Climas de montaña
Las montañas constituyen un factor azonal del clima e introducen importantes modificaciones en los elementos meteorológicos. La disposición del relieve, la altitud, la exposición y el volumen no solo crean anomalías locales, sino que, cuando las montañas son bastante elevadas y extensas, originan verdaderos tipos particulares de clima.
Conforme vamos aumentando en altura, la temperatura va disminuyendo, medio grado por cada cien metros. Pero hay que tener en cuenta que también influye la propia región y latitud en donde se encuentren estas. Por tanto, las altas montañas van a tener unos climas muy fríos en sus cimas. No obstante, si existe un descenso de las temperaturas en altura, la temperatura de una montaña tendrá una gradación en altitud.
Por otra parte, las precipitaciones también van a ser superiores conforme la altura sea mayor y van a estar repartidas durante todo el año. Ello se debe a que las masas de aires saturadas de humedad acaban por precipitar conforme ascienden por la ladera. No obstante, el punto de saturación puede alcanzarse antes que termine la ladera. Entonces, por encima de esa zona en la que las lluvias son más abundantes, aparece una zona en la que las precipitaciones son menores, y las temperaturas aún más frías. Además, en las altas cumbres esta precipitación se suele producir en forma de nieve y, pese a que se produzca muy pocas veces al año, mantienen la nieve de forma perpetua o durante buena parte del año.
Pero también debemos realizar matizaciones que tienen que ver con la orientación de las montañas y la dinámica de los vientos. De acuerdo a estos dos factores, una de las caras de las montañas está más expuesta a los vientos que la otra. Así, se observa una ladera, conocida como barlovento, que sufre el choque de masas de aire que, si están cargadas de humedad, provocan precipitaciones. Cuando estas masas de aire –de acuerdo al efecto Foehn- se disponen a descender por la otra ladera, la de sotavento, estas ya no contienen humedad, por lo que las precipitaciones de estas laderas, llamadas de sotavento, serán nulas o reducidas.
Todavía existe otra alteración del clima de montaña de acuerdo a la orientación. Unas laderas reciben mayor luz –solana- que otras, las cuales están menos expuestas a esta –umbría-. Dicho de otra manera, en la solana la temperatura será mayor que en la umbría, al igual que en la primera el grado de humedad se reducirá respecto a la segunda.
Por tanto, cada región montañosa presenta sus propias cualidades, al igual que cada zona de esta va a presentar microclimas distintos –en los valles, además, suele producirse inversión térmica-. De esta forma, la vegetación que nos vamos a encontrar en el paisaje de montaña variará considerablemente. Ésta siempre tendrá las características propicias para poder sobrevivir a bajas temperaturas –higrófila-, aunque en las partes más baja de la montaña siempre encontraremos vegetación propia de temperaturas más cálidas –xerófila-. En las zonas de umbría, la vegetación será umbrófila, es decir, que requiere de poca luz, mientras que en la solana será heliófila. También en la ladera barlovento, con mayores precipitaciones, la vegetación existente se caracterizará por la necesidad de agua, lo contrario que la vegetación de sotavento en donde las plantas serán resistentes a la sequía.
También va a influir en la vegetación los propios suelos, que tendrán que ver con los propios orígenes de la montaña. La salinidad del suelo dará lugar a vegetación halófila, y la acidez a vegetación acidófila y basófila. Por ello se entiende que, en las altas cumbres, en donde no existen suelos, puesto que las rocas están desnudas, no va a existir prácticamente ningún tipo de vegetación. Además, estas cumbres –piso nival, por encima de los 3.000 m- suelen permanecer nevadas durante todo el año, lo que propicia, del mismo modo, la imposibilidad de que exista vegetación alguna. En aquellos lugares donde las nieves desaparecen durante algún tiempo suelen aparecer musgos y líquenes sobre las rocas o en grietas.
Por debajo de este piso, se encuentra la zona alpina, en donde podemos hallar prados de altura con especies herbáceas muy resistentes al frio. Son plantas, además, de periodo vegetativo corto puesto que buena parte del año suelen estar cubiertos por nieve.
En el piso subalpino suelen aparecer densos matorrales de piornos, genistas y enebros enanos. En el piso montano, comienza a parecer vegetación arbórea, puesto que la temperatura suele ser menos extrema. Suele ser bosques de coníferas como el abeto, pino negro, pino silvestre. Este tipo de árboles, al poseer unas hojas redondeadas en forma de aguja, permiten protegerse de temperaturas muy bajas. Conforme se va reduciendo la altitud van surgiendo árboles de hoja caduca, puesto que la temperatura es más cálida y existe ya una época en donde esta aumenta, lo cual permite renovar las hojas. Suelen ser sauces, fresnos, avellanos, chopos y arces.
En general, cada montaña tiene una vegetación propia al igual que un clima característico, los cuales depende de todos los factores que se acaban de comentar.
BIBLIOGRAFÍA:
CLAVERO, P.L. y RASO, J.M. (1983): Los climas. Fundamentos y sugerencias didácticas, Anaya, Madrid.
CUADRAT, J.M. (1992): “El mosaico climático del globo”, en LÓPEZ, F.; RUBIO, J.M. y CUADRAT, J.M., Geografía Física, Cátedra, Madrid, pp. 349-379
PATTON, C.P.; ALAXANDER, C.S. y KRAMER, F.L. (1983): Curso de Geografía Física, Vicens-Vives, Barcelona
RUBIO, J.M. (1992): “Biogeografía”, en LÓPEZ, F.; RUBIO, J.M. y CUADRAT, J.M., Geografía Física, Cátedra, Madrid, pp. 425-578