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El monje y la prostituta de Constantinopla – Andrés Vázquez Mariscal

Andrés Vázquez Mariscal, El monje y la prostituta de Constantinopla (La historia jamás contada), Neverland Ediciones, Madrid, 2013

Cabe comenzar esta reseña haciendo la misma advertencia que el autor de este libro, Andrés Vázquez Mariscal, señala. Existe la novela histórica, pero también la Historia novelada. La primera es, en gran medida, ficción que tiene como escenario una época histórica concreta. La segunda tiene muy poco de imaginación y se encamina a una presentación de hechos reales narrados de una forma amena y literaria.  A este último grupo pertenece El monje y la prostituta de Constantinopla.

No se quiere decir, desde luego, que en esta Historia novelada no exista cabida para una trama imaginaria, la cual, en este caso, es fundamental para la narración de nada menos que doscientos años de Historia europea, en concreto los siglos IX y X –tiempo en el que el Impero carolingio se fragmenta, los poderes políticos se multiplican y se camina hacia la conocida época feudal–.  Así, un monje benedictino de la abadía de Reichenau, que responde al nombre de Hermannus Contractus –al menos en origen…–, es quien supuestamente escribe este libro –o debería decir “libros”, porque, tomando la referencia clásica, los capítulos se dividen como liber primus, liber secundus, etc. –. Este nos cuenta en primera persona lo que aconteció en los territorios europeos en tan largo periodo de tiempo. Acontecimientos, por otra parte, de los que él fue protagonista o espectador. ¿Doscientos años vividos por una misma persona? Esa es la parte ficticia que el lector deberá descubrir si lo desea, así como su relación, entre el amor y el odio, con Nicéfora, con quien en más de una ocasión, a lo largo de ese amplio periodo de tiempo, se encuentra.

Aunque quizás suene interesante esta trama –que lo es–, el lector debe saber que el resto de la novela es Historia pura y dura. Si no fuera por la primera persona de nuestro protagonista, se juraría, salvando las distancias, que nos encontramos ante un manual de Historia con abundantes datos. Esto, probablemente, haga que no sea atractiva para quien busca una novela de fantasiosas intrigas, constante acción y escandalosas escenas de sexo por las que tantos escritores apuestan en los últimos tiempos. Aquí no lo vamos a encontrar. De hecho, ni siquiera existen los diálogos, puesto que recordemos que se trata de los recuerdos del protagonista.

Sea como fuere, uno de los escenarios principales es Roma, en donde de forma constante papas y antipapas se suceden en el trono de San Pedro, mientras los gobernantes europeos siempre tienen puesta la vista en la Ciudad Eterna con el fin de controlar a la Iglesia y el ansiado título imperial. También nuestro personaje, gran viajero, nos cuenta lo que acontece en diversos territorios: las tierras germanas y el surgimiento del Sacro Imperio Romano Germánico;  la Francia occidental y la llegada de la dinastía de los Capetos; la situación en Britania, dividida en una multitud de reinos; el constante saqueo de los vikingos de las costas europeas; el esplendor de Constantinopla y los intentos por la unificación de los dogmas de la Iglesia bizantina y católica bajo la dirección papal. Incluso este misterioso monje viaja al Al-Ándalus, en concreto a Córdoba y Toledo, y, del mismo modo, nos narra el origen de los reinos cristianos hispanicos.

A la emocionante Historia política del continente, se le suma, de hecho se puede decir que son el alma de la obra, largas y abundantes divagaciones a lo largo de páginas y páginas en donde se nos muestran amplios debates de carácter filosófico y religioso que se daban en esta época del medievo: el comportamiento licencioso de los clérigos, la vida monacal, la naturaleza de Cristo, la resurrección, el Juicio Final, el paganismo, las herejías y los motivos que llevaron a tomar sendos dogmas a través de sínodos y concilios. También el papel de la mujer y su naturaleza, la brujería, las supersticiones, la muerte y la inmortalidad, el demonio, los exorcismos.  Sin olvidar dos de los campos más recurrentes, en los cuales nuestro monje es un erudito: la alquimia y la medicina.

Las disquisiciones son argumentadas, además de con citas bíblicas y los escritos de los Padres de la Iglesia, con una multitud de autores grecolatinos, como Cicerón, Virgilio, Aristóteles, Platón, Sócrates, entre otros muchos. Sus obras, como se refleja en varias ocasiones a lo largo del libro, intentan ser copiadas y guardadas por los monasterios con el fin de crear grandes bibliotecas que acumulen el saber del mundo. Un tiempo, todavía próximo a la Antigüedad clásica, en donde los dioses paganos todavía hacen acto de presencia incluso entre los hombres de Dios. También se cita un amplio caudal de obras islámicas y hebreas.

En general, estamos ante una obra rebosante de datos bien estructurados y documentados, que pueden dar al lector una amplia visión de la mentalidad cultural y el saber de la época.

 

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