiento con Grecia, o el Imperio Chino. En este último caso, Toner esboza una interesante comparativa entre este y el Imperio romano.
«¿Y como se descubre otro mundo?»es el título y pregunta que el autor se hace en el cuarto capítulo. A las fuentes clásicas se les puede dar un nuevo enfoque, evidentemente, pero tienen limitaciones. Para ello hay que usar nuevas fuentes y técnicas, principalmente arqueológicas, así el autor expone como la arqueología puede hacer hincapié en descubrir la tecnología usada por las antiguas civilizaciones para desterrar la idea de atraso técnico; la medicina es capaz de interrogar a los huesos sobre multitud de cuestiones; el análisis del alcantarillado arroja diversidad de datos sobre alimentación y salud. También la psiquiatría, un campo que parece incluso hoy en día extraño en los estudios históricos, puede sumarse para averiguar la salud mental de las gentes del pasado.
Finaliza el libro con «Una mirada clásica» en donde se expone cómo han influido los estudios clásicos desde el Renacimiento hasta hoy en día en la interpretación y percepción de multitud de fenómenos.
En definitiva, una grata lectura salpicada constantemente con datos y anécdotas extraídas de las fuentes, ya literarias o ya arqueológicas. Una lectura que tan solo adolece, en mi opinión, de una incoherencia, pues mientras defiende el autor ampliar la visión del mundo antiguo a otras culturas y periodos, acaba nombrando de forma constante a Grecia y Roma. En cualquier caso, todas las reflexiones que hace pueden ser extrapoladas a otras tantas culturas y épocas: nuevas preguntas, nuevos enfoques y nuevas formas de proceder en la investigación.