Imperium – Robert Harris
Robert Harris, Imperium, Grijalbo, 2006
Imperium es el primero de los volúmenes de una trilogía, la cual trata acerca de la carrera política de Cicerón. En este primero se abarca desde sus inicios en la política hasta el momento en el que gana las elecciones consulares. Su narrador es Tiro, el que fuera esclavo y secretario personal de Cicerón, que fue el inventor, por otra parte, de la taquigrafía, tal y como en más de una ocasión se menciona en este primer volumen.
Parece que las trilogías se han convertido en una moda. Todo autor que ha alcanzado cierta fama parece que siente el irrefrenable deseo de escribir al menos una. Claramente, y esta que reseñamos no es una excepción, son novelas de tipo “comercial”, escritas con un lenguaje llano, claro y fluido –muy alejado del carácter literario-, que son pensadas para entretener a todos los públicos y, gracias a campañas de marketing, convertirlas en superventas, pese a que no alcanzan la calidad suficiente para tal cosa, como sucede, por ejemplo, con esta.
Quizás sea entretenida, eso dependerá de los gustos de cada uno, pero sí bastante monótona en cuanto que los escenarios prácticamente siempre son los mismos, y, en cualquier caso, no son descritos –de hecho, no hay apenas descripciones de nada-. Ni siquiera se hace mención a ceremonias, fiestas, dioses, costumbres, etc., puesto que toda la novela gira en torno al tema político. Cicerón apenas piensa en otra cosa que no sea su cursus honorum. Se omite cualquier cuestión que no tenga que ver con Cicerón o, en su caso, se hace a este protagonista de todos los acontecimientos –ya sean reales o creados por el autor-. Es más, a excepción del orador, el resto de personajes históricos son descritos como auténticos inútiles o, en su caso, caracterizados como malvados villanos, de tal forma que Cicerón es el único, en aquella gran ciudad, que es portador de inteligencia y honradez.
Por otra parte, los errores de fondo o puntuales no son ajenos. Así, se presenta a Cicerón como un hombre excepcional en cuanto que fue el primero en su familia en llegar al Senado, pero desde luego no fue el único: Mario había hecho el mismo recorrido muchos años antes. Esta época se caracteriza precisamente por la gran cantidad de homines novi que iniciaban una carrera política y que debían moverse entre los distintos líderes del momento de forma prudente para labrarse su propio camino. Y ser tal cosa no implicaba, de manera alguna, partir de la pobreza –como parece que se nos transmite aquí-, sino todo lo contrario, aquel que iniciaba una carrera política era porque podía costeársela. También es erróneo presentar a la aristocracia como un bloque cerrado y conservador, cuando en realidad existían profundas divisiones entre estos, que llevó a conformar al menos dos grupos que ya en aquella época fueron denominados como optimates y populares –estos últimos los que se apoyaban en el pueblo para alcanzar sus propias metas-, denominaciones que están ausentes en la novela.
El uso de vocabulario en latín, que es un recurso de este tipo de novela para trasladar al lector a la atmosfera de la antigua Roma, tampoco es el fuerte de este autor. Hasta tal punto es así que, en vez de mencionar el Tabularium como lugar en donde se guardaban decretos y leyes, lo llama Archivo Nacional, y le da casi las mismas funciones que tiene cualquiera de los archivos actuales. Sin hacer mención a que, según el autor, en vez de rollos de papiro, se usaban rollos de pergamino.
Podríamos mencionar otros tantos fallos: se nos dice que Cicerón se había presentado a las elecciones a senador, pero estas jamás existieron, sino que eran las elecciones a cuestor, tras cuyo desempeño se accedía al Senado. Cuadros colgados en las paredes, algo difícil en cuanto que la pintura era básicamente mural. Se nos habla del tablinum como una especie de sala de espera, cuando en realidad no era otra cosa que el despacho personal, e incluso hay una escena en donde Cicerón organiza una cena en la azotea, algo totalmente imposible puesto que los tejados eran inclinados. O, incluso, en alguna ocasión se habla de democracia para definir el sistema político romano.
En definitiva, una novela que, entre otras cosas, no está bien documentada, al menos en cuanto a la integración de los hechos en un contexto histórico bien desarrollado. Muchas de las escenas y situaciones parecen sacadas del mundo actual, como por ejemplo cuando Cicerón, en su función de abogado, hace unas defensas más propias de un juicio de película americana.