Novela de ajedrez – Stefan Zweig
Stefan Zweig, Novela de ajedrez, Acantilado, Barcelona, 2000
Anteriormente, ya había realizado una reseña de un libro de Stefan Zwieig, cuyas novelas no tienen ningún desperdicio. Son una apuesta segura. Nunca defraudan. En esta ocasión vamos a hacer alusión a una brevísima obrita, titulada Novela de Ajedrez, una de esas novelas que, si breve, es una auténtica joya para su lectura. Al fin y al cabo, por mucho que hoy en día se crea todo lo contrario, la cantidad nunca es sinónima de calidad.
Gracias a la maestría del autor, desde que comenzamos a leerla la curiosidad sobre lo que acontecerá se lanza sobre nosotros, lo cual acaba, en un momento dado, en un cierto misterio cuando, repentinamente, el que parecía el personaje principal, deja de serlo. Y, sobre todo, un ritmo de los acontecimientos que va creciendo vertiginosamente hasta que casi llega a alterar al propio lector. Esto hace, irremediablemente, que no haya más remedio que leerla de una única sentada, especialmente porque la acción ni siquiera se ve obstaculizada por el final y comienzo de los capítulos, puesto que estos ni siquiera existen. Así que nos vemos en la tesitura de dejar la lectura en cualquier párrafo o terminarla.
La novela transcurre en un viaje en un transatlántico que realiza el viaje desde Nueva York a Buenos Aires. En él va un campeón del mundo de ajedrez, Czentovic. Este se caracteriza por su corta inteligencia. De hecho, aunque paradójico, su única habilidad es jugar a este noble juego, el cual utiliza básicamente con fines siempre lucrativos. Por si fuera poco, su prepotencia rebosa por los cuatro costados, la cual se entiende únicamente por su ignorancia como nos dice el narrador: “¿no es acaso lo más fácil del mundo considerarse un gran hombre cuando no se tiene ni la menor idea de que hayan existido alguna vez un Rembrandt, un Beethoven, un Dante, un Napoleón?”. En cuanto al narrador, también viajero en este barco, está empeñado por acercarse a este “espécimen” con el fin de “examinarlo” de cerca, lo cual solo consigue engatusando a otro de los viajeros, un millonario y orgullo americano, quien consigue todo lo que se propone a golpe de dinero y quien considera que perder una apuesta es mancillar su honor. Claramente, este acaba consiguiendo una partida con el peculiar Czentovic, en cuyo transcurso aparece en escena el señor B, el personaje más curioso. Este es capaz de predecir con total exactitud varias jugadas en adelante, lo que lleva a que el ajedrecista y campeón del mundo deba dar por finalizada la partida con la palabra “tablas”. Lo más curioso de todo es que este misterioso señor B es la primera vez que juega a la ajedrez, al menos contra otra persona y sobre un tablero. Hasta aquel entonces había jugado consigo mismo, hasta tal punto que la locura se ciñó sobre este. Al fin y al cabo, se puede decir, como moraleja, que uno no puede ir contra sí mismo…
Pero ¿qué le llevó a este señor B a caer en tal obsesión? Aquí entra en juego su curiosa historia, que confiesa a nuestro narrador, relacionada con la Gestapo y una peculiar técnica para sonsacar información, que el lector deberá averiguar. Debemos recordar, que el autor escribió esta obra en plena Segunda Guerra Mundial, de hecho, fue la última de las novelas escritas por este afamado escritor, quien se suicidó poco después.
Poco más se puede decir sin destripar el argumento. Tan solo que, más allá de la propia narración, se lanzan unas cuantas ideas, material suficiente como para reflexionar durante un buen rato.