El transporte de esclavos – Amistad
Amistad es una película que trata sobre un episodio real, relacionado con el tráfico de esclavos, que aconteció entre 1839 y 1841. Entre su elenco de actores, destaca Morgan Freeman y Anthony Hopkins; su director, el mismísimo Steven Spielberg. De esta producción, una serie de escenas nos permiten ilustrar gráficamente la forma en que los esclavos negros eran capturados en África y, posteriormente, traslados al otro lado del Atlántico para ser vendidos.
Un barco español, de nombre Amistad —poco tiene que ver con las trágicas escenas que dentro del mismo se vivieron—, transporta un cargamento de esclavos negros desde el puerto de La Habana. A la altura de Puerto Rico, un motín de estos esclavos acabó con el asesinato de casi toda la tripulación, por supuesto, blanca. La pretensión de los negros era que los marineros supervivientes los devolvieran a África, desde donde habían sido arrancados sin escrúpulos. Sin embargo, los tripulantes —aprovechando la ignorancia de los africanos— conducen la nave hasta las costas estadounidenses. Allí, se inicia un juicio contra los esclavos negros por el asesinato de dicha tripulación. Al mismo tiempo, existe otra acusación hacia los propietarios del barco: pese a que el barco había partido de La Habana y sus propietarios alegan que aquellos esclavos habían nacido en Cuba, se denuncia que en realidad provenían directamente de África. Esto último incumplía una normativa internacional que impedía el tráfico de esclavos; aunque no se había abolido la esclavitud. En efecto, Inglaterra, una vez que había perdido las Trece Colonias, estableció esta norma que fue rubricada por otros países, entre ellos España, en 1807. Por supuesto, ni este ni otros tantos países lo cumplieron a lo largo del siglo XIX; los negreros tan solo pasaron a la clandestinidad. El juicio acaba con la liberación de estos esclavos, que paradójicamente se produce en un país que defendía acérrimamente la esclavitud, en especial los Estados del sur.
En cuanto a las escenas seleccionadas, las primeras de ellas tratan sobre el secuestro de personas negras en África. Como se observa, una auténtica caza. En muchos casos, como nos muestra la película, no eran precisamente hombres blancos quienes perpetraban este macabro “aprovisionamiento”, sino nativos de la zona pertenecientes a tribus rivales. De hecho, se ha pretendido en ocasiones justificar la esclavitud alegando que ya existía en África. Omitiendo que difícilmente se puede justificar tal deleznable práctica en un lugar porque ocurre en otro, la esclavitud en África se aproximaba más bien al concepto de servidumbre. En cualquier caso, se observa cómo a quienes proporcionan esclavos a los tratantes blancos se les recompensaba o pagaba con otras mercancías, en este caso armamento. Este intercambio era la base del conocido comercio triangular: venta o intercambio de manufacturas en África a cambio de negros que eran transportados al otro lado del Atlántico para ser vendidos; allí se podía obtener materia prima, en especial algodón. Un lucrativo negocio —pese a esa ciega norma internacional mencionada— que, lamentablemente, fue una pieza fundamental para la industrialización del textil en Reino Unido y luego Europa. Se calcula que desde el descubrimiento de América, África perdió 50 millones de personas.
El papel de la Iglesia en la esclavitud queda también reflejado al embarcar a los esclavos en el navío portugués Tecora. Un sacerdote bendice y perdona —no se sabe muy bien de qué— a los esclavos. La Iglesia no parece que tuviera ningún reparo en la trata, es más, muchos clérigos no dudaron en justificarla. Es cierto que algunas voces se alzaron contra estas prácticas, como Bartolomé de las Casas, Domingo de Soto, Alonso de Montúfar y Tomás de Mercado, entre otros. En cualquier caso, el resto del clero mostró indiferencia: el jesuita y español padre Sandoval, quien evangelizaba a africanos en la verdadera fe, preguntó en 1610 al hermano Luis Brandaon si la esclavitud de negros era legal en la doctrina de la Iglesia. La respuesta que recibió ni siquiera aludía a una cuestión religiosa o moral, se limitaba a responder que los obispos, que eran hombres virtuosos, no encontraban falta en esto y que no se había cuestionado nunca.
Más allá de esto, la travesía en los barcos era inhumana, tal y como refleja la película; aunque la realidad era más cruenta. Los barcos estaban diseñados para que cupiera el mayor número de personas con el fin de aprovechar el viaje y contrarrestar las muertes que se producirían a lo largo de la travesía. Un observador de la época, John Barbot, nos describe la forma en que eran dispuestos en las embarcaciones: «La altura, muchas veces, entre las cubiertas, era solo de 18 pulgadas (45 cm); así que los desafortunados seres humanos no podían darse la vuelta, ni siquiera de lado; la elevación era menos que la anchura de sus hombros; y aquí estaban por lo general encadenados a las cubiertas por cuello y piernas. En tales lugares la sensación de miseria y sofoco era enorme, que los negros… enloquecían». Un esquema de un barco negrero nos muestra bastante bien esto mismo.
A las inhumanas posturas a las que eran sometidos se le sumaba la escasa alimentación: el mínimo posible para que los esclavos pudieran a duras penas sobrevivir y que las reservas de alimento ocuparan el menor espacio de almacenaje en el barco. Aparece en el fragmento seleccionado un momento en el que varios esclavos son arrojados al agua encadenados con el fin de que se ahoguen. Tal hecho, según se indica más adelante en la película, se produjo debido a la falta de alimento. En cualquier caso, extraño sería que tal cosa se produjera: barcos con tripulaciones experimentadas en el transporte de esclavos tenían todos los factores bien calculados como para que tal cosa se produjera.
Aparece también el cruento castigo a base de latigazos que reciben dos hombres. En este contexto, poco sentido tendría dañar la “mercancía”, aunque sí que era un castigo habitual en las plantaciones. Castigos corporales amparados por las propias leyes: Maryland aprobó una ley en 1723 que permitía cortar las orejas de los negros que golpearan a hombres blancos. Crímenes peores suponían la horca o incluso la desmembración, esto último al amparo del código de Virginia de 1705. Sin embargo, estos castigos no eran el único tipo de violencia. Como podemos apreciar en esas mismas escenas, las mujeres sufrían, además, una violencia de tipo sexual por parte de los hombres blancos. En cualquier caso, todo ello se engloba en un contexto psicológico por el que se pretendía enseñar a los negros que el color de su piel los hacía inferiores y, por tanto, subordinados a los blancos y, más concretamente, a sus dueños.
La muerte parece mejor destino que una vida sin libertad y sin dignidad: una mujer con su bebe decide arrojarse por la borda.
Finalmente, la llegada a Cuba supone la venta de esta “carne negra”. Los desdichados negros, ya hombres, mujeres o niños, son exhibidos en un mercado donde acude la alta sociedad a observar y a pujar por el mejor “ejemplar”, cuya oscura piel es embellecida impregnándola de grasa.
1. ¿Cómo se obtienen los esclavos? ¿Quién lo lleva a cabo? ¿A cambio de qué?
2. ¿Cómo son transportados y en qué condiciones? Comenta el espacio, alimentación, salubridad, etc.
3. ¿Cuál crees que es la postura de la Iglesia frente a la esclavitud?
4. ¿Qué tipo de violencia se produce?
5. ¿Cuál es el significado de la mujer que se lanza con su bebé por la borda del barco?
6. ¿Cómo son vendidos los esclavos? ¿Qué treta se utiliza para mejorar su aspecto?