Caín | El Evangelio según Jesucristo – José Saramago
José Saramago, Caín, Alfaguara, Madrid, 2009
José Saramago, El Evangelio según Jesucristo, Punto de Lectura, Madrid, 2011
Al tercer día de viaje, abraham vio de lejos el sitio señalado. Les dijo entonces a los criados, Quedaos aquí con el burro que yo voy hasta más arriba con el niño para adorar al señor y después regresaremos hasta donde estáis. Es decir, además de ser tan hijo de puta como el señor, abraham era un refinado mentiroso, dispuesto a engañar a cualquiera con su lengua bífida… (Fragmento de Caín)
El Evangelio según Jesucristo y Caín no son dos obras religiosas. Ni mucho menos. No nos pueden engañar sus títulos. En ambas, Saramago realiza algo extraordinario, tanto como controvertido: reinterpretar las escrituras o, mejor dicho, llena con su imaginación los huecos que estas dejan, dando una nueva versión de los relatos bíblicos.
En El Evangelio según Jesucristo, Saramago nos presenta la vida de Jesús desde su nacimiento hasta su muerte. ¿Cuál era el plan de Dios? ¿Qué esperaba conseguir con la crucifixión de Jesús? Para el autor, algo muy distinto de lo que cualquier cristiano practicante pueda creer. Y, por consecuencia, también Jesús es presentado con otra personalidad, quien intenta revelarse contra el destino que se le ha impuesto desde su nacimiento. Y no solo estos dos personajes tienen una nueva versión de sus tradicionales papeles, también Satanás. De hecho, los tres mantendrán una reunión y llegarán a un acuerdo que el lector deberá descubrir por sí mismo.
Del mismo modo, en Caín, Saramago rellena las primeras páginas de la Biblia, desde la creación del mundo hasta la conquista de Canaán, pasando por el Diluvio Universal, la destrucción de Sodoma y Gomorra y, como no, la muerte de Abel a manos del protagonista Caín, aunque por motivos muy distintos al bíblico. De hecho, este Caín aparece en todos estos episodios, los cuales ocurren para este no de forma lineal, sino aleatoria en tanto que es capaz de viajar a lo largo de la línea temporal.
En ambas obras, el Señor sale mal parado. La bondad que se le supone queda cubierta por la crueldad y la ira. Y, en realidad, no es que el autor esté realizando un ataque gratuito contra este, sino que en realidad en la propia Biblia se mencionan ambas facetas. Así, Saramago juega con lo que parece una falta de coherencia.
Con una escritura fluida, en donde los diálogos están integrados en la narración -únicamente destacados por iniciarse con letra mayúsculas-, ambas obras son auténticas joyas de la literatura que merecen ser leídas.